La revuelta fracasada del Grupo Wagner evidencia la fragilidad de Putin y su sistema

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Un seguidor del presidente Putin ondea una bandera con su rostro en el exterior del Kremlin
Un seguidor del presidente Putin ondea una bandera con su rostro en el exterior del Kremlin MAXIM SHIPENKOV | EFE

Ucrania cree que Prigozhin «humilló» al líder ruso y Blinken ve «grietas reales» en su autoridad

26 jun 2023 . Actualizado a las 13:38 h.

Vladimir Putin logró frenar la rebelión de Wagner, pero se ha dejado mucho en la maniobra. El levantamiento de los mercenarios liderados por Yevgueni Prigozhin ha evidenciado la fragilidad del sistema del presidente de Rusia, que no pudo evitar que en 24 horas un grupo armado tomase una ciudad rusa y avanzase hacia Moscú hasta situarse a apenas 200 kilómetros de la capital.

«Tuvo lugar una situación revolucionaria. Una sublevación en Moscú podía haber cambiado el poder. Dejamos escapar la posibilidad, esto es un menos. Pero el régimen se debilitó a consecuencia de eso, esto es un más», escribió en su canal de Telegram el conocido empresario opositor ruso Mijaíl Jodorkovski. No obstante, el exmagnate, que fue el hombre más rico de Rusia hasta su condena y exilio, afirmó que «surgirán más situaciones como esta». «Y hay que estar más preparados para ellas», advirtió.

Jodorkovski calificó de «impotentes dañinos» a los opositores que no se atrevieron a ayudar al jefe de Wagner a derrocar a Putin y tomar el poder y afirmó que son como «arena dentro de la dinamita, ni explotan ni dejan explotar», según recoge Efe.

Lo cierto es que la situación creada por la rebelión de Wagner genera más preguntas que respuestas. Los wagneritas cruzaron sin resistencia alguna la frontera, entraron en Rostov del Don y ocuparon sin un solo disparo el Estado Mayor y otros objetivos militares, desplazaron al menos cuatro columnas militares casi hasta Moscú sin sufrir una baja, pero derribando varios helicópteros y un avión militar ruso.

Hubieran llegado a la capital rusa de no decidir Prigozhin, tras conversaciones con el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, dar media vuelta a las columnas, tras llegar a acuerdos que no reportan mucho provecho ni a los wagneritas ni a su jefe, solo para «evitar un derramamiento de sangre». Incluso pese a que las unidades más profesionales combaten ahora en Ucrania, muchos se preguntan cómo los wagneritas pudieron avanzar tanto y se cuestionan si se trató de una debilidad del mando militar ruso o de una decisión deliberada para permitir las negociaciones entre Prigozhin y Lukashenko.

Inicio del «desmantelamiento»

No obstante, pese al fracaso del motín, Kiev considera que este marcó el inicio del «desmantelamiento del sistema» de Putin. «Es la punta del iceberg de un proceso de desestabilización», tuiteó el secretario del Consejo, Oleksí Danílov. La única opción que tiene Putin para «salvarse» es la «liquidación física» de los Wagner, un castigo ejemplar a Prigozhin y la implantación de una ley marcial, añadió.

El asesor de la Presidencia ucraniana, Mijailo Podoliak, lamentó la retirada de Wagner cuando estaba a punto de «anular a Putin» y tras negociar con «un intermediario de dudosa reputación, Lukashenko», que promete «garantías de seguridad».

La «élite de Putin» ha vivido 24 horas de temor, añadió el asesor del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, según el cual Prigozhin «humilló» al líder del Kremlin y demostró que no tiene el «monopolio de la violencia».

Mientras tanto, Rusia retorna lentamente a una extraña «normalidad», sacudida durante casi 24 horas por esta inédita sublevación que prácticamente no se reflejó en la vida de la capital, pese a la amenaza que avanzaba en su dirección, y muy tibiamente en los medios de prensa rusos.

Después de que Prigozhin salió de Rostov del Don en la noche del sábado y desapareció de la vista de la prensa, supuestamente en dirección a Bielorrusia, los wagneritas comenzaron a abandonar la ciudad entre vítores por un lado y abucheos por el otro.

