Manuel Martín Carrasco, psiquiatra: «El 90 % de las demencias tienen un trastorno psiquiátrico, sobre todo, de tipo depresivo»
SALUD MENTAL
El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental analiza la prevalencia de trastornos mentales, como la depresión o la ansiedad, en las personas de edad avanzada
16 jun 2023 . Actualizado a las 13:41 h.La salud mental es un problema prioritario de salud pública reconocido por la OMS. El trastorno más frecuente es el de ansiedad, que afecta al 6,7 % de la población. Por su parte, la depresión está presente en un 4,1 %. Este tipo de afectaciones son más comunes en la mujer que en el varón, aunque varía con la edad, pues hasta los 19 años, los hombres presentan más problemas, y a partir de aquí, el crecimiento progresivo en la población femenina marca la diferencia. Ahora bien, la alta demanda de los servicios no avanza con el mismo ritmo que lo hace el número de profesionales. La Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm) acaba de publicar el Libro Blanco de la Psiquiatría en España, un documento que refleja la situación de la especialidad, en el que alertan que se espera un alto número de jubilaciones durante los próximos años, sin profesionales suficientes para cubrir sus puestos. El presidente de la sociedad, el doctor Manuel Martín Carrasco, analiza la patología mental en el territorio nacional y pone énfasis en la necesidad de atender más a los mayores.
—El 29 % de la población española padece algún trastorno mental. ¿Qué tipos son los más prevalentes?
—Hay que entender que los diagnósticos de salud mental son muy amplios. Es decir, una persona con un problema para conciliar el sueño ya puede recibir un diagnóstico de insomnio, y hay varios millones de españoles que lo padecen. Ese porcentaje es amplio porque incluye categorías diagnósticas muy leves y la mayoría de las personas ni siquiera están diagnosticadas. Cuando miramos las cifras de gente con un trastorno mental grave, ya vemos que son mucho más reducidas. Ahí nos encontraríamos con un 3 o 3,5 % de la población. Hay trastornos que requieren atención pero ni siquiera por parte del médico especialista, sino que muchas veces son tratados por atención primaria, como son la depresión o la ansiedad. La cifra que se da es muy alta, pero incluye una amplia cantidad de diagnósticos.
—Una cifra alta que, a su vez, se vio incrementada con la pandemia. ¿Toda la explosión de síntomas o trastornos psiquiátricos que siguen coleando a día de hoy venían de antes?
—Sí, es decir, ya había datos que indicaban una alta prevalencia de problemas de salud mental. Pero el covid no solo fue la pandemia, sino un conjunto de cosas: el confinamiento, una disrupción de las relaciones sociales, la crisis económica y el hecho de que, al tratarse de una situación excepcional, la atención sanitaria se centró en el covid y el resto pasó a un segundo plano. Con lo cual, se fue creando una bolsa de personas no atendidas. Al hablar de covid, hablamos de muchas cosas a la vez, y aún ahora seguimos la estela que fueron dejando todas estas circunstancias.
—¿Qué situación atraviesa España en la actualidad respecto a la atención sanitaria de la salud mental?
—Hay una serie de problemas que todavía quedan pendientes. Nosotros, por ejemplo, en este libro blanco, ponemos de manifiesto que los ratios que tenemos de profesionales son bajos comparados con otros países. Esto no es un problema que haya surgido con la epidemia, sino que venía de antes, esto solo ha precipitado un aumento de la demanda justo en un momento en que el número ya era escaso. Ahora mismo, hay una disminución de profesionales por el simple hecho de que hay un volumen de expertos mayores de 60 años, de los que el 6,7 % ya ha superado la barrera de los 65. O sea, que en el próximo lustro se prevé un número importante de jubilaciones. En teoría, la especialidad necesitaría que se incorporen de unos 450 a 500 psiquiatras al año durante los siguientes cinco años para, simplemente, mantener lo que ya tenemos. Por el contrario, esto no sucede porque los psiquiatras formados que salen de cada promoción no alcanzan ni la tasa de reposición. En el otro lado de la balanza, reconozco que se ha producido un cambio muy importante con el desarrollo de una red de salud mental bien constituida y de un conjunto de servicios muy importante. No todas las comunidades están igual.
