La generación Z no disfruta del silencio: «Es un tema serio, más de lo que parece»
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La sobreestimulación que se da en jóvenes y adolescentes provoca que, ante la ausencia de dispositivos electrónicos, se genere angustia o frustración
02 nov 2023 . Actualizado a las 18:18 h.Los jóvenes viven su día a día con cascos, con música o pódcast de fondo. De hecho, cuando se quedan sin batería o se olvidan, aparece la frustración. El hábito está tan instaurado que ahora, la tendencia en TikTok, la red social de los jóvenes, es aprender a caminar en silencio. Estar «a solas» con nosotros mismos. No importa cuántos pasos se den, qué distancia se recorra o a qué velocidad. El objetivo es lidiar con nuestros propios pensamientos. Y sí, hace veinte años, cuando los dispositivos electrónicos no copaban nuestra vida, esta moda sería absurda. Pero el problema es mucho más amplio: la sobreestimulación. Y no sucede solo con la música, sino con el uso que damos, en general, a los móviles.
Por qué los jóvenes no disfrutan del silencio
«Existen diferencias entre generaciones. Ahora los jóvenes necesitan un nivel de estimulación más alto. Quizás la música de fondo que se utilizaba antes, más para relajar o tener un ambiente de tranquilidad, ahora parece que no tiene ese fin. El objetivo es atender de forma simultánea a diferentes estímulos. Y esto se nota en adolescentes y jóvenes. Podríamos decir que necesitan más estimulación», explica Enrique Cantón, coordinador de la División de la Psicología de la Actividad Física y del Deporte del Consejo General de la Psicología (COP).
Una investigación del departamento de psicología de la Universidad de Virginia, Estados Unidos, publicada en la revista Science, descubrió que los participantes de su estudio no disfrutaban del hecho de pasar de seis a quince minutos solos en la habitación, sin nada más que hacer que pensar. De hecho, declararon que preferían hacer «algo» en lugar de «nada». Incluso si ese «nada» correspondiese con una actividad negativa.
Oceanía Martín, psicóloga en el centro Cepsim, expresa en este reportaje sobre la importancia de aburrirse que, el hecho de no hacerlo, resulta perjudicial a largo plazo. «La sobreestimulación nunca nos satisface del todo. Es como que siempre queremos más, nos enganchamos a esa eficacia, a esos resultados. El cerebro necesita descansar y aburrirse, para poder funcionar y estar activo, y no se lo permitimos».
Qué implicaciones tiene vivir sobreestimulados
Cantón hace un paralelismo con otras necesidades del ser humano. «Necesitamos comer, beber o dormir. Pero aunque necesitamos comida, no debemos comer en exceso, porque esto puede generar algún tipo de problema. El ser humano también necesita estimulación». Sin embargo, añade: «Una persona joven, puede que sea capaz de manejar un nivel un poco más alto, pero cuando este es excesivo, puede generar problemas de atención, concentración o sobreexcitación. Todo esto puede provocar que a la hora de captar o memorizar la atención de lo que se está viendo, esta capacidad sea más pobre».
Además, al estar acostumbrados a estos niveles de estimulación, cuando estos no se dan, también aparecen emociones desagradables. «Es como una adicción: necesitas más estímulos y, cuando estás en una situación en la que esta baja de golpe o se reduce, se puede sentir como una falta de satisfacción. Tiene mucho que ver con la sociedad consumista: cada vez queremos más, parece que necesitamos más y consumimos más. Si uno sube ese umbral, ese nivel de estimulación que considera agradable o mínimo, la sensación deja de ser placentera y aparece esa inquietud».
Objetivo: ser autónomos
«Lo que tendríamos que intentar es ser autónomos, ser capaces de poder disfrutar y decidir si queremos hacer una cosa de una manera más intensa o menos intensa. Eso es posible cuando somos capaces de escuchar un pódcast y, después, salir a caminar sin él y disfrutar igualmente. Pero no lo necesito necesariamente, lo decido», señala Cantón.
¿Cómo saber si somos o no autónomos de los dispositivos? El psicólogo pone un ejemplo: «Hay jóvenes que, si se alejan del móvil, parece que el mundo se acaba. Ahí entramos en un terreno que roza la dependencia y, desde luego, es mucho más peligroso. Se trata de que esté bajo nuestro control personal». De esta forma, aconseja dejar el móvil, durante un tiempo, en otra habitación. «¿Aguanto más de media hora sin él? Evidentemente si uno está inquieto o incómodo, pensando en ello... Hay indicadores que nos permiten ver que existe cierto grado de dependencia».
Con todo, el experto remarca que es posible trabajar ese nivel de dependencia. «Diría que es posible, conveniente y necesario trabajarlo, porque el grado de perjuicio que se genera no solo tiene que ver con ese grado de sobreactivación. Toda tarea que requiera una concentración de larga o media duración, evidentemente se va a ver afectado. No te da tiempo a disfrutar las cosas, te da tiempo a ver que están, pero no a disfrutarlas. Eso genera pobreza intelectual y perceptiva, y también dificultad para relacionarse con los demás. Es un tema serio, más de lo que parece».
Caminar en silencio como técnica para mejorar nuestra salud mental
Volviendo al ejemplo de que los jóvenes no disfrutan caminar sin cascos, el psicólogo remarca que «el problema no es la herramienta, es el uso que le damos». Y amplía: «Uno puede hacer una actividad al aire libre e ir acompañado de algún tipo de música o pódcast y que eso le resulte gratificante, motivacional e incluso que la experiencia sea más placentera. Pero hacen falta dos condiciones claras: que dependa de nuestra voluntad, es decir, que no nos veamos obligados a ir escuchando música (si ese es el supuesto); y dos, de vez en cuando ver qué tal se hace y qué tal se percibe cuando no se utilizan estos instrumentos. Diría que incluso se debería alternar, porque aunque sea agradable, nuestra capacidad atencional tiene sus limitaciones y si uno le presta atención a según qué cosas, no puede prestársela a otras».
Uno de los mayores beneficios de caminar sin cascos es que los niveles de estrés y ansiedad pueden verse reducidos de forma notable, y además, rápidamente. El hecho de hacerlo en silencio nos ayuda a conectar mejor con cómo nos sentimos en ese momento y reflexionar acerca del por qué de esos pensamientos. Los expertos en mindfulness explican que es una forma de practicarlo sin darnos cuenta. Simplemente somos conscientes y nos preocupamos del momento presente.