Jesús García-Foncillas, oncólogo: «Ni de lejos conocemos todos los factores ambientales que influyen en el cáncer»
ENFERMEDADES
La Sociedad Americana de Oncología Clínica ha elegido a este experto para formar parte de uno de sus consejos asesores
27 abr 2023 . Actualizado a las 19:13 h.El doctor Jesús García-Foncillas, director del Instituto Oncológico y vicepresidente de la Fundación para la Excelencia y Calidad de la Oncología (ECO), acaba de ser seleccionado por la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO por sus siglas en inglés) como miembro de su Cancer Care Delivery Council. El experto entendió, muy pronto, la importancia de traducir el cáncer al contexto de la biología, no solo para comprender la enfermedad, sino también para buscar soluciones.
Es profesor de Oncología de la Universidad Autónoma de Madrid y director de la Cátedra de Medicina Individualizada Molecular. Entre sus cargos también destaca la vicepresidencia de la Comisión Nacional de Oncología Médica del Consejo de Especialidades del Ministerio de Sanidad y Consumo y reconocimientos como el Premio Nacional 2020 de la Real Academia Nacional de Medicina de España.
—Va a formar parte de la Sociedad Americana de Oncología Clínica. ¿Cuál será su función en este consejo?
—Entiendo que lo más importante que tiene esta sociedad, a través de sus consejos, es que podamos poner de alguna forma la investigación y el desarrollo de nuevas terapias en el contexto más próximo al paciente allí dónde esté. Cuando se habla de sociedad americana, no solo se refiere al entorno de Estados Unidos, sino también a nivel mundial. También para que de alguna manera empecemos a implementar una serie de elementos que, junto a la investigación, son importantes como es el diagnóstico precoz o la parte que corresponde a promover hábitos saludables. Esto no es fácil y tenemos que concienciar y educar a la población.
—Uno de los objetivos de este consejo es el backup behavior, que consiste en que equipos multidisciplinares apoyen al paciente incurable. ¿Es esto un reto para la oncología en España?
—Sí, completamente cierto. De alguna forma, lo que tenemos claro en la medicina y, sobre todo en la oncología, es que no se puede abordar el tratamiento en el cuidado del paciente oncológico desde un solo especialista, pues esto requiere siempre equipos multidisciplinares. No podemos con una sola especialidad dar respuesta a todas las preguntas que tiene la persona, solo cabe un abordaje completo para tratar al paciente oncológico. Eso también supone que tenemos que subespecializarnos, formar y entrenar a equipos que trabajen en esta aproximación y con esta mentalidad.
—¿Cuáles han sido para usted los principales hitos en la oncología?
—En primer lugar, la incorporación de la inmunoterapia, porque nos ha permitido tratar y añadir más eficacia a los tratamientos tanto biológicos como de quimioterapia. El segundo punto es todo aquello que la investigación en biología molecular nos ha permitido conocer sobre cuáles son las bases que sustentan la evolución de los tumores: por qué, cómo desarrollan metástasis, cuáles son los mecanismos para hacerse resistentes o cuáles son las causas que conducen a la transformación de un tejido normal a un tejido tumoral. El punto siguiente es la biopsia líquida, es decir, que podamos a través de un análisis de sangre, saber qué es lo que está pasando en el tumor sin necesidad de biopsiar y conocer en tiempo real, incluso, alteraciones que se pueden producir en el tumor, identificar qué pacientes pueden progresar con un tratamiento o hacerse resistentes. Junto a ello, creo que un aspecto muy importante es que podamos asumir todo esto desde una vertiente multidisciplinar y con la investigación incorporada al lado del paciente.
—¿Piensa que la vacuna contra el cáncer podría llegar más pronto que tarde?
—Una vacuna como tal para todos los cánceres, no. Ahora bien, creo que en breves será posible que podamos empezar a identificar características muy determinadas de algunos tipos de tumores, entrenar el sistema inmunológico en algunos casos concretos para que frente, al menos, a las proteínas más frecuentes, sea capaces de identificarlas y ponga en marcha una reacción inmunológica. Pero es cierto que no sucederá en todos los casos, sino en algunos subtipos moleculares de tumores concretos. Es en ese campo en el que empezamos a vislumbrar algunas aproximaciones en la investigación que, si no ayudan a prevenir, sí servirán para tratarlos con este tipo de soluciones de forma precoz y resultados eficaces.
—¿Hay tipos de cánceres que son más fáciles de investigar que otros? Pienso en los fuertes contrastes en supervivencia que se producen entre el de mama y el de páncreas, por ejemplo.
