Pilar Vidal rompe el silencio sobre su lucha con el sobrepeso: «Mi hermano cenaba tortilla y yo, verduras e hígado a la plancha»
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La periodista de Espejo Público señala que somos una sociedad empática con «determinados enfermos, pero con la obesidad no»
09 ene 2025 . Actualizado a las 18:24 h.Pilar Vidal, periodista y colaboradora de Espejo Público, ha conmovido a la audiencia de Y ahora Sonsoles, el programa de Sonsoles Ónega. La invitada, de 47 años, se abrió en canal y se sinceró sobre su lucha de toda la vida con los problemas de peso. En la emotiva charla, Vidal no pudo contener las lágrimas al hablar de su historia personal, marcada por dietas constantes y por la presión social sobre su cuerpo de la que fue objeto desde la infancia.
Sus palabras reflejan una experiencia que va más allá de lo individual. El estigma del sobrepeso es una realidad compartida por miles de personas que se enfrentan día a día a estos estereotipos y, también, al camino, muchas veces veces frustrante y difícil, hacia un peso saludable.
El relato de Pilar
Lejos de su animada personalidad habitual, la colaboradora de Antena 3 tuvo un momento de vulnerabilidad al hablar de los problemas que ha tenido a lo largo de su vida. «He adelgazado muchas veces. Yo parto de la base de que a lo largo de toda mi vida he estado a dieta. Yo nací casi con cinco kilos, que ya era difícil perderlos. Recuerdo que a mi madre no le gustaba que yo fuese tan grande», contó.
También reveló detalles sobre esta lucha que se estableció desde su primera infancia. «Estas Navidades he averiguado que en mi comunión mi madre me puso a dieta. Me cuidaban muchísimo. Yo nunca he cenado lo mismo que cenaba mi hermano, que le encantaba el kétchup, la tortilla. Mi hermano cenaba tortilla y yo, verduras e hígado a la plancha», recordó.
Explicó que, como suele ocurrir, el gran punto de inflexión en su vida fue mudarse sola a la capital. «Tuve un antes y un después cuando me vine a vivir a Madrid. Ya no tenía quien me cocinara, quien me ayudara. Empecé a malcomer y gané mucho peso en esa etapa», contó.
Hoy no se encuentra en el mejor momento con su imagen corporal. A nivel personal, le ha afectado descubrir cómo cambia, para muchos, la forma de tratar a alguien cuando empieza a sumar kilos. «En esta última etapa guardo unos cuantos nombres a los que no recomendaría a nadie. Gente que no te quiere porque estás más gordita y esa gente no me merece la pena. Hay mucha gente malvada. Yo ahora no me siento bien para acostarme con nadie ni para tener una relación conmigo, pero llegará», confesó.
El relato de Vidal es una radiografía de un contexto social que hace que, para muchos individuos, la relación con el propio peso sea conflictiva. Es un recordatorio de que, como ha señalado Vidal, somos una sociedad empática con «determinados enfermos, pero con la obesidad no».
El contexto en España
Las cifras de la obesidad y del sobrepeso a nivel nacional no han parado de crecer desde mediados de los años setenta. El panorama actual es el de una afección que sufre casi uno de cada cuatro españoles y que, poco a poco, comienza a ser tratable a nivel farmacológico. En los últimos años, han aparecido nuevas opciones en el mercado, a partir de la generación más reciente de medicamentos, los análogos de la GLP-1, entre los que se encuentran la semaglutida o la tirzepatida.
Sin embargo, los desafíos a los que se enfrentan los pacientes a la hora de reducir la masa corporal siguen presentes. El ambiente en el que vivimos ha sido catalogado por los expertos como obesogénico. El sedentarismo en el que viven muchas personas, sobre todo quienes trabajan en oficinas, se suma a la amplia disponibilidad y prevalencia de alimentos ultraprocesados, que inundan el mercado con publicidad, son hipercalóricos y están diseñados para ser consumidos en exceso.
Por qué es tan difícil perder grasa
La grasa corporal se acumula más fácilmente de lo que se elimina. Esta es una realidad que responde a motivos relacionados con la evolución: durante la mayor parte de nuestra historia, los seres humanos hemos vivido en ambientes de escasez de alimentos en los que poder preservar y acumular energía en forma de grasa fue una ventaja de cara a la supervivencia. Pero en el mundo moderno, se ha dado la vuelta a la tortilla.
