Ana Cabadas, psicóloga: «El Trastorno Límite de la Personalidad se considera fronterizo entre la psicosis y la neurosis»
SALUD MENTAL
La profesional, centrada en pacientes con TLP, asegura que los afectados «tardan de media ocho años en llegar a un especialista»
06 jun 2023 . Actualizado a las 10:38 h.Ana Cabadas ha visto de todo en su consulta. La psicóloga clínica de Amai TLP (Asociación Madrileña de Ayuda e Investigación del Trastorno Limite de la Personalidad) centra su actividad clínica en atender pacientes con esta patología. Todos los días, excepto los miércoles y viernes por la tarde, huecos que reserva para cuidarse a ella misma. «Es un trabajo intenso que a veces desgasta. Las tardes me sirven para desconectar, porque a veces se hace un poco duro. Al final, una terapia general no te exige el mismo nivel de disponibilidad, de presencia en la consulta y de la intensidad mental que tienes que utilizar. Hay muchas historias; son pacientes que te exigen un nivel de atención muy altos. Se desorganizan, se puede autolesionar en consulta, se pueden disociar», apunta, porque ¿quién cuida al que cuida?
El Trastorno Límite de Personalidad es un trastorno complejo; un diagnóstico al que es difícil llegar. En parte, por sus peculiaridades; en parte, por la falta de formación y conocimiento —tradicionalmente, se ha confundido con el trastorno bipolar incluso en las consultas de psicología—. Las disociaciones son frecuentes. «Es un mecanismo que tiene el cerebro, muy común en personas que han sufrido abuso sexual en la infancia. Es como si el cerebro se desconectara y las personas experimentan una especie de regresión. Estás en consulta y, de repente, la persona deja de estar presente, su mirada cambia y empieza a decir que quiere estar con su mamá. En ocasiones el paciente se desmaya y, cuando despierta, parece otra persona, muy reactiva, más violenta. Esto es la parte fea de esto», dice. Y si hay confusión entre el gremio, imaginen en la sociedad. Tanto es así que su nombre en inglés (borderline disorder), ha sido utilizado como insulto durante años.
—Durante muchos años se usó el término «borderline» para referirse despectivamete a la falta de inteligencia de las personas.
—En Estados Unidos y el mundo anglosajón, al Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) se le sigue denominado borderline; es el borderline disorder. Tradicionalmente, el término se asoció con lo que entendemos como inteligencia límite. En realidad, borderline habla de un trastorno fronterizo entre lo psicótico y lo neurótico. No tiene nada que ver con la inteligencia, de hecho la mayoría de los pacientes que tenemos tienen una inteligencia superior a la media. Es borderline desde la esfera psicopatológica: un trastorno que se considera fronterizo entre la psicosis y la neurosis. Porque al final toca todo el espectro de la psicopatología. Estos pacientes se acercan a la neurosis en muchos síntomas: ansiosos, afectivo, están en un estado disfórico en la mayor parte del día, presentan aspectos fóbicos. Y luego se van también a la esfera psicótica: hay disociaciones, tienen un nivel de suspicacia y paranoia elevado. Esa inseguridad se proyecta a través de pensamientos suspicaces, los Trastornos de Conducta Alimentaria, que a veces son más psicóticos, también los manifiestan. Eso es por lo que se considera un trastorno fronterizo entre ambas clínicas, que hace que sean una locura a nivel sintomático porque tocan todos los palos.
—¿Estos pacientes llegan a escuchar voces?
—La psicosis es una patología en sí, y de ahí aparece la esquizofrenia o el trastorno esquizo-afectivo. Cuando hacemos un diagnóstico de TLP se descarta esto, pero sí que es cierto que en pacientes de TLP aparecen rasgos psicóticos. Voces en alguna ocasión, incluso sombras. No llegan a ver formas concretas, pero, en alguna ocasión, sí una prepsicosis. Es cierto que la voces suelen ser de tipo disociativo, muy relacionadas con un trauma que han vivido. Por tanto, hay una mayor facilidad de la crítica de esa voz. Para entenderlo, no lo viven como algo externo, sino que pueden llegar a entender que forma parte de la patología, cosa que, con los psicóticos, es muy complicado, porque no hay un cuestionamiento de esa voz interna y directamente la relacionan con un delirio.
—Hay quien opina que el diagnóstico de trastorno límite de la personalidad es estigmatizante, que no tiene en cuenta el contexto y únicamente pone el foco sobre el dolor.
