Las muertes directamente relacionadas con un exceso de la jornada laboral se han incrementado en un 30 % en los últimos 20 años; un problema de actualidad debido a las reivindicaciones de los hosteleros por el exceso de horas
25 abr 2022 . Actualizado a las 13:21 h.En mayo del año 2021, la Organización Mundial de la Salud lanzaba un comunicado de prensa advirtiendo de que las muertes por accidentes cerebrovasculares y cardiopatías isquémicas relacionadas con un exceso de horas en la jornada de trabajo (trabajar 55 horas semanales o más) habían experimentado un incremento de casi el 30 %. En concreto, un 29 % alcanzando las 745.000 defunciones con respecto al anterior informe del año 2000. Datos que cobran especial relevancia ante el reciente conflicto de los caseteros que gestionan el servicio de cátering de las casetas de la Feria de Abril.
Pero las consecuencias de las jornadas desproporcionadas no se limitan a la salud del corazón o del cerebro (en definitiva de nuestras arterias), sino que van más allá. No hace falta tener un doctorado en medicina para entender que trabajar más horas aumenta la fatiga y que la fatiga, a su vez, aumenta el riesgo de sufrir un accidente. También es conocido que trabajar más de la cuenta nos hace obesos y que el riesgo de lesiones musculoesqueléticas o visuales se dispara. Eso en el plano más estrictamente físico, pero la falta de un tiempo de recuperación adecuado repercutirá también en nuestra salud mental ampliando nuestros niveles de estrés, con todas las enfermedades asociadas a este. Existen también numerosos estudios que demuestran que trabajar horas extra reduce nuestra productividad.
El informe elaborado por la OMS de la mano con la Organización Internacional del Trabajo recoge cifras del año 2016. Seis años más tarde, y con una pandemia mediante, los profesionales advierten de que la situación tras el covid-19 y el «siempre de guardia» no ha mejorado la situación. «La pandemia ha cambiado considerablemente la forma de trabajar de muchas personas. El teletrabajo se ha normalizado y la línea que separa el trabajo y el hogar se ha difuminado. Además, muchas empresas se han visto obligadas a reducir o a interrumpir su actividad para ahorrar costos y los trabajadores que quedan en plantilla se ven obligados a ampliar su horario laboral. Ningún trabajo justifica exponerse al riesgo de sufrir un accidente cardiovascular o una cardiopatía isquémica», se encargó de destacar el Tedros Adhanom, director general de la máxima autoridad de la salud mundial. Incluso se ha estudiado la relación entre un exceso de carga laboral y desarrollar diabetes tipo II.
Sin entrar en las polémicas jurídicas o de derecho laboral, que están en el debate público a raíz de la guerra abierta que mantienen los trabajadores de la hostelería y los caseteros de la Feria de Abril, la ciencia aporta su perspectiva propia sobre los efectos para la salud de trabajar demasiado. Desde la Sociedad Española de Cardiología no entran a valorar la controversia, pero sí recuerdan que, desde un punto de vista «estrictamente científico», existen riesgos. «Lo recomendado desde el punto de vista cardiovascular son jornadas laborales de 8 horas, respetando tiempos adecuados de sueño nocturno, horarios de comidas y toma de medicación. Se conoce que la falta de sueño se asocia a peor control de la tensión arterial y al aumento de peso», explican desde la SEC a preguntas de La Voz de la Salud.
«No existe el trabajador quemado, existen empresas incendiarias»
El estrés es una respuesta de nuestro cuerpo ante una situación de urgencia. Nuestro cerebro, a través del sistema simpático, genera una serie de cambios fisiológicos comunes a todo el reino animal que preparan a nuestro cuerpo para la pelea o la lucha, igual que la gacela que se tiene que poner de manera puntual las pilas para poder escapar del león, las hienas o de cualquier otro vecino poco cortés de la sabana. Es decir, el estrés es bueno; el problema que tenemos los humanos (y que no tienen las gacelas o las cebras) es que no solo generamos una respuesta de estrés ante una amenaza real, sino ante la simple sospecha de que algo malo podría pasar, lo que nos lleva a cronificar este estado de alerta continuada que genera graves problemas a nuestra salud. Y uno de los factores de estrés continuado más habitual es, precisamente, el trabajo.
Trabajar demasiadas horas sin tiempos de recuperación «afecta al terreno psicológico y al más puramente fisiológico», explica Carlos Montes Piñeiro, presidente de la sección de psicología del trabajo y de las organizaciones del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG). «Ambas dimensiones convergen en una respuesta de estrés. Hablamos pues de un incremento de la frecuencia respiratoria, de la presión cardíaca, de la sudoración. Todos esos cambios que va produciendo en nuestro organismo para adaptarnos a esas demandas activan una activación fisiológica mayor para poder enfrentarse a esas exigencias de manera prolongada y ese mismo estrés nos crea problemas de bienestar, genera bajas por enfermedad, pérdida de concentración y de atención, mas probabilidades de inestabilidad laboral, incidentes en el lugar de trabajo, en las relaciones personales con los compañeros o los usuarios de los servicios que prestamos y hace aumentar la rotación de empleo», explica el psicólogo.
El estrés afecta a casi todos los órganos de diferente manera pudiéndonos causar desde cefaleas a úlceras. Como dato, la OIT cifra en pérdidas por valor del 3 % del PIB las consecuencias que el estrés provoca en los trabajadores de cada país.
