Un estudio revela que el ayuno intermitente aumenta en más de un 90 % el riesgo de muerte cardiovascular

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

El yogur natural es un desayuno saludable.
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La investigación analizó a 20.000 participantes en Estados Unidos entre el 2003 y el 2019 y halló que restringir la ventana de alimentación en el día incrementa las probabilidades de sufrir ictus, patologías cardiovasculares y cáncer

20 mar 2024 . Actualizado a las 16:42 h.

Una reciente investigación que analizó los patrones dietéticos de más de 20.000 participantes adultos en Estados Unidos halló que quienes restringían su ingesta de alimentos a una ventana de ocho horas a lo largo del día tenían un riesgo un 91 % mayor de muerte por enfermedad cardiovascular. El estudio se presenta esta semana en el Congreso de la Asociación Estadounidense del Corazón, que se lleva a cabo en Chicago.

El estudio

Este trabajo científico presenta limitaciones importantes, como lo es el hecho de que el estudio no ha sido revisado por pares. Sin embargo, los hallazgos podrían ser significativos para las personas que siguen un patrón de ayuno intermitente 16-8, es decir, basado en restringir la ingesta a un período de no más de ocho horas diarias.

Esta es una dieta que se ha popularizado en los últimos tiempos entre aquellos que buscan una pérdida de peso, si bien las investigaciones hasta la fecha no han producido evidencia de que sea más efectiva que otros tipos de restricción calórica. «Sin embargo, se desconocen los efectos a largo plazo de la alimentación con restricción de tiempo, incluido el riesgo de muerte por cualquier causa o enfermedad cardiovascular», señala el autor principal del estudio, Victor Wenze Zhong, profesor y presidente del departamento de epidemiología y bioestadística de la Facultad de Medicina de la Universidad Jiao Tong de Shanghai en China. Identificar estos efectos fue, por lo tanto, uno de los objetivos del estudio.

Para ello, los investigadores revisaron la información obtenida en las Encuestas Nacionales de Examen de Salud y Nutrición (NHANES), una recolección de datos anual. Compararon las encuestas comprendidas entre los años 2003 y 2018 con los datos sobre las personas que habían muerto en Estados Unidos en el mismo período. El estudio incluyó a aproximadamente 20.000 adultos, tanto mujeres como hombres, en los Estados Unidos, con una edad media de 49 años. Los investigadores siguieron a estas personas durante una mediana de ocho años, con una duración máxima de 17 años.

Los hallazgos

Se vio que las personas que solamente comían durante un período menor a ocho horas al día tenían un 91 % más de riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular. Además, entre las personas con enfermedades cardiovasculares existentes, comer durante una ventana de entre ocho y diez horas por día también se asoció con un 66 % más de riesgo de muerte por patología cardíaca o ictus. Por otra parte, los autores señalan que comer con tiempo restringido no redujo el riesgo general de muerte por cualquier causa. Ampliar el horario de las ingestas a 16 horas al día se asoció con un menor riesgo de mortalidad por cáncer entre los pacientes que padecían enfermedades oncológicas.

«Nos sorprendió descubrir que las personas que seguían un horario de alimentación de ocho horas y con un horario restringido tenían más probabilidades de morir de enfermedades cardiovasculares. Aunque este tipo de dieta ha sido popular debido a sus posibles beneficios a corto plazo, nuestra investigación muestra claramente que, en comparación con un intervalo de tiempo típico para comer de 12 a 16 horas por día, una duración más corta de la comida no se asoció con una vida más larga», observa Zhong.

Limitaciones

Las reacciones de la comunidad científica a los resultados de la investigación señalan, ante todo, las limitaciones del estudio. Para empezar, hay que tener en cuenta que el trabajo no ha sido revisado por pares. Generalmente, la revisión es una manera de garantizar la calidad, la veracidad y el rigor científico de los trabajos investigativos.

Por otro lado, aunque se utilizó un modelo para evaluar el riesgo cardiovascular y de muerte, no está claro si incluyó el patrón de dieta saludable o incluso lo que comieron las personas. Dado que la información es limitada, no está claro si se consideraron variables como fumar, la actividad física y el consumo de alcohol.

«Este trabajo es muy importante al mostrar que necesitamos estudios a largo plazo sobre los efectos de esta práctica. Pero este resumen deja muchas preguntas sin respuesta y se necesitará más investigación. No conocemos los pesos corporales de los participantes: tal vez los que practican la alimentación restringida en el tiempo se estén volviendo demasiado delgados. Necesitamos saber más sobre su estado médico, por ejemplo, el colesterol en sangre y la presión arterial», observa en el Science Media Center (SMC) Keith Frayn, catedrático emérito de Metabolismo Humano de la Universidad de Oxford.

Frayn señala, por ejemplo, que «no sabemos si aquellos que siguen la alimentación restringida en el tiempo podrían haberlo hecho porque un médico les dijo que tenían que perder perder peso debido a que tenían un alto riesgo de enfermedad cardiovascular».

Con todo, la investigación ofrece un punto de partida robusto para analizar en profundidad los efectos de este ayuno. También en declaraciones al SMC, Tom Sanders, catedrático emérito de Nutrición y Dietética del King's College de Londres (Reino Unido), explica: «Las fortalezas del estudio son que hubo un período de seguimiento relativamente largo y los 20.000 participantes, que fueron parte de una encuesta nutricional nacional que es representativa de la población estadounidense».

«Es probable que las personas que informan sobre la alimentación restringida en el tiempo estén trabajando en horarios antisociales (por ejemplo, conductores de camiones, personal de seguridad, profesionales de la salud, trabajadores nocturnos). Esto es importante porque hay evidencia de que este tipo de práctica laboral está asociada con un mayor riesgo de diabetes tipo 2 y enfermedad cardiovascular», aclara Sanders.

Cuándo comer

Aunque el nuevo estudio plantea la necesidad de ampliar el horario de comidas diarias a más de doce horas, lo cierto es que puede ser beneficioso alimentase siguiendo el patrón de los ritmos circadianos. «Hemos evolucionado, como especie, comiendo durante las horas en las que hay luz solar. Es verdad que comer de noche no está en nuestros genes. Entonces, alimentarnos más durante las horas de luz solar se asocia a mejores resultados de salud», señala en este sentido el nutricionista Ismael Galancho.

Esto supone priorizar las horas de luz natural para hacer las ingestas más importantes y, sobre todo, hacer una cena liviana y no demasiado próxima al horario de dormir, para ayudar a mejorar tanto el sueño como la digestión.

«Aunque la alimentación restringida en el tiempo se ha vuelto popular en los medios de comunicación, hay una falta de evidencia que muestre que tenga algún beneficio en términos de pérdida o mantenimiento de peso. Con respecto a los factores de riesgo cardiovascular, sabemos a partir de evidencia existente previa que probablemente sea mejor distribuir la ingesta de alimentos a lo largo del día haciendo comidas pequeñas pero frecuentes en lugar de consumir comidas grandes en un período más corto», concluye Sanders.

Esto se debe a que el ayuno prolongado puede contribuir a aumentar el colesterol en sangre «porque promueve la liberación de ácidos grasos del tejido adiposo que estimulan la síntesis de lipoproteínas de muy baja densidad en el hígado que dan lugar a lipoproteínas de baja densidad en la sangre», detalla Sanders.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.