La caótica gestión de la pandemia y los escándalos no pasan factura a Johnson
INTERNACIONAL
Tras dos años en Downing Street, el primer ministro británico se consolida
01 ago 2021 . Actualizado a las 10:14 h.24 de julio del 2019. Boris Johnson entra en Downing Street convertido en primer ministro, algo que unos meses antes no solo parecía improbable, sino incluso un chiste para algunos. Dos años después, el controvertido político sigue sorprendiendo, pues no solo logró en diciembre del 2019 la victoria más amplia para los conservadores en unas elecciones generales desde tiempos de Margaret Thatcher, sino que en mayo pasado le propinó otro varapalo a los laboristas en las elecciones locales inglesas. Esto, a pesar de todos los errores cometidos en la gestión de la pandemia del covid-19 y de los escándalos en los que se ha visto envuelto, lo cual parece indicar que el premier es inmune incluso a él mismo.
24 meses después de reemplazar a Theresa May, Johnson luce consolidado. Ni siquiera las explosivas revelaciones que en las últimas semanas ha venido haciendo quien fuera su mano derecha durante sus primeros meses en el Gobierno, Dominic Cummings -quien lo ha tachado de «no apto» para el puesto y lo ha acusado de no tomarse en serio el riesgo que representaba el coronavirus-, han hecho mella en él.
Aunque encuestas como las de la empresa YouGov vuelven a asegurar que la imagen del premier y la de su Gobierno exhiben signos de desgaste, lo cierto es que esos mismos estudios de opinión revelan que el mandatario le saca hasta 11 puntos de ventaja al líder opositor, Keir Starmer (34 a 23); y además auguran que los tories le ganarían, por cinco puntos, a los laboristas en unas hipotéticas elecciones anticipadas.
Estos datos son llamativos, porque indican que los ciudadanos no solo han obviado escándalos como el de las remodelaciones que Johnson ordenó en plena pandemia en sus apartamentos privados y cuya financiación no ha quedado del todo clara, sino que tampoco han hecho balance del cumplimiento de su oferta electoral.
Hecho, pero no terminado
La materialización, sin más dilaciones, del brexit fue la gran promesa que Johnson hizo a los británicos en el 2019. Pese a que cumplió, pues el Reino Unido dejó definitivamente la Unión Europea (UE) la pasada Nochevieja, los problemas que la aplicación del Protocolo para Irlanda del Norte han provocado en el comercio de este territorio, en estos primeros meses de divorcio, parecen ser una señal de que la tarea dista mucho de haberse completado con éxito.
El primer ministro británico rechazó en todo momento extender el llamado período de transición, para así darle más tiempo a los negociadores para pactar el complicado acuerdo, y ahora se están viendo los efectos de esa decisión. No obstante, el mandatario y su Gobierno han obviado esto y ahora están pidiendo a Bruselas renegociar el acuerdo, por considerarlo «insostenible».
«Nadie podía prever los efectos que tendría», ha llegado a decir el ministro para el brexit, David Frost, para respaldar la petición de revisión de Johnson, la cual ya ha sido rechazada de plano por sus antiguos socios.
Pero la salida de la UE no es la única promesa a la que se ha aferrado el premier. Aumentar la financiación de la sanidad pública en hasta 34.000 millones de libras (40.000 millones de euros) al año y dotarla de más personal fue otra de las banderas de su estrategia. La pandemia ha forzado al Gobierno a cumplir la primera parte con creces, pero expertos dudan que se pueda contratar a las 50.000 enfermeras adicionales que prometió durante la campaña, en especial por la explosiva combinación del fin de la libre circulación de personas con los Veintisiete y la puesta en vigor del nuevo sistema migratorio.
Durante la campaña, Johnson aseguró que no recurriría a la austeridad. Sin embargo, el ministro de Economía, Rishi Sunak, envió a la papelera esa promesa al anunciar subidas de algunos impuestos y recortes del gasto a partir del 2022. Medidas que buscan revertir el elevado endeudamiento provocado por la pandemia. A mediados del 2020, por primera vez desde 1963, la deuda pública alcanzó los 1,95 billones de libras (2,15 billones de euros), lo cual equivale al 100,9 % del producto interior bruto.