Alegoría. Kim Jong-un regaló dos pungsan al entonces presidente surcoreano, como símbolo de amistad y cooperación, pero acaban de ser abandonados por su dueño
28 dic 2022 . Actualizado a las 22:14 h.Hubo una época, hace no mucho, en la que Corea del Norte regalaba hermosos perros a su vecino, en vez de lanzar misiles intimidatorios. De la raza pungsan y hermosa pelambre blanca, los pequeños Gomi y Songgang pasaron de las manos de un risueño dictador Kim Jong-un a las del entonces presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, como ofrenda de paz después de reunirse en Pionyang en el año 2018. De una raza de caza autóctona norcoreana, los cachorros cautivaron al país y ocuparon las portadas internacionales. Eran monos, fotogénicos y símbolo de fraternidad, conciliación y cooperación entre dos naciones que desde 1948 viven al borde del exterminio mutuo.
Cuatro años después de aquella gesta diplomática, fuera del cargo desde mayo, Moon se los llevó a su domicilio pero reclamó que el nuevo Gobierno le pagara la manutención de los dos perros, ahora juveniles canes de buen tamaño.
Hubo pleito con el mandatario actual, Yoon Suk-yeol, pero Moon ha sido firme. Sin dinero para la comida y el veterinario, los perros —la pareja y uno de sus cachorros— no se quedaban en casa con él y su familia. Pedía una suma cercana a 1.800 euros al mes, según un medio local que citaba fuentes anónimas gubernamentales.
El exlíder amenazó y cumplió. Ninguna importancia tuvo que incluso se haya cambiado la ley para que los regalos presidenciales pudieran quedarse con quien ostentaba el cargo en el momento de recibirlos, siempre que fueran seres vivos. Tampoco que el nuevo Ejecutivo prometiera una eventual ayuda, aunque aún debatía la cuantía. Por estas cosas se pelean los presidentes surcoreanos. De fondo está la acusación del entrante Yoon al saliente Moon de haber sido sumiso con Kim.
Antecedentes
Hay antecedentes en el gesto de Kim. Su padre, Kim Jong-il, ya había hecho idéntico regalo a otro presidente surcoreano, Kim Dae-jung. Aquello fue, en realidad, un intercambio de perros. Pero los primeros pungsan siempre habían vivido en un zoológico. Murieron en el 2013. Alegoría de la difícil relación entre Norte y Sur, el cariño y el cuidado que merecen estas nobles mascotas se han esfumado al ritmo del tamtam de los tambores de guerra. Rechazados, su amo primero los envió a un veterinario, en la ciudad de Daeju, en el sur del país. Songgang sufre de otitis y Gomi, de cálculos renales. Gomi y Songgang están ahora en un zoológico en la ciudad de Gwangju, al que llegaron a mediados de diciembre. Hubo algarabía al recibir a los canes, photocall incluido con el alcalde. Como si fueran osos pandas, sus otros seis hijos, nacidos a partir del 2019, ya habían tenido ese destino y viven ahora en zoológicos. Allí serán exhibidos y sometidos a un programa de ejercicio físico. Mientras Gomi y Songgang son abandonados en el sur, Corea del Norte ratifica que nunca abandonará las armas nucleares y la tensión vuelve a subir en la península coreana con el eco de los lanzamientos de misiles, el vuelo de drones y toda clase de amenazas.