—Precisamente, en el documento destacan que solo una comunidad autónoma tiene una ley específica en materia de salud mental (La Rioja). ¿Con qué cuentan el resto?
—La ley alude al rango legal, pero hay otras muchas comunidades que tienen planes de salud mental. Hay algunas que no, pero la mayoría sí. Lo que sí es cierto es que la mayoría de los planes proceden de la época anterior a la pandemia, con lo cual es cierto que todo esto hay que actualizarlo y centrarse en la nueva situación. También se dispone de una estrategia nacional, pero que responde a necesidades que se plantearon antes de la pandemia y que además tienen algunas carencias que nosotros ya anunciamos en su momento. Por ejemplo, no se identifica la atención a los mayores como una de las líneas estratégicas cuando realmente tenemos una población muy envejecida que aumentará en los próximos años. Ha habido un incremento muy notable en la psiquiatría infantil, pero en cambio no hay una especialidad de psiquiatría geriátrica, ni siquiera hay un área de capacitación y una serie de centros acreditados, así como planes de formación. Esto no existe. Con esto quiero decir que hay una serie de lagunas muy importantes en este campo. Algo que, desde mi punto de vista, es increíble que no se haya considerado teniendo en cuenta lo que tenemos por delante.
—¿Qué porcentaje de nuestros mayores tiene problemas de salud mental?
—Los porcentajes globales son similares a los de los adultos jóvenes, pero primero habría que empezar por el hecho de qué entendemos por mayores. La clasificación clásica de los 65 años no nos sirve, realmente para hablar de mayores tendríamos que hablar de personas de más de 80 años. El 90 % de las demencias tienen un trastorno psiquiátrico, sobre todo, problemas de tipo depresivo, trastornos psicóticos o del comportamiento. Muchos de ellos necesitan atención psiquiátrica. Así que si tenemos en cuenta la presencia de demencia, ya vemos que hay una mayor presentación de problemas de salud mental. Luego, aunque los problemas sean similares en números, en mayores hay más tendencia a presentar problemas graves. Por ejemplo, la tasa de suicidio es claramente mayor en las personas con más edad. Como es evidente, en personas jóvenes es algo dramático, pero en números y en frecuencia era mucho mayor en personas mayores. En resumen, los trastornos de los mayores son graves y no se deben descuidar.
—¿Qué cree que podríamos escuchar si nos paramos a hablar con ellos?, ¿cuáles ven que son sus demandas?
—Ellos se enfrentan a problemas que son factores de riesgos claros para la presentación de este tipo de trastornos. Por ejemplo, uno de ellos muy importante es la soledad. Aunque en España no se le haya prestado atención, porque siempre hemos sido una sociedad muy solidaria, familiar y con lazos intergeneracionales muy fuertes, esto está caminando. Cada vez hay menos jóvenes, además, tienen muchísima movilidad geográfica que antes no tenían, y el número de personas que viven solas aumenta sin cesar. Queda claro que la soledad es un factor de riesgo muy importante para todas las patologías psiquiátricas como son la depresión, la demencia o los trastornos de ansiedad. Hay otros países en los que se ha cuidado más todo esto, tal vez, porque han tenido otras estructuras familiares; en España no, y ahora tenemos un problema muy serio. Otro reto que afecta a los mayores es la coordinación de los servicios sociales y sanitarios. Llevamos décadas diciendo que no puede ser que este tipo de estrategias se hagan de forma no coordinada, porque una persona mayor que no esté bien atendida desde el punto de vista social, acabará teniendo problemas de salud seguro; o si los tiene, se van a agravar. Luego, hay otra serie de problemas que si mejorásemos la detección precoz, también ayudarían. Hoy en día, hay medios para hacer un diagnóstico mucho más precoz de la demencia, que permite que la persona adopte medidas preventivas y que, aunque la más frecuente, que es el alzhéimer, no tenga tratamiento, sí hay formas de hacer que el curso sea más lento. Esto permite que la persona tome una parte activa en sus cuidados.
—¿A qué estrategias se refiere cuando habla de prevención?
