Nines Martín, paciente de cáncer de mama metastásico: «Antes era muy materialista, ahora nunca retraso un café con una amiga»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

La extremeña, Nines Martín, en Vigo. Cuenta su testimonio con cáncer de mama metastásico.
La extremeña, Nines Martín, en Vigo. Cuenta su testimonio con cáncer de mama metastásico. Oscar Vázquez

Su forma de ver la vida ha cambiado totalmente: «Pasé de tener un tumor que se iba a curar a una media de vida de cinco años»

07 jul 2024 . Actualizado a las 13:35 h.

Nines Martín aprendió a leer caras. No lo hizo por gusto o diversión, sino por costumbre. El hábito hace al monje, y las consultas en las que se sentó y observó, antes de escuchar, le sirvieron de mucho en esta forma de lectura. Todavía recuerda la expresión de su médica de cabecera cuando palpó los bultos en el pecho que antes ella se había encontrado en la ducha; el rostro de la ecografista al ver en pantalla las masas que la mamografía no les había permitido ver, o la de su primer oncólogo, que con el talante que se le exige pronunció lo que nunca había pensado escuchar: «En la biopsia, hemos visto que tiene cáncer de mama», reproduce. 

Esta extremeña, con residencia en Vigo, pero natural del lugar en el que florecen los cerezos, el Valle del Jerte, recibió su primer diagnóstico el 7 de julio del 2020. Tal y como les sucede a muchos, divide los recuerdos en prepandemia y pospandemia. «Un par de meses antes de esa fecha, empecé a notar un dolor de espalda muy fuerte. Pero no le di mayor importancia», explica. La familia al completo, sus tres hijos, su marido y ella, se conectaban con sus quehaceres de manera virtual, y a media mañana, hacían un descanso para hacer ejercicio. Martín pensó que, entre el estrés del momento, un escritorio y una silla erróneos y algún movimiento exagerado le habían causado algún daño. Llamó a su médica, que le recomendó ibuprofeno y paracetamol. 

En junio, mientras se bañaba, notó un bulto en uno de sus pechos. Así que antes de irse al Jerte —«teníamos todo preparado», dice— se pasó por la consulta de su doctora. A partir de ese instante, el tiempo se midió en pruebas. «Me mandan a la Unidad de mama, donde después de una mamografía, una ecografía y una biopsia, me detectan un cáncer», explica.

«Desde que escucho el nombre de la enfermedad, ya no sé qué más me contaron. Mi mundo se derrumbó. Ellos deben saber que esto nos ocurre a los pacientes, porque me dieron cita al día siguiente», señala. Ya en la segunda visita, le mostraron la hoja de ruta a seguir: un cáncer de mama en estadio II-III, que primero se abordaría con quimioterapia, después con cirugía tradicional, para finalizar con radioterapia y hormonoterapia.

«A mis hijos se lo dijimos tal cual: "Mamá tiene cáncer"»

Nines y su marido decidieron no ocultárselo a sus hijos de 13,12 y 11 años. «Se les dijo tal cual, que mamá tenía un tumor, que se me iba a caer el pelo, que iba a haber vómitos, mareos y muchas sesiones de tratamiento», cuenta. Todo ello necesario para sanar. «El pequeño me dijo: “Mamá, sin pelo no”. Así que me hice una peluca para que sufriesen lo menos posible», detalla Martín. Desde fuera, dice, esta decisión puede verse como superficial, pero no lo es. Muchos pueden pensar que el pelo es lo de menos, pero la paciente dista de esta visión. «En un proceso de este calibre, tan fuerte, el verse medio bien influye de manera positiva». Se lo agradece a su pequeño; si él no se lo hubiese pedido, cree que no lo hubiese hecho. 

Cuando pasa por quirófano, extraen un trozo de tumor para analizarlo en el laboratorio. Así pueden ponerle nombre y apellidos: luminal B HER 2 negativo. «Para la población general, el cáncer de mama es uno, y aún encima, lo ponen de rosa», apunta Martín, que no coincide con el tratamiento que a veces recibe esta enfermedad: «Flaco favor se nos hace a las pacientes al edulcorarlo. No tiene nada de rosa, es un marrón muy grande», añade. 

Con la información en la mano, el pronóstico era bueno. De hecho, la extremeña consiguió, con el paso de los meses, reincorporarse al trabajo mientras recibía hormonoterapia. «Lo que yo quería era recuperar mi vida de antes, pero no vuelves a ser la misma persona», recuerda. 

«Tienes metástasis en la escápula izquierda»

Nines Martín, en Vigo, donde reside desde hace ocho años.
Nines Martín, en Vigo, donde reside desde hace ocho años. Oscar Vázquez

El tumor no le da demasiada tregua. Apenas seis meses después de volver a su puesto laboral, el dolor de espalda reaparece. Con ello, vuelve el ibuprofeno, el paracetamol y se añaden sesiones de fisioterapia. «En las revisiones de los seis meses me decían que estaba fenomenal, pero a mí me dolía la escápula hasta el punto de que no podía subirme la ropa. Así que tuve que ponerme seria con el centro para que me hiciesen una gammagrafía ósea», apunta. 

