Amoxicilina: ¿cómo se debe tomar?, ¿cuáles son los errores más frecuentes?, ¿se debe acompañar de un protector de estómago?
EL BOTIQUÍN
Los expertos señalan que el mal uso de los antibióticos es una de las principales causas de la resistencia de las bacterias, un problema de salud pública mundial
06 jul 2023 . Actualizado a las 15:58 h.El uso de antibióticos está cada vez más controlado. En el 2022, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) situaba a España como el séptimo país con mayor consumo por habitante de todo el continente. El informe también estimaba que 20 de cada 1.000 ciudadanos hicieron uso de estos fármacos, un dato que supone casi cuatro puntos más que la media de 16,4 del bloque comunitario.
Dentro del amplio abanico que componen este tipo de fármacos, la amoxicilina es uno de los más conocidos, comúnmente utilizada en el tratamiento de infecciones bacterianas, ya que los antibióticos no se emplean para cuadros víricos como la gripe o el catarro, ni sobre hongos. En la actualidad, no se puede acceder a su consumo sin prescripción y control médico.
Se trata de un antibiótico de la familia de las penicilinas. Es bactericida, es decir, «capaz de destruir las bacterias, lo que permite su uso para el tratamiento de las infecciones locales o generalizadas», explica Victoria Fernández, miembro del Consejo General de Farmacéuticos de España. Se considera un antibiótico de amplio espectro porque es eficaz en los grandes grupos de especies bacterianas: «Estas tienen una cubierta especial y, según la estructura de esta capa, se pueden diferenciar entre las Gram positivas y las Gram negativas», detalla la experta. Por su parte, actúa tanto por vía oral como si se inyecta.
¿Cómo y cada cuánto se debe tomar?
Se puede acompañar de la ingesta de alimentos o en ayunas, pues la comida no afecta a su absorción en el intestino, ni los ácidos del estómago son capaces de destruirla. Se elimina por la orina y es segura para la administración en lactantes y en mujeres embarazadas.
Aunque la duración y el intervalo del tratamiento depende de la prescripción que paute el médico, es posible que la ingesta se realice dos o tres veces al día, entre 7 y 10 días. Por ejemplo, hay infecciones como la de orina, en las que es habitual que el tratamiento sea menor de una semana. El doctor Mario Bárcena, miembro del grupo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) señala que lo más habitual es que se recete cada ocho horas. Con todo, apunta: «La duración es diferente según el tipo de infección y, aunque existe una tendencia a que cada vez sea menor el número de días necesarios, es importante que el paciente nunca lo acorte por su cuenta».
¿Cómo funciona?
Su mecanismo de acción, al igual que sucede en otro tipo de penicilinas, se basa en inhibir la síntesis e impedir la reparación de la bacteria: «Conduce a la aparición de erosiones o agujeros en la pared celular bacteriana y facilita la ruptura de la membrana y de la propia célula», describe Fernández.
¿En qué casos se utiliza?
Pese a estar ampliamente recomendado en un gran número de infecciones, algunas bacterias han sido capaces de desarrollar resistencia a este tipo de fármacos, lo que ha hecho que ya no sean susceptibles a su presencia. Precisamente, esta especie de convivencia es un problema de salud pública, especialmente, con la vista puesta en el futuro. «Se ha estimado que solo en la Unión Europea, la resistencia es responsable de cerca de 33.000 pérdidas humanas al año, mientras a nivel global, se asocia a unas 700.000 muertes», detalla la farmacéutica, quien recuerda que por esta razón resulta imprescindible erguir las instrucciones relativas a su uso, «a la dosis necesaria, al intervalo y a la duración del tratamiento que pauta el médico», indica.
Es más, abandonar la prescripción del médico cuando la persona se encuentra mejor es uno de los errores que con mayor frecuencia el doctor Bárcena observa en consulta. Otro de ellos es acompañar el antibiótico con un protector de estómago, como el omeprazol, «ya que no es necesario», detalla.