—Los tumores son muy distintos entre sí. Es verdad que el cáncer de páncreas, incluso en estadios muy precoces, es muy agresivo, pero también tengo que decir que no todos los cánceres de mama son iguales. Hoy sabemos que el cáncer de mama triple negativo es muy agresivo y no tiene nada que ver con un cáncer de mama con receptores hormonales positivos y con un índice de proliferación bajo. En este posiblemente el pronóstico es mucho mejor aun estando en estadios avanzados, mientras que el otro llega a ser muy agresivo en etapas más precoces. Con lo cual, algo que tenemos que pensar es que, más allá del tipo de tumor, está la caracterización del subtipo. Esto es lo que va a determinar el pronóstico o las opciones de tratamiento. Por eso la biología molecular juega un papel tan importante.
—Habla de los avances en el tratamiento los cuales se han centrado en la inmunoterapia y en la terapia dirigida, ¿en qué se diferencia una de otra?
—La inmunoterapia potencia al sistema inmunológico para que este luche contra el tumor, mientras que las terapias dirigidas consisten en pequeñas moléculas capaces de interaccionar con proteínas anómalas. Estas se generan como consecuencia de las mutaciones adquiridas por la célula tumoral, con lo cual van dirigidas a una alteración que está presente y ocurre, con diferencia, en la célula tumoral y no en la normal.
—¿Tiene más sentido usar una u otra en función del tumor?
—Tiene sentido analizar molecularmente el tumor para ver no solo de la genética, sino también cómo es la interacción de las células tumorales con el sistema inmunológico. Así podremos ver la efectividad que puede originar una terapia inmunológica dirigida, a raíz de que hayamos identificado determinadas mutaciones frente a las cuales tenemos tratamiento o hayamos visto que el sistema inmunológico está luchando contra el tumor y, por lo tanto, esta terapia pueda tener éxito. Es decir, es el estadio del tumor lo que nos dará pistas para un mejor uso racional de estos tratamientos.
—Pienso en un claro factor de riesgo como es el tabaco. Su consumo ha disminuido en varones, lo que también ha reducido el número de hombres que padecen cáncer de pulmón, a la vez que ha crecido en mujeres lo que también ha aumentado el número de pacientes femeninas. ¿Conocen todos los factores ambientales a los cuáles se debe el cáncer?
—Ni de lejos, ojalá. Vamos muy poco a poco conociendo factores ambientales. Posiblemente, más que uno en concreto, es posible que muchas veces se produzca la combinación de varios y eso sea lo que aumente la probabilidad de desarrollar un tumor. Por otra parte, estos distintos factores exógenos, externos al individuo, no tienen el mismo papel en una persona que en otra porque la capacidad de detoxicar no es la misma. Si dos personas se exponen a la influencia de los mismos productos exógenos con capacidad de carcinogénesis, posiblemente uno desarrolle un tumor y otro no. Eso se debe a que no todos tenemos la misma capacidad de eliminar sustancias que pueden ser nocivas para nuestro organismo.
—Entiendo, por lo que dice, que los genes también pueden hacer que una persona sea más susceptible a desarrollar una metástasis.
—Así es. Hay situaciones en las que el perfil del paciente interviene y es importante al igual que lo es el tumor. Un mismo tumor o subtipo molecular de un tumor no es igual en un contexto o en otro. En primer lugar, por el perfil genético de la persona, pero también porque su sistema inmunológico no es igual. Hay individuos con una capacidad de reaccionar ante los tumores o infecciones de forma distinta y eso hace que tanto la evolución, como el pronóstico, sean distintos. Es algo que hemos visto muy bien con el covid, cuando con el mismo virus ha habido muertos y otros prácticamente no han tenido clínica. Esto ocurre muchas veces con los tumores y el cáncer.
—En materia de prevención, siempre se habla de dieta y de evitar la obesidad, ¿en qué interviene el exceso de peso para que aumente el riesgo de tener cáncer?
—Todo lo que involucra la obesidad supone que hay cambios metabólicos muy importantes. Cambios que conducen, entre otras cosas, a una supresión del sistema inmunológico, a que la grasa acumulada no siempre sea sana para el organismo, lo que facilita la transformación en algunos tejidos. En este sentido, está demostrado en modelos animales cómo la incorporación de algunas grasas puede derivar o facilitar que, junto a otros elementos exógenos y factores genéticos, se produzca la puesta en marcha del desarrollo de un tumor. Esto ocurre en el cáncer, pero el incremento de grasa también está directamente relacionado con el riesgo cardiovascular porque se acumula en las arterias, las obstruye y acaba causando importantes daños a nivel cerebral. Por eso, de igual manera que provoca daños en otras estructuras, el exceso de grasa también conduce a que haya, con mayor facilidad, situaciones de transformación en tejidos que inducen algunos mecanismos propios de la división celular.
