Andrés Colao Cueva, paciente con depresión: «Era un chaval de 36 años tirado el día entero en el sofá mirando una televisión apagada»
SALUD MENTAL
La depresión afecta a un hombre por cada dos mujeres, pero puede tener consecuencias devastadoras en ellos y ser más letal
25 jul 2022 . Actualizado a las 09:21 h.Los trastornos que afectan a los hombres son un tema que a veces se deja de lado cuando se habla de salud mental. Esto tiene que ver con una cultura que empuja a los hombres a mostrarse fuertes e invulnerables frente a la adversidad. Pero también se trata, al menos en algunos casos, de una cuestión de cifras. Es lo que ocurre con la depresión, que afecta de manera desproporcionada a las mujeres: según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la incidencia de la depresión en ellas es el doble que entre los varones.
La ecuación se complica aún más si tenemos en cuenta que los síntomas de la depresión en hombres pueden ser muy distintos a los que manifiestan las mujeres cuando padecen este trastorno. Ataques de ira, agresión o irritabilidad pueden ser algunos signos que, con frecuencia, pueden indicar que un hombre está deprimido. También pueden aparecer más dificultades para dormir y algunos síntomas físicos como una frecuencia cardíaca acelerada, dolor de cabeza o hasta problemas digestivos.
Lo que queda claro es que hablar del tema es el primer paso para encontrar alguna salida o, al menos, un camino. Hay que pedir ayuda antes de que el problema se agrave. Y, si vemos que alguien cercano lo está pasando mal, hay que intervenir antes de que sea demasiado tarde. La intervención de su hermana fue lo que le salvó la vida a Andrés Colao Cueva, que sufre depresión desde hace una década. Hoy, Andrés es representante del Comité Pro Salud Mental en Primera Persona de la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Asturias (Afesa). Dice que la estigmatización no solo viene de afuera, sino que se internaliza y ese proceso hace mucho daño. Por eso, hoy, rompe el silencio.
«Fue todo a partir de mi jubilación. Yo estaba trabajando de conductor de camión y me retiraron el carné profesional y el carné particular del coche, porque tomaba gran cantidad de medicación por un brote epiléptico que había tenido. Fui a juicio para que me jubilaran y ahora mismo estoy jubilado con el 55 % de pensión desde hace diez años. En ese momento, tenía 36 años», cuenta Andrés.
«La depresión llegó en el momento en que me vi metido en casa. De estar activo, porque yo era una persona que no paraba, que iba de un sitio a otro con el camión, pasé a estar sin carné, sin nada. Yo vivo en un pueblo y por aquí deben pasar tres o cuatro autobuses al día para ir a sitios. Al no tener esa autonomía de poder decir: "Cojo el coche y me voy a tal sitio", se me vino el mundo encima. Ahí es cuando yo caí en el pozo. Yo tocaba un poco el piano, pinchaba en bodas, comuniones y eventos, pertenecía a una cuadrilla de camareros para atender bodas y eventos. Siempre estaba trabajando, o bien en el camión, o iba a servir una boda, o a poner música de noche. Y de repente, todo eso se me cortó y me vi tumbado en casa sin poder hacer lo que antes hacía. Joder, es que se me partió la vida por la mitad», recuerda.
Síntomas de la depresión en hombres:
- Ira, irritabilidad o agresividad
- Sentimientos de ansiedad e inquietud
- Pérdida de interés en el trabajo, la familia o actividades que antes resultaban placenteras
- Disminución del deseo sexual y el rendimiento sexual
- Sentimientos de tristeza, vacío o de falta de esperanza.
- Dificultad para concentrarse o recordar detalles
- Fatiga, falta de sueño o demasiado sueño
- Alteraciones de la alimentación (comer en exceso, dejar de comer)
- Pensamientos suicidas o intentos de suicidio
- Dolores o malestares físicos, dolores de cabeza, dolores de estómago (cólicos) o problemas digestivos
- Incapacidad para cumplir con las responsabilidades del trabajo, el cuidado de la familia, u otras actividades importantes
- Conductas impulsivas o de alto riesgo
- Necesidad de consumir alcohol o drogas
- Aislamiento o distanciamiento de la familia y amigos
Según el INE, los más afectados por la depresión son los grupos de personas que, como Andrés, quedan imposibilitados para el trabajo. Esto genera una sensación de culpa al no poder aportar a la economía del hogar que, para un padre de familia, puede tener un peso aplastante. «Me sentía inservible. Ves que se te está desarmando el castillito que estabas intentando formar y te ves impotente. Lo ves caer y se cae, se cae, se cayó. Teniendo a mi mujer y a mi hijo que en ese entonces era pequeño, yo era también una molestia, porque qué hace un chaval de 36 años tirado el día entero en el sofá mirando una televisión apagada. Después llegó el divorcio y mi hijo se fue con su madre. Yo tenía bastante con aguantarme a mí mismo como para poder lidiar con la responsabilidad de que viniera mi hijo, me generaba más ansiedad. No tengo nada que reprochar a mi ex mujer, soy consciente de que es muy difícil convivir con una persona así», dice.