—Hábitos de vida saludable y todo lo que tiene que ver con envejecimiento activo. Este, en parte, es una estrategia de prevención de la soledad, porque ese envejecimiento activo conlleva poner énfasis en todo lo que tiene que ver con comunicación y contacto social. En los mayores, la salud física y la mental van de la mano. Interaccionan una con otra. Por ello, todos los controles periódicos de salud son igual de importantes. Por último, hay que tener en cuenta que los mayores se derivan con mucha menos frecuencia a la atención especializada en salud mental. Así como una persona joven con un problema de salud mental, especialmente si es grave, se deriva de forma automática; en los mayores no ocurre de la misma forma. Hay menos uso de atención psiquiátrica, psicológica, de psicoterapias, de muchos elementos de salud mental, en ellos.
—¿Cómo se explican estas diferencias?
—La atención primaria es fundamental para la atención psiquiátrica, ya hemos visto que hay una variedad muy importante de diagnósticos psiquiátricos y la red de salud mental especializada no podría asumirlos todos, ni mucho menos. Entonces, siempre debe haber una derivación. Pero en lo que toca a la atención a los mayores, el sistema de atención primaria se siente mucho más capacitado para seguir su tratamiento, y no nos los hacen llegar tanto. Desde nuestro punto de vista, quizás los mayores también deberían recibir una mayor atención especializada en el campo de la psiquiatría.
—A partir de los 85, la prevalencia del alzhéimer en España supera el 20 % según datos del Ministerio de Sanidad. ¿El envejecimiento siempre va a estar ligado a un deterioro?
—No presupone que vaya a aparecer el deterioro necesariamente, sino que es un factor de riesgo. Como cualquiera de estas variables, quiere decir que hay determinadas políticas que tienen que establecerse a partir de determinadas edades, tal y como ocurre con otros programas de detección como es el de cáncer de mama. Son programas que se ponen en marcha durante unos años, porque es cuando aparece el problema. También muchos de los factores que pueden contribuir la aparición de una demencia son factores sobre los que se puede trabajar, no solamente cuando uno es mayor, sino desde mucho antes, porque todo aquello que contribuye a un aumento de la reserva cognitiva ayuda también a que la aparición de la demencia sea más tardía. Por ejemplo, la mayoría de los factores de salud vasculocerebral (la hipertensión, la diabetes), son factores de riesgo para la aparición de demencia. El consumo de tabaco también lo es. Y desde luego todo lo que tiene que ver con el desarrollo intelectual, así que también hay que tenerlo en cuenta.
—Antes hablaba de prevenir la demencia, ¿se puede lograr que no progrese?
—Hay muchos tipos de demencia, y cuando se habla de ello, siempre se nos va la mente a la enfermedad de Alzhéimer porque es la más frecuente y supone un 60 %. Lo que son demencias relacionadas con enfermedades neurodegenerativas, como es esta o la enfermedad de Parkinson o la demencia frontotemporal, son las más frecuentes y cuando se diagnostican normalmente ya están en un estado demasiado avanzado. Así que la solución pasa por hacer diagnósticos cada vez más precoces, cuando la persona ni siquiera tiene síntomas de demencia, en una fase preclínica para poder establecer ahí los tratamientos oportunos. Y eso es en lo que se está trabajando. No se tiene todavía un remedio pero es el área de investigación más prometedora. Una vez que la persona, dentro de estas formas de demencia, ya tiene el diagnóstico, realmente se puede hacer mucho pero a la hora de acompañarla, de paliar los síntomas psiquiátricos a los que nos hemos referido antes, hay que atender al cuidador que sufre una sobrecarga muy importante y que puede enfermar a consecuencia de ello. Hay que hacer todo esto, pero sabiendo que la enfermedad tendrá un curso progresivo y que en unos años va a terminar con el fallecimiento de la persona. Pero ojo, que no tenga tratamientos curativos, no significa que no haya que hacer nada. Todo lo contrario, hay mucho en lo que tomar acción, y las cosas pueden ser muy distintas si se atiende bien o no. Por último, hay otras formas de demencia relacionadas con un tumor, o con un problema del líquido cefalorraquídeo, en las que sí se puede hacer una intervención e incluso solucionar. Por eso, aunque no son las más numerosas, es importante contar con el diagnóstico para saber a qué estamos enfrentándonos.