Hace poco más de cien años uno de los periódicos de William Randolph Hearst, el magnate de la prensa que retrató Orson Welles en Ciudadano Kane , publicó una columna en la que se decía en alusión al presidente del momento, William McKinley, que, si la única forma de desembarazarse de un político incompetente era matarlo, entonces el crimen podía cometerse. Seis meses después un anarquista, Leon Czolgosz, descerrajó dos tiros sobre McKinley y acabó con su vida. Se probó que no tenía relación con el editor y que el magnicidio no había sido inducido por la lectura de lo publicado, pero la asociación entre los dos hechos cayó como una guillotina sobre las ambiciones políticas de Hearst, truncando su aspiración de convertirse en jefe de la Casa Blanca.
Puede que tengan razón los que han salido en defensa de Sarah Palin y del Partido del Té con el argumento de que no se puede echar sobre sus espaldas la acción del desequilibrado que causó la matanza de Tucson. Sin embargo, como ocurrió con el caso del ex presidente McKinley y de Hearst, las asociaciones no pueden evitarse. La republicana difundió en su web un mapa que señalaba con una diana a la congresista tiroteada y, en lugar de utilizar un lenguaje moderado o reflexivo para convencer a sus seguidores, emplea y alienta una retórica vitriólica que da impulso a toda suerte de extremistas. Esta es la razón por la que, aunque no se le pueda imputar en ningún modo la masacre, ha quedado atrapada por ella perdiendo todas las opciones de ser presidenciable.
Los mayores beneficiados de esta situación sobrevenida no son Barack Obama ni los demócratas, como dan a entender quienes cierran filas con Palin para minimizar daños, sino el ala moderada del Partido Republicano, para la cual lo ocurrido representa la ocasión de desembarazarse de la antigua gobernadora de Alaska y encauzar el populismo del Tea Party. Tenían que hacerlo antes o después si querían construir una alternativa creíble a Obama, pero ahora ya no les queda más remedio que desmarcarse pronto de ella para recuperar la iniciativa. Todos sus esfuerzos por disputar el terreno de la moderación al presidente se verán lastrados si no escenifican con un gesto bien visible que también ellos dan por terminada la polarización extrema.