—El foco del diagnóstico tiene que ser una intervención adecuada.¿Que el trastorno puede ser estigmatizante? Por desgracia, como sucede con el resto de enfermedades de salud mental. Pero la clave de un buen diagnóstico es que lo acompañe un tratamiento especializado. Si tengo un TLP y no lo tengo diagnosticado, no me voy a poder enfocar hacia profesionales que estén especializados en ello. Porque uno de los problemas que existen en el diagnostico es que no todos los profesionales están formados en ello. Y si yo no tengo un diagnóstico exacto, no voy a tener una terapia que funcione. Es lo que le pasa a estos pacientes, que tardan de media ocho años en llegar a un especialista. Por eso se van cronificando. Sí es cierto que el mal uso del diagnostico puede llegar a estigmatizar y a generar lo que se conoce como una mimetización con el trastorno: asociarlo a algo identitario. Genera una ganancia secundaria del diagnóstico y se instalan en ese lugar de enfermedad, provocando que no asuman ningún tipo de responsabilidad con respecto a lo que les sucede. Porque el problema muchas veces del TLP es que, como hay factores tan brutales de contexto, de historia, es muy difícil hacer entender a la persona que tiene un nivel de responsabilidad necesario para su recuperación. Que no se pueden instalar en la culpa sobre lo que pasó, sino que deben integrarlo, procesarlo, y aprender a vivir en el presente.
—Amy Winehouse, Britney Spears, Angelina Jolie, Winona Ryder... La lista de pacientes célebres está formada por muchas mujeres.
—Es que hay un 7-1 de proporción de mujeres frente a hombres. Es verdad que esto se ve en términos generales en todas las patologías de salud mental, porque los hombres acuden menos a pedir ayuda. Pero yo te puedo decir que atiendo a entre 54 o 60 pacientes y, a lo mejor, tengo cuatro hombres.
—Habla de que hay estigma en cualquier problema de la esfera de la salud, pero diría que no es comparable un problema de ansiedad con una psicosis.
—Esto forma parte del egocentrismo de la sociedad. Se normaliza o se suaviza todo lo que percibimos que nos puede pasar a nosotros. Todos podemos entender que un día nos podemos deprimir o tener un episodio de ansiedad, pero lo grave lo vemos lejos. Es decir, no vivimos como algo factible que mañana nos puedan diagnosticar una esquizofrenia paranoide o un Trastorno Límite de la Personalidad. Ahí está el estigma; en el colocarlo fuera. Hay que entender que hay una falta de información absoluta, que es contra lo que hay que tratar de luchar. ¿Por qué tiene estigma el TLP? Porque al final se habla de ellos desde fuentes no clínicas como personas manipuladoras, agresivas, que suelen tener problemas de delincuencia. Hay una serie de tópicos que suelen tener que ver con problemas de informacion y estas personas, probablemente, no han visto a un paciente de trastorno límite en su vida. O que a los que han visto, no los han sabido tratar. Yo tengo pacientes con los que llevo tres años en terapia con los que jamás he tenido miedo en consulta. Jamás en la vida. Sin embargo, esa persona ingresa en otro centro y me llaman diciendo que ha tenido un conato de violencia y agresividad brutal. Evidentemente, el paciente puede tener una actitud agresiva, pero también debemos saber regularla. La falta de formación e información hace siempre que el estigma sea mayor.
—Se dice que, perdóneme el término, la locura es prima hermana de la pobreza. ¿Las personas con un contexto socioeconómico desfavorable tienen más problemas de presentar esta patología?
—Pues fíjate. En el trastorno límite es cierto que, la historia de muchos pacientes, al final apoya esta versión: que los contextos más desfavorecidos han terminado desarrollando TLP. Pero es cierto también que en los últimos tiempos estamos viendo cómo la otra vertiente crece más; contextos favorecidos, familias con un nivel socioeconómoco alto que, al final, desde la compensación del no estar presentes, han instrumentalizado la crianza. Familias que han dado al niño tanto, que han terminado tiranizándolo y generando que no tenga un principio de realidad, que eso le lleve a una mayor frustración, a la ausencia de límites y que en el futuro desarrollen Trastorno de Personalidad Límite. Vemos esas dos versiones. Contextos socioeconómocos muy bajos que, por negligencia, maltrato o abuso terminan desarrollando el trastorno límite; y todo lo contrario, padres sobreimplicados, sobreprotectores que no han dejado al hijo jamás tomar una decisión, que hayan vivido en una burbuja y que realmente no hayan sido capaces de manejarse.
—¿Todos nos hemos cruzado en nuestra vida con alguien con Trastorno Límite de la Personalidad?