Dicho y hecho. Era un viernes por la tarde y tenía una cita telefónica con su médico de cabecera. La razón era otra y, de casualidad, Nines le preguntó por esta última prueba. «Cuando ve los resultados, me pregunta: “Nines, ¿cuál es la escápula que te dolía?”. Le respondí que la izquierda, y ella me dijo: “Tienes metástasis ósea en ella”», recuerda. 

Vuelta a empezar. Durante el fin de semana —el lunes debía acudir al área de oncología— se sumerge en todos los chats que encuentra en internet sobre cáncer de mama metastásico y le otorga significado a palabras que antes estaban vacías: marcador, mutación o ensayo clínico. «Hasta ese momento, yo había tenido un cáncer que se iba a curar. Ahora tenía metástasis, sin cura y con una media de vida de cinco años», lamenta. 

En su inmersión particular, descubre que hay pacientes que tienen una mutación con un gen alterado y que otras personas conocían muchísimos más niveles de su enfermedad que ella. «En este afán por alargar mi vida, por ver qué más se puede hacer, aparece la palabra Dipcan», cuenta. 

Este es un estudio, abierto a inscripción hasta 2000 pacientes, de carácter observacional. Los participantes, mayores de 18 años con cáncer metastásico no hematológico, reciben un amplio conjunto de pruebas diagnósticas como son analíticas, prueba de imagen de resonancia magnética, anatomía patológica y análisis molecular y de expresión del tumor. Está coordinado por Eurofins Megalab (Valenzuela en Galicia) y cuenta con financiación de la Unión Europea a través del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital. Los datos sirven para que el equipo de oncología pueda tomar mejores decisiones.

De esta forma, el estudio detallado de Dipcan le permite saber que padece un cáncer de mama metastásico, con una efectividad de reproducción de un 23 % y con dos mutaciones. «Una de ellas en el gen PIK3CA, para la cual se están realizando dos ensayos clínicos en dos hospitales», expone Martín. Una ventana abierta al mundo al que le resultaría imposible llegar de otra manera. Un traje a medida de su tumor, una información que su oncóloga podría utilizar en un futuro para la búsqueda de tratamientos experimentales.

«A mí, por ejemplo, mi doctora me explicó que conocer mi mutación equivale a tener un cartucho a mayores para gastar», dice. Por el momento, la metástasis está estable. Todavía mantiene el primer fármaco que le prescribieron, «porque aunque hay actividad tumoral, las células están un corralito, ahí quietas, y no llegan a otro órgano», señala. 

Proyector Dipcan

Tiene dos vertientes. En primer lugar, la del paciente: «Consiste en ofrecerle una visita oncológica donde recogemos todos sus datos clínicos, vemos qué tratamientos han recibido, cómo lo han tratado, la evolución, y a partir de ahí, le ofrecemos hacer un panel de cáncer somático, donde incluimos 523 genes, el más amplio a día de hoy en el mercado», explica Carlota Costa, portavoz del Proyecto Dipcan y directora de Desarrollo de Genético y Oncología de Eurofins Megalab. Informe que sirve para que el equipo de oncología de la persona pueda decidir sobre el mejor tratamiento. Y además ofrecen al personal médico ayuda o soporte para conseguir que el paciente concreto participe en un ensayo. El proceso es gratuito, pero el viaje a Madrid para las pruebas debe ser costeado por el paciente.

La segunda parte del proyecto tiene un objetivo investigacional, que tardará un poco más en llegar. «Queremos generar una herramienta de inteligencia artificial que incluya la genética, la anatomía patológica, la patología digital, la imagen o la expresión del tumor, entre otros, «para que si alguna de estas patas falla, seamos capaces de definir igual el mejor tratamiento para la persona», indica Costa. Un avance que no beneficiará en el presente, sino en el futuro. 

En Galicia, cuentan con pacientes del Chus, de Santiago de Compostela, del Chuac, de A Coruña y del Álvaro Cunqueiro, de Vigo.

«Nunca vuelves a vivir tranquila»

Martín cuenta su historia con entereza. Reconoce que lo hace desde la aceptación que solo el tiempo y el trabajo como paciente activa le ha permitido. «Nunca vuelves a vivir tranquila, siempre tienes la mosca detrás de la oreja, pero cuando obtuve el diagnóstico ya pasé por todas las emociones, de la negación a la tristeza», comenta.

Desde el principio abrazó todas las herramientas que le propusieron: alimentación saludable, la práctica de ejercicio físico y el cuidado de la salud mental de la mano de la psicooncología y psiquiatría. También por el duelo. El de la pérdida de un trabajo, y el de la salud. Sin embargo, prefiere no quedarse solo con lo negativo. La enfermedad ha cambiado, a su vez, la forma de ver a vida. «Ya no retraso un café con una amiga o ir al cine con mis hijos. Antes era muy materialista y ahora le doy cero importancia. Por el contrario, disfruto de un atardecer o de la brisa de mi pueblo», explica. Ha encontrado la belleza de lo simple, del día a día.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.