¿Cómo se produce un coágulo de sangre cerebral?, ¿cuáles son sus síntomas?
ENFERMEDADES
En función del lugar en el que se aloje la masa de sangre, se puede hablar de ictus o de trombosis de senos venosos | Dificultad en el habla, pérdida de fuerza en en la mitad del cuerpo o problemas de visión son algunos de sus signos de alerta
16 may 2022 . Actualizado a las 13:44 h.La formación de coágulos por parte de nuestro organismo es algo habitual. Si te das un golpe, o te cortas al picar la verdura, las plaquetas actuarán casi de manera inmediata para paliar esa hemorragia. De esta manera, se forma un tapón y el sangrado externo se paraliza. Acto seguido, llegan los factores de coagulación, que hacen que las fibrinas se unan y sellen el interior de la herida. Por último, el vaso sanguíneo lesionado se cura y el coágulo se disuelve con el paso de los días. Sin embargo, ¿qué ocurre si no sucede lo que dicta esta teoría?, ¿es posible que un coágulo aparezca sin una agresión externa?
¿Qué es un coágulo?
Un coágulo es la acumulación de plaquetas y fibrinas que bloquean la circulación de sangre. «Es una masa que se forma cuando las plaquetas, proteínas y diferentes células de la sangre se pegan entre sí», explica la doctora Susana Arias, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Estas formaciones son una reacción defensiva del organismo ante una herida externa. Con todo, «el problema llega cuando estos coágulos de sangre circulan por el organismo, tanto por las arterias como por las venas, sin un fin, impactando y produciendo una falta de riego en un determinado órgano», añade la profesional. Aquí ninguno queda excluido, ya que pueden llegar al cerebro, al corazón, al riñón, al intestino o a cualquier extremidad. Como consecuencia del taponamiento, llega la privación del flujo sanguíneo a los distintos órganos, con los efectos negativos de salud que provoca.
¿Por qué se suele formar un coágulo?
Más allá de su definición como reacción ante una agresión externa, podemos diferenciar distintas causas que hacen que un coágulo viaje o bien por las arterias, o bien por las venas. Tirando de metáforas, la doctora Arias propone ver las arterias como una carretera de ida «que llevan la sangre oxigenada», y las venas como una vía de vuelta, «por la que circula la sangre sin oxigenar y los desechos». En función del lugar en el que se forme un coágulo hablaremos de un origen u otro.
Los trombos o embolias que aparecen en las primeras pueden deberse a una fuente cardioembólica, a problemas en la estructura del corazón, en su aparato eléctrico o en su aparato valvular. «Por ejemplo, después de un infarto agudo de miocardio, la pared del corazón puede quedar débil, y que el bamboleo de este órgano no sea el adecuado en cada latido», señala la vocal de la SEN, que añade: «Eso provoca que con cada movimiento, uno de esos trombos es expulsado a la circulación general, pudiendo impactar en diferentes órganos».
Bamboleo cardíaco: por su término en inglés swinging heart. Bamboleo cardíaco o corazón oscilante, que se da cuando el corazón tiene una movilidad libre dentro de la cavidad pericárdica.
Otra de las causas pueden ser las enfermedades de las propias arterias, fundamentalmente la aterosclerosis, «que es el acúmulo de placas de colesterol, en la que el tabaco y la dislipemia son los principales factores de riesgo», explica la doctora de Neurología. Esta enfermedad trae consigo dos posibilidades: que se formen pequeños coágulos en las placas de ateroma, o que un fragmento de la placa se desprenda y acabe impactando.
De igual manera, la formación de un coágulo también puede explicarse a raíz de las enfermedades procoagulantes. A mayores, «existen estados procoagulantes en la mujer relacionados con la toma de anticonceptivos orales, con el embarazo y con el puerperio», precisa la experta. El consumo de determinados fármacos y drogas ilícitas también «se han visto como sustancia procoagulantes».
Por su parte, los trombos pueden aparecer en el seno de algunos tumores, «fundamentalmente adenocarcinomas», así como con determinados tratamientos utilizados en el apartado de oncología.
Las enfermedades hematológicas también hacen acto de presencia. «En ellas existe alguna alteración en la cascada de coagulación sanguínea, que hace que esta no se realice de forma ordenada y se de lugar a la formación de trombos cuando no se deberían producir», apunta la doctora Arias. Ya por último, la especialista apunta a las enfermedades autoinmunes.
Sin embargo, ¿cómo ocurre la formación de un coágulo en los senos venosos cerebrales? La Sociedad Española de Neurología indica que esta enfermedad es ligeramente más frecuente en mujeres y en pacientes jóvenes. Por ello, dentro de los factores de riesgo más específicos se pueden encontrar los anticonceptivos orales, el embarazo y el uso de terapias hormonales.