Así fue que Andrés se quedó solo. No contaba con herramientas para controlar su salud mental. Y tuvo que tocar fondo para entender la gravedad de lo que le pasaba y encontrar la ayuda que necesitaba. «Estaba solo y aguantando hasta que llegó el intento de suicidio que he tenido. Llegué a llamar a una de mis hermanas para despedirme de ella en el mismo sitio donde lo iba a hacer. Había decidido tirarme al mar y la llamé para despedirme y me dijo: "espérame, espérame". Tuve un ingreso de una semana en psiquiatría, me regularon la medicación y me pusieron en contacto con Afesa. Encontrar la actividad del movimiento asociativo, reunirme y estar acompañado de gente que está pasando por lo mismo, que nos sentimos incomprendidos ante la sociedad, fue un antes y un después. Y aquí estoy», recuerda Andrés.
El ver que había otras personas que entendían lo que le estaba ocurriendo fue transformador. «Fueron ellos los que me sacaron de ese pozo. Hice ese curso y, poco a poco, me fui involucrando más en la asociación y hoy en día soy el representante del comité de salud mental en primera persona de Asturias y también pertenezco al comité de salud mental España. Al meterte en el movimiento asociativo, te vas encontrando con personas que hablan el mismo idioma. Porque la depresión es un sitio en el que todo da igual, digan lo que te digan. Lo que más valoras en esos momentos es la compañía, no sentirte solo. Cuando estás ahí, la gente intenta activarte, decirte: "Venga, levántate", cosa que tú ves imposible y te sientes más impotente y más frustrado. A lo mejor, lo que más necesitas es simplemente que alguien se siente a tu lado, nada más», insiste.
Es por esto que Andrés decide hoy contar su historia. Cree que hacerlo va a ayudar a otras personas a quitarse de encima al menos el peso del estigma que rodea al trastorno. «Hay estigma y muchas veces autoestigma. Uno se dice a sí mismo: "No valgo para nada, qué hago aquí". Eso a mí se me ha roto en cuanto la asociación confió en mí y empecé a encontrar a compañeros que habían pasado por lo mismo, gente que entiende esto. Hay que hablar, hay que aprovechar cualquier oportunidad para darle voz y hablar de ello. Mucha gente vive con su depresión, con sus problemas en silencio y no rompen ese estigma por miedo a ser rechazados. Hay que hablar como se habla de un cáncer, de cualquier otra cosa», dice.
Para quienes ven que alguien cercano está sufriendo, Andrés recomienda evitar los intentos de animar a la persona: la depresión, explica, no es una simple cuestión de tristeza o bajo estado de ánimo. «No vale decir "Venga, tienes que levantarte". Pero es muy difícil para una persona que no ha pasado por ello. Le estás diciendo a un cojo que corra. No. Primero hay que curar ese pie, de momento no le mandes correr. Si la persona que tiene el pie roto tiene que estar sentado con el pie en alto, poco más podrás hacer que sentarte al lado de ella. Con esto es lo mismo, solo que es algo que no se ve, se siente», señala.
A pesar de todas las buenas intenciones, muchas veces, estos pacientes reciben comentarios que no aportan. «Hay palabras que duelen. El típico mensaje que recibía era: "con 36 años ya estás retirado. Vaya gozada". Yo te lo cambio, te doy la pensión, pero va con el paquete entero, con la enfermedad. Qué más quisiera yo que estar sano y trabajando. O el típico mensaje de que hay gente que está peor. Te encuentras mensajes así de la gente que no ha pasado por esto y esos mensajes duelen», confiesa. Por esta razón, Andrés insiste en que la mejor forma de ayudar a una persona con depresión es escuchándola.