Maijo Mora, superviviente de cáncer de mama bilateral: «Cuando les dije a mis cirujanos que no me iba a reconstruir, les explotó la cabeza»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Maijo Mora sufrió cáncer de mama triple negativo bilateral a los 33 años.
Maijo Mora sufrió cáncer de mama triple negativo bilateral a los 33 años.

La paciente se sometió a una mastectomía doble y tomó la decisión de no realizar la reconstrucción con prótesis tras haber sufrido complicaciones por la enfermedad

16 ago 2024 . Actualizado a las 13:31 h.

Una de cada tres pacientes oncológicas en España sufren cáncer de mama, el tumor más frecuente en mujeres y, en muchos casos, una enfermedad agresiva que impacta en todas las esferas de la vida. Maijo Mora, artista y escritora de Huelva, conoce de cerca la realidad de este cáncer. Su historia con la enfermedad comienza mucho antes de su propio diagnóstico: como portadora la mutación del gen BRCA1, había visto a su madre pasar por el mismo proceso durante su infancia. «Mi madre siempre se pintaba la raya del ojo antes de la llegada de mi padre a la hora del almuerzo. En el desastre de su quimioterapia, seguía abrazada a ese ritual», recuerda.

Hoy, Mora es superviviente de cáncer de mama bilateral triple negativo, una de las formas más agresivas que puede tener esta enfermedad. Ha plasmado sus vivencias en el libro Vértices (Cuadranta editorial, 2024), un poemario cuyo ritmo está marcado por confesiones y fragmentos de los diarios de la autora. En él, se visualiza no solo el dolor y el trauma, sino la esperanza, la valentía y, finalmente, lo liberador de tomar las riendas y elegir cuando el camino a seguir parece estar definido de antemano.

Dos diagnósticos en un año

Su cáncer comenzó en el 2011 y se manifestó con un bulto en el pecho que ella misma descubrió, revisándose. «Por eso, siempre destaco lo importante que es la autoexploración», dice a La Voz de la Salud. «A mí me diagnosticaron con 33 años un cáncer triple negativo. Me mantuve activa, trabajaba, iba a mis sesiones de quimio y la enfermedad se convirtió en una parte más de mi día a día», recuerda.

La historia no acabó allí. «Me volvieron a diagnosticar unos meses después de la otra mama, la izquierda, a raíz de otro bulto que encontré en mi axila. En ese segundo diagnóstico, que fue un tratamiento mucho más feroz y agresivo, me di cuenta de lo bien que había convivido con la enfermedad hasta ese momento», cuenta.

Aquel segundo tumor que apareció en el 2012 fue el desencadenante también de una sensación de impotencia que se convertiría, con el tiempo, en ira. «Tenía una rabia incontrolada, no me lo esperaba. El cáncer de mama bilateral triple negativo es un carcinoma un poco más complicado para los procesos de quimio y durante todo este tiempo, desde que se me dio el diagnóstico, me surgieron efectos secundarios y tuve problemas incapacitantes relacionados con la quimioterapia», relata Mora.

El cáncer de mama triple negativo representa alrededor de un 15 % de todos los tumores mamarios. El término 'triple negativo' hace referencia al hecho de que las células tumorales no contienen receptores de estrógeno ni de progesterona, y tampoco producen exceso de la proteína HER2. Estos cánceres tienden a ser más frecuentes en pacientes menores de 40 años que tienen una mutación en el BRCA1, un gen que inhibe el crecimiento de células malignas en humanos.

El triple negativo se considera un cáncer agresivo, al ser de rápido desarrollo, lo que lo hace más propenso a recurrir tras el tratamiento en comparación con otros tipos de cáncer de seno. Debido a esto, las tasas de supervivencia generalmente no son tan altas como para otros tipos de cáncer de mama.

La red de apoyo

Pese a las dificultades, Mora se sometió a los tratamientos y se apoyó, en los momentos más duros, en su círculo cercano y en el grupo de pacientes con su enfermedad que había conocido en el hospital. «Conocí a otras mujeres menores de 40 que habían sido diagnosticadas y el poder hablar con ellas de la enfermedad, desde los aspectos más vulnerables, como la pérdida de pelo y de apetito sexual, y de los problemas que teníamos, fue muy sanador. Encontramos ese espacio para poder hablar y esa parte vulnerable se ve en mis poemas», cuenta.

Cuando aparece la enfermedad, todos los planes para el futuro que la paciente ha ido construyendo a lo largo de su vida, se ponen en pausa e incluso llegan a desvanecerse, explica Mora. Así fue como aprendió el significado de la palabra «resiliencia», una expresión repetida hasta la banalidad cuando se habla de pacientes oncológicos, pero que, en el día a día, implica aprender a vivir el ahora.

«Cuando me diagnosticaron, yo vivía para el futuro y con muchísima tensión. En aquella época, trabajaba muchísimo y tenía un estrés supremo y de repente llegó el cáncer a mi vida. Y, de alguna manera, al vivir en el presente, vives mejor», explica.