¿Cuáles suelen ser las consecuencias principales de la formación de coágulos en el cerebro?
De nuevo, es preciso diferenciar entre los trombos que se producen en las arterias, y los que tienen lugar en las venas. De ocurrir en el primer grupo, daría lugar a un ictus. La mayoría suele ser de tipo isquémico, ya que es el más prevalente en la población: «Representa aproximadamente el 80 % de los casos que ingresan en nuestras unidades», señala la vocal de la SEN.
El ictus es la segunda causa de muerte en España, la primera entre mujeres, y es también el principal motivo de discapacidad adquirida en el adulto. Cada año, tan solo a nivel nacional, lo padecen de 110.000 a 120.000 personas, de las cuales la mitad quedan con secuelas discapacitantes o incluso fallecen, según datos aportados por la Sociedad Española de Neurología. Si bien en las últimas dos décadas, la mortalidad y discapacidad por ictus ha disminuido, se estima que en los próximos 25 años su incidencia se incremente en torno a un 27 %. «Un ictus es un trastorno brusco en la circulación sanguínea del cerebro que puede ser producido por una oclusión arterial, lo cual sucede en el 85 % de los casos, o por hemorragia, en el 15 %», indican desde la SEN.
Precisamente, existen dos tipos de ictus según la causa que los justifique: el infarto cerebral o ictus isquémico, que tiene lugar cuando un coágulo tapa una arteria y la sangre no puede fluir, y la hemorragia cerebral o el ictus hemorrágico, que aparece cuando el vaso sanguíneo se rompe y la sangre se derrama en el cerebro. Ambos comparten síntomas, aunque el primer tipo es el que se produce en la mayoría de las urgencias.
Por el contrario, al hablar de los coágulos formados en las venas, la enfermedad más frecuente es la trombosis venosa: «No puede venir toda la sangre de vuelta, lo que va a provocar un aumento de la presión intracraneal y con ello, las consecuencias que esto pueda generar», señala la doctora Susana Arias, que precisa: «En algunas ocasiones, las trombosis venosas cerebrales pueden producir también un ictus de forma secundaria, tanto isquémico como hemorrágico, de ahí la importancia de un diagnóstico y tratamiento precoz».
Esta enfermedad cerebrovascular se considera poco frecuente. Según la SEN, representa menos de un 0,5 % de los casos totales de este tipo de patologías que se producen en España. Los datos lo confirman: afecta a entre uno y 1,3 pacientes de cada 100.000 cada año.
¿Cuáles son los síntomas de un coágulo cerebral?
Aquí, una vez más, existen ligeras diferencias en función de su origen y por lo tanto, enfermedad.
Coágulo de sangre en las arterias
Para distinguir los signos de alerta ante un ictus es importante destacar la campaña de las tres F, por sus siglas en gallego: «Forza, faciana e fala» (fuerza, cara y habla). «La primera corresponde a la pérdida de fuerza de distribución hemicorporal en brazos y piernas. La segunda, a la desviación de la comisura bucal, y la última, al habla. Es decir, a la alteración en la correcta articulación o emisión del lenguaje, o en la comprensión del mismo», explica la doctora Arias. Sin embargo, estos no son los únicos síntomas. A los anteriores se les pueden sumar problemas de inestabilidad de aparición brusca, así como la pérdida de visión de manera repentina.
Los síntomas más comunes de un ictus son:
- Alteración brusca en el lenguaje, con dificultades para hablar o entender.
- Pérdida repentina de fuerza o sensibilidad en una parte del cuerpo, que de manera general afecta a una mitad y se manifiesta, sobre todo, en la cara y en las extremidades.
- Alteración brusca de la visión como pérdida de visión en un ojo, visión doble o incapacidad para apreciar objetos en algún lado de nuestro campo visual.
- Pérdida brusca de coordinación o equilibrio.
- Dolor de cabeza muy intenso y diferente a las molestias habituales.
Fuente: Sociedad Española de Neurología
Trombosis de senos venosos cerebrales
Los trombos en el sistema venoso del cerebro se caracterizan por el dolor de la cabeza, «que puede afectar a una parte o a toda», y que es constante y empeora en el día a día. «No cede con los tratamientos analgésicos habituales y puede aumentar al acostarse o hacer esfuerzos», indica la vocal de la SEN.
El dolor de cabeza puede venir acompañado de dificultades visuales, del oscurecimiento del campo visual, de visión doble o incluso, borrosa. Los vómitos también pueden hacer acto de presencia.
Los síntomas de un coágulo de sangre en los senos venosos del cerebro son:
- Color de cabeza de inicio súbito. Puede ser unilateral, y empeora cuando el paciente se acuesta o realiza ejercicio. Interrumpe el descanso nocturno y además de no responder a los tratamientos habituales, empeora de forma progresiva.
