Ana Crujeiras, investigadora: «Los contaminantes ambientales actúan como disruptores endocrinos en la obesidad»

VIDA SALUDABLE

La investigadora Ana Crujeiras.

La investigadora analiza el impacto de la interacción entre genes y ambiente en el exceso de peso

01 ene 2025 . Actualizado a las 16:16 h.

La investigadora Ana Belén Crujeiras, líder del grupo de Epigenómica en Endocrinología y Nutrición del IDIS, analiza la situación que atraviesa la obesidad en el marco del Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad, que tuvo lugar en Santiago de Compostela. La experta explica cómo en su laboratorio se estudia la epigenética y detalla el impacto que puede llegar a tener en el mantenimiento del exceso de peso. 

—En el congreso están poniendo el foco en obesidades, en lugar de obesidad. ¿Se entiende mal está enfermedad?

—Sí. La primera muestra de ello es que no se considera una enfermedad por el sistema de salud. Por eso, nosotros hacemos énfasis en ello. Durante el congreso queremos que se ponga en valor la necesidad de categorizarlo como enfermedad, porque es lago que va mucho más allá de la propia voluntad del paciente y no es culpa de la persona que lo padece. Hablamos de obesidades porque la obesidad es una enfermedad multifactorial, de manera que está afectada por muchos factores. Precisamente, dependiendo de la variable que esté implicado en cada una de las personas que padecen esta enfermedad, pues hay que tenerlo en cuenta y se puede desarrollar un tipo de enfermedad diferente, un tipo de obesidad diferente. Y después también hay que tener en cuenta los parámetros biológicos, tanto desde la biología molecular, de marcadores genéticos, epigenéticos y la distribución de la grasa corporal. Es cierto que la obesidad se caracteriza por un acúmulo de grasa, pero no es todo el acúmulo de grasa total.

—¿Importa de la grasa que hablemos?

—Claro, hay que tener en cuenta dónde está distribuida esa grasa. No es lo mismo tenerla a nivel abdominal que a nivel subcutáneo. Es más peligroso el acúmulo de grasa a nivel abdominal porque se relaciona más con la patología de la obesidad y también está muy vinculada con el riesgo de padecer enfermedades asociadas a ello, como la diabetes, la enfermedad cardiovascular e incluso varios tipos de cáncer. 

—Siempre se dice que la obesidad es una enfermedad multifactorial, ¿hasta qué punto se manifiestan estos múltiples orígenes?

—En la obesidad, median las causas genéticas, que llegan a representar un 30 %, y el resto viene dado por factores ambientales. Aquí incluimos desde los hábitos de alimentos, es decir, llevar una dieta que no es saludable, rica en ultraprocesados, y también la cantidad de comida que se ingiere. A su vez, influye la actividad física, pues el sedentarismo es una causa que tiene un impacto, así como los factores psicológicos. 

—¿El estrés favorece la ganancia de peso?

—Sí. Es decir, el estado psicológico del paciente puede llevar a un desarrollo de obesidad por una descompensación del eje del control del apetito y la saciedad. El estrés, la falta de sueño y ahora también se está poniendo de manifiesto el papel que puede jugar la contaminación ambiental.

—¿De qué manera?

—Los contaminantes ambientales actúan como disruptores endocrinos y que pueden desregular también las rutas que están controlando el metabolismo y el gasto energético. Es más, también pueden regular el eje de regulación del apetito. También se está hablando del papel que puede jugar el calentamiento global. Dentro del tejido adiposo tenemos diferentes tipos como el blanco y el tejido adiposo pardo. Este último  utiliza la energía que se acumula en forma de grasa para generar calor y, precisamente, el activador más potente es el frío.  ¿Qué ocurre? Que ahora mismo estamos viviendo en un ambiente mucho más cálido y mucho más caliente que antaño. Esto sucede tanto en nuestras casas, donde la temperatura siempre es bastante alta con el uso de la calefacción, como en general, debido al calentamiento. En esa línea se están iniciando investigaciones para poder ver si este cambio climático puede estar afectando a esta prevalencia de la obesidad.

—¿Hay mucha desconocimiento de todas estas causas a nivel general?