—Obviamente, no conozco el historial de relaciones de todo el mundo, peor sí creo que es muy cercano y también muy desconocido. Ahora me pasa, que, al tener una formación específica, que lo detecto con mayor facilidad. Sí que es verdad que un TLP límite grave, cuando lo ves, se nota, porque pone en peligro la vida del individuo. Son personas que el 20 % consuman el acto suicida y el 90 % lo han intentado por lo menos una vez. Pero sí que es cierto que vemos personas con rasgos límite a diario. Personas con un nivel de autocuidado muy bajo, con consumo de alcohol muy impuslivo, incapaces de afrontar una vida normal sin recurrir al alcohol o las drogas y que el impulso forma parte de su vida diaria. Personas con un nivel de habilidades sociales tremendamente precarias, porque está presente todo el rato el sentimiento de inseguridad. También en sus relaciones sexuales hay una adaptación constante al otro; una búsqueda de sensaciones para que me quieran y esto es algo que vemos de forma muy habitual en la adolescencia y la juventud. Es cierto que la sociedad está virando hacia lo límite.
—No sé si es consumidora de plataformas como TikTok.
—No, no lo soy, pero mis pacientes lo utilizan todo el rato, así que estoy familiarizada con ella.
—Lo digo porque se ven muchos que perfiles que muestran cómo son sus vidas, en primera persona, con diferentes patologías. Hay muchos que hablan de sus TDAH, por ejemplo. ¿Pasa también con el trastorno límite?
—Absoluitamente, y es peligrosísimo. El otro día en un taller una paciente me decía que otra de las chicas allí presentes era una tiktoker súper famosa y que en su perfil hablaba del TLP en primera persona. Creo que pueden ser instrumentos que pueden ser muy útiles, que pueden ayudar a normalizar, a ser comprendidos, a lograr no ser bichos raros. Pero, por otro lado, tiene un riesgo altísimo porque la falla fundamental de estos pacientes es la identidad, que no la tienen construida y se mimetizan todo el tiempo con el otro. El consumir este tipo de perfiles que son muy habituales hace que muchas veces asuman síntomas, conductas y pensamientos que no tienen. Sobre todo en las primeras fases del tratamiento en los que no hay una identidad clara. Es frecuente y ahora, además, el trastorno es bastante conocido gracias a series como SKAM, en la que había una paciente límite. Se está empezando un poco a 'romantizar', no solo el TLP, sino también el suicidio. Las autolesiones, vivirlo de una manera romántica e idealizada, como una forma de reacción a la sociedad, de no estar de acuerdo, de ser casi una Juana de Arco, de vivir en una sociedad en la que son incomprendidos... Se romantiza y se pueden llegar a mimetizar en una autolesión o una ideación suicida.
—Pero cuál es la alternativa, ¿negarles el acceso a este tipo de ocio?
—Con mis pacientes trabajo siempre desde un espacio de vínculo y de confianza. Trabajo con ellas para que podamos intervenir sobre lo que consumen. Y ahí está la clave. Hacerles adultos en cuanto a lo que consumen. El vetar el consumo de redes sociales o películas solo aprieta más el botón de las ganas. Es absurdo. Tiene que haber un aprendizaje sobre el consumo que hacen sobre las redes sociales, ver cuáles son los factores de protección que tienen las redes y los riesgos.
—¿Puede aclararme por qué dice que se está 'romantizando' el suicidio?
—Es algo que me preocupa. Por un lado, hay que hablar sobre el suicidio y nosotros hacemos campaña para visibilizar este problema. Hay que hacer campaña para entender las causas y poder gestionarlas. Particularmente en Madrid, estamos viendo que hay un aumento de los suicidios porque al final no hay recursos que puedan cubrirlo. Tenemos pacientes en la asociación que han hecho intentos de sucidio después de haber ido a un servicio de Urgencias, donde les subieron la medicación y los mandaron a casa. Incluso con un informe nuestro indicando que la ideación estaba completamente desorganizada y la probabilidad era alta. Creo que hay que hablar del suicidio para resolver las carencias del sistema; hablar de la soledad que creo que es el factor de mayor riesgo en el suicidio. Pero a veces hay cosas en las redes sociales y los medios de comunicación que perjudican. Esto pasó mucho cuando sucedió lo de Veronica Forqué. Aquel caso afecto a muchísimas de mis pacientes porque entraron en una fase de sentirse comprendidas. La sensación era como si la sociedad solo empezase a reconocer a una persona después del suicidio. Hablamos de una persiona que era invisible hasta ese momento, que se reían de ella en programas de televisión, que había un rechazo de la sociedad. Y de repente estos pacientes ven que, gracias a un acto que ellos tienen en la cabeza, todo se reconvierte y hay una idealización de esa persona. Los pacientes de TLP tienen la ideación suicida en su mente porque no encajan, porque no se sienten queridos, porque se sienten rechazados. Si les mandamos ese mensaje, pueden llegar a idealizarlo.