- Dificultades visuales como el oscurecimiento del campo visual.
- Visión doble o borrosa.
- Vómitos.
¿Existen factores de riesgo para la formación de un coágulo?
La edad es el principal factor de riesgo si se habla de ictus. Es más, la SEN estima un aumento de la incidencia en los próximos 25 años: «Esto se debe a que vamos a vivir más. La edad media de las mujeres ya es de 85, y la de los varones está en los 83, aproximadamente. Es lógico que con la edad se acumulen los factores de riesgo y también se degenere el corazón», explica la especialista de neurología. Precisamente, en la población femenina de mayor edad, «el ictus más frecuente es el de origen cardioembólico, debido en la mayoría de ocasiones, a una degeneración del aparato eléctrico de este órgano conocida como la fibrilación auricular», explica la doctora Arias.
Igualmente, resulta importante cuidar la salud cardiovascular para evitar aquellos factores que tienen un efecto sumatorio: «Hipertensión, diabetes, colesterol, obesidad o sedentarismo. Además, si las principales causas son cardíacas, también serán un factor de riesgo todas las patologías del corazón», recuerda la especialista. Entre ellas, la cardiopatía isquémica, la fibrilación auricular y la aterosclerosis.
¿Una persona sana, sin factores de riesgo ligados al estilo de vida, puede sufrir la formación de un coágulo?
La respuesta es afirmativa. Como explicación a este fenómeno se encuentra en primer lugar el conocido como síndrome de clase turista: «La inmovilización prolongada que se puede producir a raíz de una fractura de una extremidad inferior, por ejemplo. En esa situación se puede formar un trombo en las venas, que emigre desde una extremidad hacia los órganos. Se produce, sobre todo, en determinados casos en los que existe una comunicación anormal del corazón y se aloja en otras cavidades como el pulmón o el cerebro», explica la doctora Arias.
Además, si bien una persona puede hacer ejercicio para evitar el sedentarismo y comer de manera saludable para prevenir la diabetes tipo II, también puede ser portadora de determinadas enfermedades hematológicas sin saberlo. Finalmente en la lista, «están los pacientes que no tienen factores de riesgo pero consumen determinados fármacos o drogas ilícitas que conllevan a un mayor riesgo de formación de coágulos», señala la neuróloga.
¿Cuál es el tratamiento de un coágulo en el cerebro?
Si el coágulo se aloja en el sistema arterial, se considera una patología tiempo-dependiente: «El tiempo es cerebro y tiempo perdido es cerebro perdido», señala la doctora Arias. Lo fundamental en este caso será disolverlo, y para ello existen dos mecanismos. El primero de ellos son las terapias de tratamientos intravenosos trombolíticos, «los cuales damos por vía intravenosa para intentar resolver ese coágulo alojado en una de las principales arterias del cerebro», señala la neuróloga. Con todo, las tasas de eficacia son pequeñas.
De ahí que la profesional aplauda el desarrollo «con gran éxito» de las técnicas de rescate endovascular producidas en los últimos años: «Mediante un sistema de cateterismo vamos directamente hacia ese trombo y lo extraemos por diferentes sistemas como la aspiración», indica Arias.
El tratamiento cambia si se produce una trombosis venosa: «Se administra anticoagulante para disolver ese trombo alojado en los senos venosos intracraneales», precisa. Para excepciones muy puntuales, los expertos hablan de técnicas de aspiración, las cuales son complejas, lo que justifica su escaso uso.
El pronóstico varía según el tipo de enfermedad
El ictus reclama inmediatez: «Cada minuto es esencial para conseguir disminuir la discapacidad de estos pacientes. Es necesario un diagnóstico precoz y administrar el tratamiento lo antes posible», señala la doctora Arias. Según datos ofrecidos por la SEN, en España, dos de cada tres personas que superan un ictus presentan algún tipo de secuela, en muchos casos discapacitantes.
Más allá de la pérdida de fuerza, otras consecuencias bastante comunes son la depresión (en el 64 % de los casos), los problemas de memoria, la afasia y la rigidez o tirantez en los músculos que obstaculiza las tareas diarias.
En cambio, el problema de las trombosis venosas cerebrales es el propio síntoma que en ocasiones puede demorar el diagnóstico. Con todo, «la mayor parte de los casos atendidos pueden resolverse sin secuelas. Es más, suele ser poco frecuente que una persona vuelva a tenerla en el futuro», detalla la especialista. Tal y como indica la SEN, a nivel nacional, la recuperación tras una trombosis de senos venosos cerebrales es completa en aproximadamente un 80 % de los pacientes, mientras que solo un 5 % desarrolla algún tipo de secuela severa.