—¿Qué opina del ayuno en el cáncer? Los grandes defensores indican que si esta estrategia se realizase antes del tratamiento de quimioterapia, las células tumorales se verían desprotegidas porque estas tienen mayor necesidad calórica.
—No hay ninguna evidencia clara demostrada de que el ayuno, antes de la quimioterapia, cambie o modifique la respuesta al tratamiento. En este punto aprovecho para decir una cosa muy importante. La célula tumoral tiene mecanismos mediante los cuales, aunque no le aportemos nutrientes o glucosa, ella los va a incorporar, buscando cualquier fuente de energía de nuestro cuerpo para transformarla y utilizarla. Estos mecanismos son perfectamente capaces de buscar recursos en otros lugares distintos independientemente de la dieta.
—¿Cómo es posible que esta célula sea tan buena superviviente hasta el punto de evitar ciertos tipos de tratamientos?
—La célula tumoral en sentido estricto es la evolución de la teoría de Darwin. Es decir, en un momento determinado hay una transformación que se produce, rompe el equilibrio con el tejido u órgano en el que se encontraba y empieza a ser una entidad que no responde al control propio de ese órgano o tejido. Además, para poder asegurarse la supervivencia, pone en marcha toda una serie de mecanismos que inicialmente están silenciados en la célula normal. Esto es la capacidad de sobrevivir a entornos hostiles, como aquel que produce la quimioterapia, que consigue a través de adquirir nuevas mutaciones que le permiten hacerse resistente a los fármacos que administramos. Por otra parte, logra algo que la célula normal no tiene, rompe el tejido dónde está, alcanza los vasos sanguíneos y busca nuevos territorios a través del torrente sanguíneo. Esto no lo puede hacer una célula normal salvo que adquiera una ventaja competitiva. Por lo tanto, es un desarrollo de la teoría de la evolución de Darwin porque consigue una serie de entidades que le dan ventajas competitivas.
—El cáncer colorrectal es el más diagnosticado en España. Si esto de por sí es preocupante, todavía llama más la atención que su incidencia esté aumentado en menores de 50 años. Uno de los factores principales es la dieta de mala calidad, ¿lo explica todo?
—Sí, es decir, el cáncer de colon en personas jóvenes, sin ningún tipo de duda, corresponde a un cambio claro en los hábitos alimenticios. Tenemos una población joven con conductas muy poco saludables tanto desde el punto de vista de la dieta, como del sedentarismo. Se ha pasado de todas esas actividades que se hacían al aire libre a que predominen las que se realizan en frente de una pantalla, también se abusa de comidas que son muy ricas en grasas de mala calidad y muy pobres en fibra, en detrimento de una alimentación rica en verduras, hortalizas, legumbres o frutas. Evidentemente, todo facilita la transformación de tejidos porque la situación, de por sí, no es saludable.
—Una revisión publicada en la revista Trends in Cell Biology observó que los ritmos circadianos pueden influir en el desarrollo, diagnóstico y tratamiento del cáncer. ¿Piensa que es una vía prometedora?
—Sí, es verdad que lo que estamos viendo es que los ciclos de proliferación de la células tumorales no son continuos, sino que pueden responder a determinados ritmos circadianos. Con lo cual, podríamos aprovechar, de alguna forma, el conocimiento y el estudio de cómo es ese ciclo en los tumores para administrar la quimioterapia en los momentos en los que pudiera haber más capacidad de incorporación de sustancias en las células tumorales.
—Por último, antes mencionaba la importancia que tiene concienciar acerca de los hábitos saludables. Sabemos que comer bien y hacer ejercicio son dos factores clave. Ahora bien, pienso en otras cosas que se menoscaban más como la gestión del estrés o la falta de sueño. ¿Eso no ayuda?
—Absolutamente. Mantener una dinámica de sueño correcta y, además, evitar la situación de estrés en la que, con demasiada frecuencia vivimos, es fundamental. Este contexto provoca una disminución de la capacidad de actividad inmunológica, y por lo tanto, cualquier intento de desarrollo de célula tumoral, que en situación normal regula el propio sistema inmunológico, se pierde si lo tenemos reducido por un nivel de estrés alto y mantenido.