El estrés genera alteraciones en:
- Cerebro: dolor de cabeza, temblores, tics nerviosos
- Músculos: Tensión y dolor muscular, tics
- Pulmones: hiperventilación, tos, asma, taquipnea
- Estómago: ardores, indigestión, dispepsia
- Intestino: diarrea, cólico, dolor, colitis ulcerosa
- Vejiga: poliuria
- Sexualidad: impotencia, amenorrea, pérdida de apetito sexual
- Piel: sequedad, dermatitis, erupciones, picor
En los últimos años, todo este desgaste que nos genera la exigencia de la nueva realidad laboral ha servido para bautizar una patología propia conocida como el burnout o el síndrome del trabajador quemado, una nomenclatura con la que Carlos Montes no está demasiado de acuerdo: «Cuando se habla de estar quemado por el trabajo, se pone el foco sobre los trabajadores. Las personas no se queman, no hay una combustión espontánea del empleado, sino que hay una mala organización del trabajo, hay una empresa incendiaria que produce ese efecto. Hablamos de un trabajador quemado y da esa sensación de ligereza, de que somos los trabajadores los que nos desgastamos, cuando lo que nos desgasta es una tarea mal planificada y mal organizada».
¿Por qué es tan importante el descanso?
¿Cuánto tiempo puede aguantar una persona trabajando hasta romperse? Como casi todo en salud, depende. Cada cuerpo es distinto, pero todos necesitamos parar antes o después. Aunque la legislación del mercado de trabajo establece sus normas, a nadie se le escapa que hay determinados sectores que exigen a sus empleados jornadas más largas de las legalmente aceptadas. En otros casos, como el de los autónomos o los emprendedores, esas jornadas las marca la propia necesidad (si no trabajo tantas horas, básicamente pierdo dinero). Esto, evidentemente, genera fatiga. Física, pero también mental. La fatiga es una de las principales causas de absentismo laboral y entre sus síntomas están la somnolencia, los mareos, visión borrosa, cefaleas y, por supuesto, los errores en la toma de decisiones —que pueden provocar accidentes—.
Muchos trabajadores esperan como agua de mayo a que lleguen sus vacaciones, pero la literatura científica parece demostrar que estos descansos tan prolongados no logran tener un efecto reparador duradero (más bien se acaba incurriendo en el llamado síndrome posvacacional). Carlos Montes explica cómo los tiempos de recuperación diarios son esenciales para un buen estado de salud, tanto dentro del horario laboral como fuera.
Algunos síntomas y signos de fatiga
- Palpitaciones
- Falta de aire y dificultad para respirar
- Tensión muscular
- Entumecimiento
- Dolor
- Dorsalgia
- Lumbalgia
- Algias cervicales
- Rigidez
- Somnolencia
- Indiferencia y falta de interés
- Baja autoestima
- Estrés
«Las personas que trabajan con pantallas de visualización de datos (equipos informátcos, smartphones, tablets) deben descansar cada 50-60 minutos y tratar de desviar la atención de la pantalla para permitir la acomodación del ojo. Supongo que la mayoría de las personas que conoces no lo hacen habitualmente. El ritmo de trabajo que tenemos hoy en día provoca que esas actividades que quedan de la mano del empleado no se hagan. Son estas actividades de recuperación interna de nuestra jornada, o incluso las que hacemos fuera de nuestra jornada, las que entendemos como actividades de recuperación; son las que nos van a permitir recuperar nuestro sistema funcional. Es decir, si estamos experimentando experiencias estresantes, esas pausas (tanto en el trabajo como fuera) nos van a permitir tener niveles de activación psicofisiológicos previos a la situación de exposición», explica el especialista, priorizando la importancia de adquirir esa desconexión diaria frente a los beneficios que nos aportan las vacaciones.
Los efectos de trabajar demasiado son similares a los del consumo de alcohol
Existen numerosos estudios que demuestran que aquellas personas que se tienen que enfrentar a diario a jornadas de trabajo excesivas muestran una tendencia a un mayor consumo de alcohol. Uno de ellos, firmada por la doctora en psicología finlandesa Marianna Virtanen, estimó que aquellas personas que trabajan muchas horas tienen un 12 % más de probabilidades de convertirse en alcohólicos. Pero, de alguna manera, el exceso de jornada, también nos «emborracha». Jornadas largas de trabajo extenuantes acaban por disminuir nuestras capacidades cognitivas similares a las del consumo de alcohol.
Diferentes desgastes según el tipo de trabajo
Los tiempos son necesarios para que la persona se recupere del desgaste que puede generar el trabajo. Cuando trabajamos estamos sometiendo a nuestro cuerpo a una serie de demandas de diversa índole. Pero no todos los desgastes serán iguales. «El trabajo de un periodista será mucho más cognitivo y en el caso de la hostelería mucho más físico y emocional. Si no tenemos un tiempo de descanso suficiente que nos permita recuperar esas demandas, en las que consumimos recursos físicos y psicológicos, podemos sentirnos agobiados, estresados o incluso quemados, según apunta la literatura científica», explica el psicólogo que apunta a que en los empleos más físicos serán más comunes del tipo musculoesquelético, mientras que en los puestos de trabajo con un componente más psicológico, además del sedentarismo, tendremos una sobrecarga cognitiva mucho mayor (fatiga mental).
Sabías que...
Tras la pandemia, en Estados Unidos se ha iniciado un proceso conocido como «la gran renuncia». Las personas que ocupaban puestos de trabajo con menor carga psicológica y que no representaban una participación en la sociedad salarial más allá de la provisión de recursos económicos han dejado masivamente sus empleos. Uno de los motivos que provocó este cambio fue lo ingratas e inadecuadas que eras las condiciones, tanto laborales como psicosociales.