Carlas Borrás, psicóloga especializada en duelo: «Debemos garantizar que la persona no se desvincule de lo cotidiano, pero su día a día nunca va a poder ser igual»
SALUD MENTAL
Si la pérdida de un ser querido duele todo el año, lo hace aún más en estas fechas, por lo que se hace todavía más necesario transitar por el proceso de forma saludable
03 ene 2025 . Actualizado a las 12:38 h.No se trata de olvidar, se trata de reconvertir el recuerdo de esa persona en otra cosa. Pero duele una barbaridad. Y más en Navidad. La llamada «silla vacía», esa que el año pasado estaba ocupada por alguien que amábamos y que este dejó de estarlo porque su dueño se quedó por el camino, se evidencia más en una época en la que, año tras año, hacemos siempre lo mismo. Todo el mundo es consciente, ¿pero qué tal les sentaría que alguien sacase el tema a estas alturas del calendario?, ¿sería mejor o peor que en cualquier otro momento? Esa falta, por mucho que se intente no mirar, pesa. La única salida posible es lidiar con él. Carla Borrás conoce bien este proceso, sobre el que se especializó como parte de su actividad en psicoterapia.
—Se nos rodea de estímulos sobre lo feliz que debemos estar en Navidad, ¿cómo estar a la altura cuando hemos perdido a alguien importante?
—Efectivamente, estamos ante un momento en el que se confronta aún más esa emoción desagradable que alguien puede estar sintiendo frente a lo que se vive fuera. Por eso, lo mejor es poder anticipar. Al estar ante ante una época de tracición, en la que la mayoría de la gente hace más o menos lo mismo de siempre, con más motivo nos damos cuenta de los cambios y las ausencias. Anticipar es muy bueno. Dentro de cada núcleo familiar habrá de todo; cada uno lo llevará como pueda y no tanto como quiera. Habrá distintas formas de afrontamiento y, por tanto, es muy importante anticipar para poder hablar de qué quiere hacer cada uno. Hay muchas maneras de reaccionar ante una pérdida y todas son adaptativas, por eso será importante poner las cosas en común. En estas fiestas alguien habrá querido irse a un lugar donde no se note en absoluto que estamos en Navidad y habrá quién haya querido honrar de alguna manera a la persona que ha fallecido. Por ejemplo, haciendo la comida que esa persona solía hacer siempre en Nochebuena. En el duelo es muy importante anticipar para que todo el mundo pueda expresar qué necesita para, con mucha tolerancia, llegar a acuerdos. Porque hay veces que, al ser un tema tabú y doloroso, no se habla y, cuando llega el momento de las fiestas, se genera todavía más inquietud. Por eso es importante anticiparnos y que la familia decida qué quiere y qué va a poder hacer.
—Siempre se habla de la anticipación, de rumiar escenarios futuros, como un motivo de ansiedad. En el caso del duelo, sin embargo, es la pauta recomendada.
—La anticipación negativa es la que muchas veces no nos suma y no es funcional. Pero anticipar para prevenir, como en este caso, ayudará a bajar la angustia previa, que es algo que tranquiliza a los dolientes porque supone haber hablado las cosas y haber decidido. Es una anticipación adaptativa.
—Si la muerte es tabú, como decía antes, entiendo que en Navidad todavía más. Dudo que mucha gente vea como algo cómodo sacar a colación al ausente en medio de una cena o de cara a las compras de Reyes.
—Vivir en ese ambiente donde no se permite poder hacerlo es un error y es lo que más tensión genera a los dolientes. Siempre digo que tenemos que crear espacios en donde se pueda desplegar el recuerdo, que no se dé eso de el elefante en la habitación, donde todo el mundo sabe, pero nadie habla. Se tiene que poder hablar e, incluso, facilitar el hacer presente a los seres queridos. Debe poderse desplegar la emoción desagradable. Si la muerte es un tabú es porque genera esa emoción desagradable que es común a todos los duelos. Y es muy importante que pueda aparecer. Necesitamos poder abordar que nos sentimos tristes o enfadados; que sentimos que las cosas no son justas o que sentimos envidia si a alguien en la familia le están yendo bien las cosas.
—¿En qué situación podríamos sentir envidida en este contexto?
—Pues, por ejemplo, si estamos en un duelo perinatal; que tú estés intentando quedarte embarazada, que hayas tenido una pérdida y que venga a pasar unos días tu prima con su bebé. Es muy humano que nos cueste. Es importante que en los espacios que vayas a habitar estando en duelo, puedas hablar del ser querido, que no te tengas que aguantar para no 'cortar el rollo' al resto. Muchas veces, esa es la preocupación. Es común que en la Navidad se mezclen distintos niveles de implicación; que la familia política no esté tan impactada porque la muerte ha sucedido en la nuestra. Si todos estamos en un nivel de duelo similar y podemos reír o llorar recordando, estaremos cómodos. Porque todo lo que necesitemos será bien recibido. Pero en espacios donde no todo el mundo está en el mismo nivel, no apetece tanto ir. Se siente que ahí no es el lugar, porque la gente no quiere que me ponga triste; la emoción desagradable no es tan bienvenida o tú misma sufres más porque te pueda pasar en un ambiente en el que la gente quiere festejar. Por eso el lugar es importante.