—Claro, por eso son importantes las reuniones como las que estamos celebrando. Todas las ideas, las conclusiones, las nuevas investigaciones que se están haciendo deben ser transmitidas a la sociedad para que se pueda entender mejor esta enfermedad. Así dejaremos ya de decir que es culpa del paciente, que es porque come mucho y que esto se soluciona con comer menos y caminar más. No es tan simple como eso. Esa idea quizás funcione en la prevención, y seguramente, no llega a ser suficiente. Es cierto que hay que llevar hábitos de vida saludables y practicar actividad física en mayores niveles de lo que lo hacemos en la actualidad. Pero una vez que la obesidad está establecida es una enfermedad igual que lo es la diabetes, la hipertensión, la dislipemia y otras patologías crónicas que se tratan y se consideran como tal. Tenemos que trabajar con la obesidad y entenderla de esa manera, con el objetivo de que sus pacientes sean tratados en igualdad de condiciones que otros. 

—¿Y a nivel médico o científico ha avanzado esta consideración?

—Sí. A la hora de tener disponibles los nuevos fármacos con una eficacia tan importante como la que vemos en ensayos clínicos, por ejemplo. Estos son resultado  de muchos años de investigación básica y traslacional donde se han identificado las dianas a donde van dirigidos estos fármacos y toda la síntesis química y farmacológica para poder llegar a la prescripción que hoy en día tenemos. De hecho, en la actualidad tenemos los triagonistas, pero estamos avanzando hasta los 4 y 5 agonistas, para ir mejorando en eficacia y llegar a todos los pacientes. Al igual que hablamos de obesidades, debemos entender que no todos los pacientes responden a estos tratamientos. Ahí también necesitamos nuevas herramientas para poder prescribir un tratamiento personalizado y para eso necesitamos formas de diagnóstico tanto de composición corporal como moleculares. Con ellos, realizaremos un manejo de la enfermedad más integrado y más personalizado.

—En el Congreso han repetido que ya no sirve la estrategia de sacar la misma dieta del cajón para todos. 

Claro, no sirve. Pero ni siquiera los fármacos, con toda la esperanza que están generando, sirven para todo el mundo. Es decir, son muy eficaces en el efecto que producen a la hora de perder peso, pero seguimos encontrándonos con pacientes que son resistentes a este beneficio. 

—El estudio sobre obesidad en personas adultas señala que un 55,8% de la población mayor de 18 años residente en España en 2020 presenta exceso de peso, un porcentaje que se sitúa en un 18,7% referido a la obesidad, y en un 37,1% al sobrepeso. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

—Justo en la conferencia de inauguración del miércoles, el profesor Felipe Casanova lo mencionaba. Es una enfermedad tan compleja que no sabemos las causas exactas y tampoco cómo hemos llegado hasta aquí. No es tan simple como decir que ahora ya no seguimos hábitos de alimentación saludable. Eso es uno de los factores, pero hay muchos otros. Hablamos de un ambiente obesogénico, que puede estar influenciando esta prevalencia de la obesidad e influir en mecanismos epigenéticos. Pero tiene que haber algo mucho más allá porque, realmente, aunque estamos todos expuestos a este ambiente obesogénico y la prevalencia de obesidad es muy alta, la población global no presenta obesidad. Quiero decir, el cambio en la dieta y de la actividad física es algo que estamos haciendo todos, pero no todos tenemos obesidad. 

—Lugo es una de las provincias con cifras más elevadas de obesidad. Choca con la idea preconcebida de dieta que podríamos presuponer. 

—Sí, choca en ese sentido. Estamos observando que hay una deriva a una dieta más occidentalizada. Aunque tenemos nuestro patrón de dieta atlántica y nosotros la defendemos, las generaciones actuales no la están siguiendo. Era la dieta de nuestros abuelos que, además, practicaban muchísima más actividad física por el trabajo en las agricultura, por ejemplo. En Lugo se baraja la hipótesis de las diferencias entre el ambiente sociocultural y el ambiente rural. 

—¿En qué se diferencia la dieta atlántica de la mediterránea?

