Salinas, Cañizares, Otero, Manolo y Sánchez homenajean al emblemático Vicente Álvarez, nacido el 30 de abril de 1960
01 abr 2020 . Actualizado a las 05:10 h.El 30 de abril de 1960 nacía en Ourense Vicente Álvarez Núñez, conocido por el celtismo simplemente como Vicente o como uno de los grandes capitanes del club. Apartado de la vida pública por decisión propia desde hace décadas, eso no ha sido impedimento para que su recuerdo siga presente en una afición que siempre le ha adorado y en unos excompañeros, en algunos casos amigos, que se deshacen en elogios cuando se les pregunta tanto por el futbolista como, sobre todo, por la persona.
Uno de esos admiradores a la vez que antiguos compañeros es Patxi Salinas, que siente verdadera devoción por quien sigue siendo gran amigo suyo. «He jugado con mucha gente, pero poquitos tan profesionales, íntegros y que sintieran los colores como él», introduce el vasco, que añade que lo quiere «con locura» y que le incluiría sin duda en una terna de las mejores personas que se ha encontrado a lo largo de su carrera deportiva. «Fue santo y seña del celtismo, con un espíritu de superación enorme y una gran resistencia al dolor. Le vi jugar con un ligamento roto y sin querer pedir el cambio», rememora.
Siempre daba la cara
Cuando a Jorge Otero se le menciona a Vicente, echa la vista atrás a sus 18 años, cuando llegó al primer equipo «un poco asustado y expectante». «Me recibió con los brazos abiertos, como o neno que era. Todo lo que se pueda decir de él es poco, como jugador y como persona, espectacular en todos los sentidos», resume. La imagen que le ha quedado como futbolista es la de «un capitán que siempre daba la cara por el equipo, que lo ponía en todo momento por encima de lo personal. Siempre estaba dispuesto a sumar y a ayudar».
Santiago Cañizares también se cruzó con él siendo muy joven y asegura que es uno de los nombres propios que más le han marcado. «Cuando llegué al Celta venía de ganar el oro olímpico. Me miró a los ojos y me dijo : ‘Neniño, aquí hai que correr moito’». Y lo repite casi 30 años después en gallego porque «a él le costaba hablar castellano» y la frase al portero le quedó grabada tal cual la pronunció. «Era como diciendo: ‘O te pones a currar, o no lo sacamos’. Yo y todos, pero como acababa de llegar, para que lo supiera», añade. Y le describe como «una persona entrañable, de esas que uno agradece haber tenido la suerte de cruzarse en el fútbol». «Como profesional era impecable, dejaba absolutamente todo en el campo por su escudo. Su corazón fue celtista y empujaba a los demás a actuar como él», indica.
Amor sin límites a los colores
Salinas valora como otra gran enseñanza de Vicente el amor por los colores. Él venía de un Athletic con más comodidades de las que se encontró en Vigo, y el entonces capitán le abrió los ojos. «Te decía: ‘Compañeiro, somos el Celtiña. Si hay que pasar doce horas en un autobús, ducharse con agua o comer un bocadillo, se hace’, Y yo pensaba: ‘Pero cabrón, que llevo doce años en Primera y jamás he viajado en autobús’», cuenta. Luego se daba cuenta de que «tenía toda la puta razón». «Ese cariño al club, ese no poner pegas, aceptar que si no cobras el 20 cobras el 30 y ‘no pasa nada, compañeiro’. Es difícil encontrar jugadores que transmitan esos valores», subraya.
Frente a quienes le conocieron cerca de la retirada, el otro Gran Capitán, Manolo, le conoció cuando empezaba y era él quien vivía los últimos coletazos de su trayectoria. Pero su visión, de una época diferente, en absoluto difiere del resto. «Siempre ha sido una persona de diez, a quien aprecio muchísimo. En ese momento era un chaval jovencito, que fue de menos a más y se convirtió en un puntal importantísimo en el club a lo largo de toda su carrera», destaca. Acabó sucediéndole en la capitanía. «Tenía aptitudes para eso y más. Era un excelente compañero, que si tenía que dar la cara por quien fuera, no se escondía. Estaba ahí siempre. Era chapó en todos los aspectos».
Juan Sánchez apunta también que la figura de Vicente le marcó «sobre todo a nivel de humanidad, respeto, trabajo y amor a un club». Da fe de cómo se volcaba con los jóvenes que llegaban de fuera. «Siempre estaba atento para integrarte en el equipo, dándote ánimo, cariño y muy buenos consejos. Para mí fue de gran ayuda», agradece. En el vestuario, dibuja a un capitán «que tenía carácter y mucho mando, pero al que no le gustaban las polémicas ni ser el centro de atención porque miraba siempre por el club y era un ejemplo».
Mando y cercanía a la vez
En ese sentido, Patxi destaca que por mucho que un jugador sea capitán, no todos calan, ni mucho menos, como lo hacía Vicente. «A otro le escuchas porque toca y te quedas igual. Él tenía una impronta increíble, decía las cosas claras sin arrugarse. Pensabas: ‘Si lo dice este tío, que con 35 años en pretemporada es el primero en llegar, hay que hacerle caso’». Y tras el futbolista había un hombre divertido y capaz de sacar siempre una sonrisa, agrega. «Lo tenía todo. Si tenía que decir algo, lo hacía a la cara, y si había que ir ‘a tomas unas cerveciñas’, como él decía, también era el primero. Tenía mando y cercanía al mismo tiempo. Por eso es de esos que dejan huella».
El aprecio que sentía por él se traduce en que Vicente es una las razones por las que más lamenta Cañizares la derrota en la final de Copa del 94, asegura. «Hizo un gran partido ese día y sé que hubiera sido quien más lo hubiera disfrutado si cabe», opina. Más allá de eso, todo lo que tenga relación con Vicente es agradable para él. «Es una persona que puedes estar años sin ver, pero es escuchar su nombre y esbozas una sonrisa de satisfacción, piensas cuánto le aprecias. Estuve con él dos años y la diferencia generacional era grande, pero me marcó muchísimo».
Dejó huella, asimismo, en Míchel Salgado, que ha revelado en multitud de ocasiones que veía en él al espejo donde mirarse. «Fue mi ídolo local y capitán histórico del Celta. Pude debutar en el primer equipo y jugar a su lado en Primera», celebraba hace poco en su cuenta de Instagram al dedicar una publicación a los futbolistas que más ha admirado.
Una figura desaprovechada
Salinas y Sánchez comparten la pena de que Vicente no siguiera trabajando en el club tras retirarse. «Podría haber aportado mucho por sus vivencias, lo trabajador y lo honrado que ha sido», reflexiona el actual agente de futbolistas. Otero, por su parte, también considera que «no tuvo todo el reconocimiento que merecía» y cree que acabó «hastiado» y por eso se desligó del fútbol. Tampoco pasan por alto que su calidad futbolística, pese a las dudas iniciales por ser tan alto y delgado, dice Manolo, hizo que otros equipos se fijaran en él, que nunca se movió.
Su retirada fue un momento muy triste para Salinas, que le sucedió como capitán y que confiesa que no disfrutó nada ese día pensando que iba a dejar de compartir su día con una persona con la que conectó enseguida y que considera de su familia. «Aplicas cosas innatas y otras que aprendes de los demás. Yo de Vicentiño cogí muchas cosas, sobre todo el amor al club. A los de fuera nos guió por el camino del celtismo, el compañerismo y la solidaridad».