—Hay también un componente de culpa. No quieren ver a alguien al que le pueda parecer mal tu cara con pocas ganas de fiesta. Y se tiende a forzar.
—El error del acompañamiento suele ser ese. Se fuerza porque tampoco quieres que esa persona esté mal. El objetivo de acompañar no puede ser que la persona esté contenta o que «vuelva a estar bien». Ese no puede ser el objetivo, porque no lo vas a conseguir. Si lo que pretendes constantemente es sacar a esa persona de la tristeza, lo que vas a conseguir es que deje de compartir cosas contigo; se dará cuenta de que lo único que quieres es que vuelva a la vida y eso dificulta los acompañamientos. Lo sano es que la persona tenga espacios donde poder desplegar toda la emoción desagradable que genera un duelo, que es mucha, y va cambiando incluso a lo largo del día.
—Pero suele ser difícil medir desde fuera cuándo es un duelo sano y cuándo hay que intervenir.
—Debemos garantizar que la persona no se desvincule de lo vital, de volver a lo cotidiano, a su día a día. Pero su día a día nunca va a poder ser igual, porque después de una pérdida significativa, se cambia para siempre; la vida y el mundo jamás vuelven a ser el mismo. Tenemos que garantizar el poder ir a caballo entre las dos partes: no quedarnos aislados ni desenchufados, pero tampoco eso de tirar exclusivamente hacia adelante sin abordar la emoción y únicamente tapándola. Pero es verdad que, cuando la gente trata de acompaña, es bastante más común que la balanza se incline hacia esta posición de «venga, para adelante» que a la de estar a tu lado mientras estás llorando. Eso cuesta más.
—¿Hay algún consejo para acompañar correctamente?
—Yo creo está muy bien poder ser embajador de esa persona. Especialmente en estas épocas de encuentros y reuniones, brindarle un espacio que facilite que surja todo lo que pueda surgir. Si reímos, reímos; y si nos da por llorar, lloramos. Porque cuesta mucho atreverse ir a ningún sitio cuando estás así de mal, pensando en que te vas a tener que aguantar. Se trata de ayudar a que, si en algún momento la persona siente que ha tenido suficiente y se quiere marchar, puedas ser su portavoz brindándole una salida fácil. Ir a un sitio sabiendo que si te te saturas te vas a poder marchar, hace que te atrevas más. La persona que acompaña tiene que facilitar todo esto. Marcharse sin despedirse se puede interpretar como una falta de educación, por eso es importante que haya alguien que pueda acompañarte. Porque de lo contrario, sabiendo que existen este tipo de presiones, la persona ni siquiera se atreverá a ir. Y, aún disponiendo de esta ayuda, si la persona a última hora no se ve capaz, también debemos permitirle que pueda no ir.
—¿Cuánto tiempo tarda una persona en superar un duelo?, ¿alguna vez es «demasiado tiempo»?
—Primero debemos entender qué es llevar un duelo de forma saludable, que implicaría poder seguir conectados a lo vital a la vez que disponemos de espacios para abordar el duelo. Y esto depende de muchas cosas: desde tu personalidad, el estado emocional en el que te pille este acontecimiento, la historia emocional que tengas con ese ser querido, con sus luces y sombra, el apoyo social con el que cuentas o las circunstancias de la pérdida. Porque no es lo mismo una pérdida repentina en un accidente de tráfico que algo esperable. Depende de muchos factores que van a tener que ver también con tus recursos internos de afrontamiento. Hay duelos previos que también facilitan los posteriores. Porque un duelo reabre los anteriores, y en función de los que ya hayas vivido, transitarás de una manera más saludable o se te complicará más. Y ojo con los duelos colaterales.
—¿Qué son los duelos colaterales?
—A veces, fallece un papá o una mamá y eso provoca un desencuentro con el hermano. Acabas perdiendo a esa persona y también a otra parte de la familia. Hay muchas cosas en juego y hay que ir observando los espacios en los que la persona puede ir enfrentando ese dolor, si son saludables, si sigue vinculado a lo vital reincoporándose, por ejemplo, a su trabajo. Básicamente, si vuelve a ser funcional y a vivir sin esa persona tan importante. Pero hablar de tiempos... Hay quien dice que eso ya queda para toda la vida porque, al final, esa persona deja de estar ahí. Al menos de una forma física. Pero ese momento más duro inicial va a depender de muchos factores.
—Muchas veces el entorno sí espera que esa persona vuelva a esa homeostasis previa a la ausencia, ¿esas expectativas pueden ser un problema?
—Totalmente. Pretender volver a lo de antes es ya una negación en sí misma. Se trata de aprender a vivir esa pérdida, recolocar la historia de relación desde otro lugar. Se dice que, y a mí es algo que me gusta mucho, la relación no termina sino que cambia de forma. Tu objetivo no es olvidar a ese ser querido, sino aprender a vivir sin su presencia física. Y, de alguna manera, ver cómo puedes incorporar ese recuerdo que te acompaña; volvernos embajadores de ese ser querido e intentar extrapolar: «¿Aquí qué me diría?», «¿aquí qué haría?» Esa es una de las tareas que debemos llevar a cabo: ver de qué manera podemos llevar a esa persona con nosotros viviendo sin ella.