Amarildo anotó dos de sus tantos en el Santiago Bernabéu y otros dos en Balaídos que dice que «marcaron» su vida
10 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Amarildo Souza do Amaral solo jugó en el Celta una temporada, la 1988/1989, que recuerda con inmenso cariño. En aquellos meses, le dio tiempo a enfrentarse al Real Madrid en tres ocasiones y marcarle cuatro goles, dos de los cuales fueron en el Santiago Bernabéu. Estos dos a domicilio, al contrario de los de Balaídos, no sirvieron para puntuar, pero fueron igualmente muy especiales para su autor.
Desde Brasil al otro lado del teléfono, y unos meses después de regresar a Vigo para estar en el partido de leyendas del centenario, el excéltico se muestra entusiasmado al echar la vista atrás a una etapa corta pero muy feliz para él. Y, en especial, a aquellos duelos «especiales para un extranjero que llegaba nuevo a jugar a la Liga». Admite que el enfrentamiento con los blancos era de los que generaba «una motivación extra» que el pudo transformar en goles.
El primero que anotó en el Santiago Bernabéu y a los blancos lo califica como «el más bonito» de su trayectoria profesional. Fue el 6 de noviembre de 1988 y su tanto, el 2-1, llegaba tras los de Martín Vázquez y Gordillo y daba vida a los 29 minutos a un conjunto de Beenhakker que volvió a marcar dos minutos después y acabó llevándose el partido por 4-1. Recuerda la jugada con todo detalle: «Ellos pierden el balón en la presión, un compañero me lo pasa y me planto en el área, hago una finta y marco con la izquierda», rememora. También recuerda la reacción del estadio: «Levanto la cabeza y veo a todos con pañuelos blancos».
Menos de cinco meses después, volvió a marcarles, esta vez en Copa el 29 de marzo de 1989, hace casi 35 años. Pero ese tanto tuvo menos historia: «Un penalti cuando ganaban 3-0». Con todo, él no falló y de demostró que tenía un instinto especial para marcar a los blancos. Y el plato fuerte todavía estaba por llegar, porque aunque ya fue en Balaídos, le quedaban dos tantos más por firmar ante los blancos el 15 de abril de 1989 y estos sí iban a valer una victoria, por 2-0, de los célticos ante el cuadro de Novoa.
Aquel duelo tiene en común con el de hoy que la empresa parecía, de antemano, harto complicada. Aparte de por la diferencia que siempre ha mediado entre los dos clubes, ahora los celestes llevan muchos años sin puntuar en el Bernabéu; entonces, el rival llegaba inmerso en una racha que le hacía parecer imparable: «Venían de 35 o 36 partidos sin perder. Veía allí a Schuster o Hugo Sánchez y pensaba: ‘Mejor les pido un autógrafo’».
Sin embargo, apeló a su fe y cree que eso le dio fuerza. «Le pedía a Dios que me ayudara y salí con muchas ganas. El primer gol, con la izquierda, fue nada más empezar el partido y el segundo, de cabeza, antes de la media hora», cuenta. Incluso menciona que tuvo ocasiones para haber hecho alguno más: «Hubo un penalti muy claro que el árbitro no pitó».
En aquel choque, además, sabía que tenía una oportunidad de cara a futuro, porque muchas miradas iban a estar puestas en aquella cita. «Yo quería jugar en Italia, era el mejor campeonato en aquel momento. Lo tenía en mente y creo que aquellos dos goles fueron claves para que tuviera la ocasión de ir al Lazio. Marcaron mi vida», comenta sobre su siguiente destino.
Aunque su etapa en el Celta fuera tan fugaz, asegura que ve todos los partidos del equipo vigués y que celebra sus goles como un aficionado más. «Los sigo con mi hijo, que es un gran celtista y siempre me recuerda los días que hay partido», señala. Considera que hay «un buen equipo que con la motivación de ese escenario, debe ser aún mejor». Él apoyará en la distancia a un club que dice «llevar en el corazón» y que no olvida por mucho que pasen los años.