Esto favorece el aumento de peso y, una vez que se ha desencadenado, es difícil frenarlo. Como explica en este artículo el endocrinólogo Alberto Goday, «las células grasas fabrican unas moléculas que hacen que el cuerpo tenga un grado de inflamación bajo pero persistente. Y esta inflamación hace que los vasos sanguíneos se puedan tapar, que el páncreas fabrique menos insulina o que esta sea menos efectiva, o que algunas células puedan evolucionar hacia células cancerosas. Todo esto está relacionado con las sustancias que fabrica el tejido graso».
«Actualmente, sabemos que la grasa que es más perjudicial para el cuerpo es la que está entre los órganos del abdomen: la que llamamos grasa visceral. Ese acúmulo de grasa en la cintura es lo que está más asociado a fabricar estas sustancias perjudiciales para el cuerpo», apunta Goday.
Tratamientos
La obesidad es una condición crónica, por lo que los expertos afirman que el tratamiento debe encararse de la misma manera. No es aconsejable buscar soluciones a corto plazo, ya que cualquier dieta que prometa adelgazar o quemar grasa muy rápido puede provocar un rebote al abandonarla. «Si tú cambias hábitos, cambias la forma en que vas a hacer las cosas para siempre. Pero si solo cambias durante una semana o quince días, cuando lo dejes, volverás al estadio de salida», explica el doctor Goday.
En cualquier caso, la primera línea de tratamientos es el estilo de vida sano, indicado y supervisado por un profesional. La base es una intervención en el estilo de vida, basada en una reducción de la ingesta calórica y un incremento de la actividad física, con ejercicio tanto aeróbico como de fuerza, para que se pierda grasa y no músculo. En algunos casos, puede estar indicado el uso de medicamentos como los agonistas de la GLP-1, o la cirugía bariátrica, pero esto no desplaza la importancia de las medidas de dieta y ejercicio en el control de la obesidad.
El estigma del sobrepeso
Aunque las tasas de obesidad han aumentado en los últimos años, el estigma no se ha reducido y la aceptación de la diversidad de tallas corporales sigue siendo un ideal que no alcanza a hacerse realidad. «En contraste con otros grupos estigmatizados de nuestra sociedad, la reducción de los prejuicios sociales sobre el peso ha sido comparativamente menor. En un estudio se observaron mejoras sustanciales hacia otros prejuicios relacionados con la raza, el tono de la piel y la sexualidad, pero el prejuicio implícito sobre el peso corporal solo había disminuido un 1 % del 2007 al 2020, que fue el marco temporal del estudio. De hecho, los autores no advirtieron de ningún cambio de cara al futuro», explica en esta entrevista la investigadora Rebecca Puhl, especializada en la psicología de los prejuicios sobre el peso y su efecto en la salud.
Si bien existe una mayor conciencia que en décadas pasadas acerca de no juzgar a las personas por su talla, aún vivimos en una sociedad que valora la delgadez. En otras palabras, la discriminación no se basa en la salud, sino que está relacionada con el hecho de que, como señala Puhl, el ser delgado «ha llegado a simbolizar valores de éxito como la ambición, la disciplina o el deseo y cuando las personas se desvían de ellos, se vuelven vulnerables al estigma».
«Los prejuicios vienen de un sistema económico. Lo que hay detrás de la estigmatización de los cuerpos gordos es un negocio increíble, que es la cultura de la dieta. La cultura de la dieta está sostenida por el índice de masa corporal, que clasifica los cuerpos en infrapeso, normopeso, sobrepeso, etcétera. Y desde ahí se dan pautas de lo que se considera salud que están basadas en el peso. Esto no es válido, porque prejuzgar que un cuerpo solamente por no estar dentro de unos parámetros, no es saludable, la ciencia dice muy claramente que no es correcto», señala Mireia Hurtado, psicóloga y dietista especialista en la psicología de la alimentación.
«Basar el concepto de salud en la masa corporal no refleja la realidad, lo que hace es alimentar el estigma que sufren las personas gordas. Lo que dicen las investigaciones es que es mucho peor para la salud esa estigmatización que el propiamente estar gordo», sostiene Hurtado. «La experiencia diaria que pueden vivir las personas gordas por el trauma del rechazo les afecta en múltiples niveles. Ir al médico y que haga una evaluación simplemente por tu tamaño corporal sin que te haga un buen diagnóstico es una de las consecuencias de este enfoque gordófobo, también ir a comprar ropa, o muchas otras experiencias que rodean el no tener un cuerpo normativo», detalla la especialista.
Asimismo, la gordofobia puede contribuir al desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria. «Por un lado, hay investigaciones que dicen que el primer detonante de un trastorno es que en algún momento les dijeron que su cuerpo era obeso o no era correcto. Y luego, cuando una persona tiene un trastorno activo, una de las cosas que dificultan la superación es el contexto gordófobo, porque no quieren perder la posibilidad de encajar», explica Hurtado.