«Una de las cosas importantes por las que me mantuve fue la resiliencia, que es algo heredado familiarmente de mis padres. Yo pienso en mi madre, cómo se maquillaba en pleno proceso de quimio esperando a mi padre que llegaba del trabajo. Cuando tengo días difíciles, me maquillo los labios y la recuerdo», dice Mora.

«Desde lo emocional, me ayudaba despertar cada mañana leyendo frases positivas que mis amigos me habían escrito en las puertas de mi armario, me despertaba mirando hacia allí y eran frases súper positivas. Por la noche, me acostaba pensando en cosas bonitas que hubieran ocurrido a lo largo del día: una llamada inesperada, un plato delicioso que hubiese comido. Aprendí a vivir en el presente», recuerda.

Ser o no ser madre

Recibir un diagnóstico como este a los 33 años es difícil de afrontar. Se abren interrogantes acerca del futuro y de la posibilidad (o no) de la maternidad. Vitrificar ovocitos antes del tratamiento con quimioterapia es parte de este proceso de planificación que muchas pacientes llevan a cabo.

«Dependiendo de en qué comunidad estés, congelar tus óvulos puede ser una opción que te ofrezcan antes de los tratamientos. Yo, en ese momento, decidí hacerlo, porque no tenía hijos. Cuando los congelé, todavía no sabía el resultado genético de mis pruebas, no sabía que yo tenía la mutación del BRCA1. Me llamaron, diez años después de la vitrificación, y tuve que decidir qué hacer con ellos. Decidí no ser madre, porque no quería ser tan egoísta como para dar a luz a alguien que probablemente tendría que sufrir esta enfermedad», cuenta Mora.

La decisión no es fácil de tomar, sobre todo en un mundo en el que ser madres es, todavía, algo que la sociedad espera de las mujeres. «Me di cuenta de que al final formamos parte de este ecosistema en el que ser madres y reconstruirse a nivel mamario es un mandato. Decidí salir de este estándar y tomar mis propias decisiones», afirma.

Una mujer completa

Como parte del tratamiento para dejar atrás el cáncer de mama, Mora se sometió a una mastectomía doble, una cirugía que se realiza en muchas pacientes con el gen BRCA1 para minimizar el riesgo de recaídas por la aparición de nuevos tumores en el tejido mamario. «Justo antes de entrar a quirófano, compuse en el baño del hospital un poema que empieza con las palabras: "Una mujer fuerte es siempre vulnerable". Esa mujer no soy yo, somos todas las que tenemos esta elección de hacernos una operación tan drástica», asegura.

Con este procedimiento, se elimina todo el tejido mamario y, en la mayoría de casos, se realiza posteriormente una reconstrucción con prótesis. En el caso de Mora, este último paso nunca llegó a llevarse a cabo. Tras dos intentos fallidos de hacer la reconstrucción, con problemas de salud de por medio que lo impidieron, ella decidió no volver a intentarlo.

«Cuando les dije a mis cirujanos que no me iba a reconstruir, les explotó la cabeza. Pero decidí darle la mayor carta de amor a mi cuerpo y a mi cordura no siguiendo por ese camino. Es muy duro pasar todos los procesos de la reconstrucción. Ahí es cuando tomé consciencia de que yo tenía libre elección. Antes no era consciente de esto. Y decidí no reconstruirme, salir del patriarcado que nos envuelve y salir de esa contextualización que tenemos las mujeres. Decidí no ser objeto y elegí abrazarme aún más», afirma.

Aceptar el propio cuerpo es aceptar la propia historia que se narra a través de la piel y de la carne. Así lo entiende la artista. «Cuando me miro en el espejo, las cicatrices me hablan de que estoy viva, de mi pasado y de la persona que soy ahora. Carl Jung dice que no somos nuestro pasado, somos las personas que hemos elegido ser. Estoy convencida de que es así», dice.

Una mujer fuerte conoce los efectos secundarios

y los transforma en consejos sanadores.

Una mujer fuerte cuida sus cicatrices,

sin miedo, porque conversan de estar viva.

Una mujer fuerte entiende que hay una lucha

sobre la hipersexualización que nos envuelve.

Una mujer fuerte no mide los pesos mentales,

detalla las opciones para sobrevivir.

Fragmento del poema Desaprender, de Maijo Mora

«Con Sandra, una amiga que también tuvo cáncer y no se reconstruyó, hicimos nuestro primer topless en México, en la playa de Zicatela. Fue un momento emocionalmente muy intenso, porque éramos cuatro cicatrices bañándonos en el mar y hablando de esa transformación. En ese momento, en el 2021, yo había estado buscando a mujeres que hubieran decidido no reconstruirse y Sandra fue mi punto de apoyo», recuerda.

«Una de las cosas que quiero transmitir es que puedes ser la mujer que tú quieras después del cáncer. Puedes volver a enamorarte, puedes volver a escribir, puedes ser una mujer entera sin tetas. Hay que nombrar lo innombrable, hay que hablar del cáncer para que no sea tabú y encontrar lugares vulnerables para no sentirnos tan solas en el proceso», concluye.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.