Se suele pautar tanto en niños, como en adultos, para enfermedades otorrinolaringológicas, de las vías respiratorias, de las vías urinarias o dentales, así como en otras más específicas. La especialista Victoria Fernández habla de algunos ejemplos: «Sinusitis bacteriana aguda, otitis media aguda, amigdalitis y faringitis estreptocócica aguda o cistitis aguda entre otras», precisa. El especialista de la SEMG añade su uso, en combinación con otros fármacos, «en el tratamiento para erradicar del estómago al Helicobacter pylori».
¿Cuáles son los efectos secundarios más habituales?
Aunque presente un perfil seguro y muy conocido por los expertos, los efectos adversos más frecuentes, aunque no siempre presentes, están relacionados con alteraciones del sistema digestivo como náuseas o diarreas: «Esto se debe a la disfunción que se genera sobre la propia flora intestinal, de aquí se deriva la recomendación del uso de probióticos», destaca Fernández. También se han descrito casos más excepcionales de candidiasis oral, vaginal o en faringe, así como de hipersensibilidad con erupciones cutáneas, picor o urticaria.
Eso sí, «cuando la diarrea se vuelva muy intensa, con sangre o con importante afectación del estado general, la persona deberá suspender la amoxicilina y consultar con un médico», recuerda el miembro de la SEMG. También será necesario una atención urgente cuando se produzca una reacción alérgica.
¿Con qué otros medicamentos puede interactuar?
Por su parte, las principales interacciones se producen, según la experta en Farmacia, con otros antibióticos como el cloranfenicol o la doxiciclina, aunque señala que no se suelen pautarse de manera conjunta. «Otras son tenidas en cuenta por el médico a la hora de prescribir los medicamentos, quien considera el riesgo y beneficio, y selecciona la administración más adecuada», detalla Fernández.
El doctor Bárcena señala que el paciente debe advertir a su médico si está tomando alopurinol, para reducir el ácido úrico, «ya que pueden aumentar las reacciones alérgicas en la piel»; metotrexato, un fármaco empleado en la artritis reumatoide, en otras patologías reumáticas y en algunos tipos de cánceres, «pues puede aumentar la concentración de este»; Sintrom, «por si fuese necesario ajustar la dosis» y, finalmente, recuerda que muchos antibióticos, entre ellos la amoxicilina, pueden disminuir la eficacia de los anticonceptivos orales, «por eso se aconseja recurrir a otros métodos, como el preservativo, hasta 7 días después de haber finalizado el tratamiento con amoxicilina».
Se considera muy eficaz, poco tóxico y suele ser muy bien tolerado en población especialmente vulnerable como los niños. «Al igual que el resto de antibióticos, la amoxicilina no tiene ninguna actividad contra los virus», apunta el doctor Bárcena, que añade: «Estos causan enfermedades tan frecuentes como el catarro y la mayoría de amigdalitis y bronquitis», indica. Por ello, emplearla en estos casos sin que sea un médico el que lo indique aumenta las posibilidades de que se produzca un aumento de las resistencias.
¿Por qué se combina con el ácido clavulánico?
En ocasiones, la amoxicilina se combina con el ácido clavulánico para conseguir una menor resistencia de las bacterias al tratamiento: «Esto se debe a que su estructura y mecanismo de acción evita que las bacterias destruyan el antibiótico, se usan para ampliar el efecto antibacteriano y enfrentar las resistencias en bacterias productoras de beta-lactamasas», indica Fernández. Precisamente, el ácido clavulánico pertenece a los medicamentos inhibidores de esta última.
¿Se pueden guardar los restos del antibióticos después de haber sido utilizado?
El consumo de amoxicilina, al igual que su almacenamiento, no se debe prolongar más de lo necesario. Es más, «en el prospecto se indica que este no se guarde, ni reutilice y que, si tras finalizar el tratamiento, aún sobra antibiótico, debe devolverse a la farmacia para su correcta eliminación», detalla la profesional del Consejo General de Farmacéuticos de España. Precisamente, las boticas cuentan con el punto Sigre, destinado a la adecuada gestión de los residuos. Y si para cualquier medicamento, esta práctica es importante, cobra especial relevancia con los antibióticos: «De permanecer en el medio ambiente o ser ingeridos por animales podrían conllevar a la aparición y diseminación de resistencias. Además, debemos matizar que, a nivel general, nunca deben tirarse por el desagüe ni la basura», recuerda Victoria Fernández.