Pese a que el Grupo Wagner protagonizó una rebelión calificada por el Kremlin de traición y «puñalada en la espalda», muchos rusos ven en esta formación paramilitar a héroes que han traído victorias a las armas rusas y que se enfrentan a la burocracia, lo que genera sentimientos encontrados en la población.

Retirada de los mercenarios

El gobernador de la región de Vorónezh, Alexandr Gúsev, informó de que las columnas de los Wagner atravesaron el territorio de vuelta a sus bases «con normalidad y sin excesos».

En la vecina Lípetsk, donde también pasaron los wagneritas, las autoridades aseguraron que trabajan en el restablecimiento paulatino del tránsito por las carreteras, bloqueadas la víspera con camiones o con zanjas.

Los combatientes chechenos de la unidad Ajmat, enviados a Rostov para sofocar la sublevación, también regresaron a sus bases en Ucrania, según el comandante checheno Apti Alaudínov, para «continuar sus misiones en la liberación de Márinka», en el este del país.

La comunidad internacional reaccionó de modos disímiles: los ministros de Exteriores del G7 acordaron «coordinarse con respecto a la situación en Rusia», mientras que la UE analizará este lunes los hechos en Luxemburgo, todos en el contexto de la ayuda militar a Ucrania. EE.UU., en boca de su secretario de Estado, Antony Blinken, destacó las «grietas reales» que la sublevación ha evidenciado en la autoridad de Putin y aseguró que la crisis para el mandatario ruso no ha terminado.

No faltaron tampoco los aliados del Kremlin en América Latina: el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, envió un mensaje de solidaridad a Putin, mientras que el venezolano Nicolás Maduro celebró que el Kremlin saliera «victorioso» de esta situación.

El Kremlin sabía del intento de rebelión, según Estados Unidos

«Estaban preparados para algo así», dice su inteligencia

Los servicios de inteligencia de Estados Unidos sospechan que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, había sido avisado de una posible rebelión del grupo de mercenarios Wagner y de su líder, Yevgueni Prighozin, aproximadamente un día antes de la rebelión protagonizada por la organización y que comenzó el viernes con la toma de la ciudad rusa de Rostov, sede del cuartel del mando sur del Ejército ruso.

Las fuentes de inteligencia citadas por The Washington Post entienden que, durante esta última semana, comenzaron a acumularse los «indicios suficientes» como para que el Kremlin «concluyera que ahí está pasando algo». No obstante, y como reconocieron el sábado fuentes de los mismos servicios a la CNN, la naturaleza exacta de lo que iba a suceder, así como el momento exacto en que iba a ocurrir, era desconocida para todos excepto para Prigozhin y su gente.

«Creo que estaban preparados para algo así», indica no obstante una fuente de Inteligencia al Post que recoge Europa Press.

Estas fuentes estiman que el momento clave ocurrió el 10 de junio, cuando el Ministerio de Defensa ruso ordenó a Wagner que se acogiera a la política del Gobierno por la que todos los grupos de voluntarios armados debían firmar contratos con el Ejército, algo que Prigozhin entendió como una incorporación forzosa a las filas, en la gota que colmó el vaso de meses de discrepancias con la cúpula militar rusa sobre el desarrollo de la guerra en Ucrania.

Si bien la inteligencia de EE.UU. no tiene conocimiento preciso del momento en que Putin fue avisado de que Prigozhin podría responder con la fuerza a estas tensiones, creen que «lo sabía al menos con 24 horas de antelación» a la operación de Wagner, de acuerdo con estas fuentes.

Lo que sí desconocen es por qué Putin no tomó una respuesta inmediata sobre el terreno a la toma de Rostov, si bien sospechan que la lentitud de la reacción se debió a una falta de coordinación a alto nivel dentro del Kremlin «probablemente por rivalidades internas» para resolver una crisis finalmente desactivada el sábado por la tarde, cuando Prigozhin ordenó el retroceso del convoy que le llevaba a Moscú gracias a la mediación del presidente ruso, Aleksandr Lukashenko.