La UE quiere evitar el riesgo de que el Reino Unido actúe como un torpedo interno

Salvador Arroyo BRUSELAS / COLPISA

INTERNACIONAL

 Un hombre camina frente a una pintura que muestra a la primera ministra británica, Theresa May, sonámbula con un pijama negro cubierto de estrellas amarillas similares a las de la bandera de la Unión Europea
Un hombre camina frente a una pintura que muestra a la primera ministra británica, Theresa May, sonámbula con un pijama negro cubierto de estrellas amarillas similares a las de la bandera de la Unión Europea FACUNDO ARRIZABALAGA

Europa buscar lograr garantías jurídicas para el anuncio de «cooperación leal» en las instituciones por parte de un socio que se marcha

06 abr 2019 . Actualizado a las 16:47 h.

Al ávido lector del brexit la nueva confrontación de conceptos de prórroga que volvieron a reescribir Londres y Bruselas no le va a sonar nueva. Porque no lo es. Hace apenas tres semanas el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, abonó ya la idea de prepararse para una extensión larga del Artículo 50 del Tratado de la UE (el que regula este divorcio). Lo hizo antes de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que se celebró en Bruselas el 21 de marzo. Y los líderes la rechazaron. Luego incidió en ello afeando los mensajes de intransigencia de algunos eurodiputados, tras la histórica manifestación remainer (aquello de «no podéis traicionar» a los británicos que quieren seguir en la UE). Y ahora lo vuelve a poner encima de la mesa acotando a un año el retardo y subrayando el concepto de flexibilidad; el Reino Unido podrá irse antes si aclara sus ideas, si valida el acuerdo de salida. Tiempo más que suficiente, hasta abril del 2020, también para «repensar su estrategia», para que se abran otras puertas como la de unas elecciones anticipadas o la marcha atrás definitiva.

Lo de Theresa May va camino de convertirse en un clásico. También llegó a aquella reunión de marzo con sus colegas con la petición del 30 de junio. Y también fracasó. Se lo canjearon por un calendario más restrictivo, el que todavía prevalece: con el acuerdo de retirada validado por Westminster, prórroga hasta el 22 de mayo. Pero como sus señorías se lo han vuelto a tumbar el 'final' es el próximo día 12. ¿Y entonces qué? ¿Ese viernes acabará todo? Salvo accidente, no. Otra cosa es cómo establecer el to be continued. Y ahí el asunto es complicado. Los embajadores permanentes de los Veintisiete, reunidos el viernes de urgencia con representantes del Consejo Europeo y la Comisión Europea, no tienen todavía claro el camino a seguir. Las propuestas de May y Tusk confluyen en un punto clave: el Reino Unido tendría que participar en las elecciones europeas que se celebrarán del 23 al 26 de mayo. Con la fórmula del polaco se da por hecho. Es condición indispensable. La británica, por su parte, parece que lo asume, aunque sea para hostigar a los suyos, reconociendo en su carta que preparará al país para esos comicios si todo, una vez más, se le vuelve a torcer. Y todo, en este minuto del brexit, se circunscribe a la negociación abierta con su enemigo parlamentario, el laborista Jeremy Corbyn.

Evitar un divorcio caótico

«Prudente expectación y paciencia activa», en estos términos definen fuentes diplomáticas la situación en Bruselas. Se necesitan más datos para montar la respuesta a May. Y para ello «habrá que esperar a lo que suceda el lunes o el martes». Dicho así parece que no hay inquietud. La hay, pero prevalece la voluntad mayoritaria de encontrar una salida al atolladero que evite un divorcio caótico. En el seno del club hoy continúan existiendo diferencias de tono. Se traslada sensación de mayor intransigencia desde Francia y Holanda y receptividad desde Alemania mientras que España se mantiene en modo constructivo.

Pero la realidad es que, al margen del tiempo a entregar si es que finalmente se hace, todos comparten la necesidad de conjugar correctamente la misma fórmula: que la UE continúe funcionando y que la salida del Reino Unido sea ordenada en esa hipotética «nueva transición». Por ello el debate de ayer en el seno del Coreper estuvo esencialmente no ya en dar el portazo el día 12 sino en cómo se puede garantizar que las instituciones de la UE vayan a seguir tomando decisiones soberanas, caminando hacia adelante con normalidad, con un socio que se va. Cómo evitar, en definitiva, el riesgo de un torpedeo interno. En este sentido, en su misiva, May no sólo se refiere a los preparativos para las europeas, también alude a la «cooperación leal» que contempla el derecho comunitario. Pero hay que atar jurídicamente ese compromiso porque, en ese tiempo añadido, fuera ya de la órbita del Artículo 50, se requiere adoptar medidas «preventivas». Y entre otras, arbitrar un mecanismo de Veintisiete más uno, similar al que ha existido durante los más de dos años de negociaciones del brexit, pero en un contexto nuevo, «más sensible» y para la toma de todas las decisiones claves para el futuro del club.

El acuerdo no se reabre En esencia, evitar que se hagan realidad amenazas como la lanzada ayer mismo por el más recalcitrante de los euroescépticos británicos, el conservador Jacob Rees-Mogg: «Si una extensión larga nos deja atrapados en la UE, debemos dificultar lo más posible las cosas. Podríamos vetar cualquier aumento del presupuesto, obstruir (el proyecto) de ejército de la UE y bloquear los planes integracionistas del señor Macron», lanzó el caballero a través de su cuenta de Twitter. Pero también anomalías como la que se ha vivido los dos últimos meses en el Parlamento Europeo con un expediente, el de la exención de visado a los ciudadanos de Reino Unido tras el brexit, bloqueado por un ponente británico porque se negaba a aceptar la definición del Peñón como «colonia», pese a que el texto había sido consensuado por los Veintisiete. En ese to be continued tampoco, como ahora, se reabriría el documento esencial de 585 páginas, el Acuerdo de Retirada. Distinto es comenzar a cimentar la relación futura e incorporar mejoras en la declaración política. Hoy, un más de lo mismo. La próxima semana, ya se verá.