—El problema que tiene la dieta atlántica es que no está tan estudiada como la mediterránea. Es un patrón de alimentación saludable en cuanto a beneficios, y la diferencia es el tipo de alimentos que la componen. La atlántica se caracteriza más por un consumo mayor de pescado azul y marisco. Entre los vegetales, destaca la familia de las brásicas, como los grelos, que es un producto muy característico de Galicia. El consumo de frutas se centra mayormente en peras y manzanas, que son más habituales aquí en nuestra proximidad. Y después, en cuanto a los frutos secos, la diferencia con la dieta mediterránea es el consumo de castañas.  Ahora mismo no es muy alto, pero inicialmente en lo que es la dieta atlántica, sí se tomaban más castañas. Y la verdad es que es un alimento bastante interesante, poco estudiado y que tiene muchos beneficios en cuanto a propiedades de salud. Finalmente, marcando la diferencia respecto al patrón mediterráneo, en el nuestro registramos un mayor consumo de carne, que no es algo bueno, porque viene del consumo de cerdo —de la variedad de porco celta— y de la ternera gallega. El problema es, como decía, que ha sido menos estudiada. 

—La dieta atlántica también incluye una alimentación más social, que se está perdiendo. 

—Sí. Es otro de los componentes. Cuando hablamos de dieta atlántica no nos referimos solo a la parte gastronómica, sino también a ese componente social, esa costumbre que tenían nuestros abuelos de comer en familia, de realizar las fiestas gastronómicas que destacan en nuestra comunidad. Todo esto, que se está perdiendo, aporta beneficios psicológicos  importantes, y el bienestar mental está relacionado con la salud y, concretamente, con el desarrollo de obesidad. 

—En su laboratorio estudian la epigenética de la enfermedad. ¿Cómo se manifiesta?

—Las marcas epigenéticas son marcas químicas que se añaden a la secuencia del ADN sin modificarlo.  Por hacer un símil, es como un interruptor que se enciende o se apagan los genes, la expresión de los genes, que son los que van a dar lugar al buen funcionamiento o no del organismo, y la mano que va a mover ese interruptor son los factores ambientales. De manera que estas marcas son como el nexo molecular de la acción del ambiente en el que vivimos —la dieta, la contaminación ambiental o el estado psicológico—. Son, por así decirlo, la mano que enciende o apaga los genes mediante los mecanismos epigenéticos. Y dependiendo de qué marcas estén en determinados genes se produce la enfermedad o se apaga la salud. 

—¿Cuáles han visto en la obesidad?

—Nuestro laboratorio ha demostrado un perfil epigenético específico asociado a la obesidad que es diferente a las personas que están en normopeso; y esto lo hemos visto, específicamente, en el tejido adiposo. También es posible detectarlo en células de la sangre, mediante un análisis de sangre y analizando el ADN de los leucocitos que circulan en el torrente,  podemos evaluar estas marcas epigenéticas y estudiar la predisposición a ganancia de peso o, incluso, la respuesta a un determinado tratamiento. Esto último lo hemos visto con intervenciones nutricionales y con la cirugía bariátrica. Estamos iniciando estudios con los nuevos fármacos para ver si también pueden revertir las marcas epigenéticas de la obesidad y, además, si podemos detectarlas antes para ver qué pacientes responden mejor o peor al tratamiento.

—Un estudio reciente habla del efecto yo-yo en los pacientes de obesidad. 

—Sí, ese estudio evidencia que existe una memoria epigenética en el tejido adiposo asociada a la obesidad. Mi grupo trabaja en esa línea. 

—¿Se sabe si la dieta o el ejercicio son capaces de revertir estas marcas?

—No. En el estudio se habla de esa reganancia de peso, del efecto yo-yo, que es el gran reto del tratamiento de la obesidad. Porque ahora mismo tenemos fármacos y otras estrategias que son muy eficaces, pero en cuanto se dejan, hay una vuelta a ganar el peso otra vez. Por eso decimos que la enfermedad es crónica y se necesita un tratamiento durante toda la vida. Si nosotros somos capaces de identificar una estrategia que sea capaz de revertir esa memoria epigenética, probablemente tengamos una estrategia terapéutica muy eficaz.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.