¿Tú también vives rodeado de idiotas? Las cuatro personalidades que existen según el experto en conducta Thomas Erikson
SALUD MENTAL
El especialista sueco ha trabajado con líderes de empresas como Ikea, Coca-Cola y Microsoft en estrategias para mejorar la comunicación. Su nuevo libro aborda cómo hacer lo mismo en nuestras relaciones interpersonales
15 sep 2023 . Actualizado a las 18:10 h.Thomas Erikson (1965) es experto en interpretación de patrones de comportamiento y análisis de la personalidad. Lleva más de veinte años trabajando como asesor para ejecutivos y directivos de empresas tan diversas como Ikea, The Coca-Cola Company, Microsoft y Volvo. ¿Cuál es la clave de su éxito? Entender cómo comunicarnos con personas diferentes a nosotros.
«Hay dos situaciones en las que puedes ser completamente tú mismo. La primera es cuando estás solo en una habitación. La segunda es cuando todas las demás personas que están contigo son como tú. En cualquier otra situación, podría ser buena idea entender cómo se te percibe y aprender cómo funcionan los demás». Esta es la idea que expone en uno de los capítulos introductorios de su bestseller internacional, Rodeados de idiotas, los cuatro tipos de personalidades (Planeta, 2023). El libro, que se publicó por primera vez en sueco en el 2014 y fue traducido también al inglés, se lanza ahora en su edición española y es una herramienta para entender el comportamiento de aquellas personas distintas a nosotros, que son, en palabras de Erikson, la mayoría.
Pero el experto no se queda en la descripción de los cuatro tipos de personalidad que ha definido con los colores rojo, verde, azul y amarillo (aunque, aclara, un gran porcentaje de la población tiene una personalidad que resulta de la mezcla de dos de esos colores). En Rodeados de idiotas, el sueco ofrece una serie de pautas que cualquiera de nosotros puede utilizar para adaptar su conducta teniendo en cuenta las personalidades de aquellos con quienes interactúa. «Después de trabajar muchos años asesorando a empresas me di cuenta de que efectivamente, no solo los problemas de comunicación están en el mundo corporativo, sino que este tipo de herramientas se pueden aplicar a todo tipo de relaciones humanas», asegura.
—En el libro señala que el comportamiento de una persona es algo distinto de su personalidad, aunque a menudo confundimos ambos conceptos. ¿Cómo describe cada uno?
—Son dos cosas diferentes. El comportamiento es lo que puedes ver y escuchar. El comportamiento es lo que utilizamos para intentar entender la personalidad de alguien, que es algo mucho más profundo e incluye valores fundamentales, motivaciones, actitudes y muchas otras cosas. El comportamiento que los demás perciben en mí es una máscara que es el resultado de todo eso en una situación determinada. Todos tenemos varias máscaras. Es normal tener una para el trabajo y otra para casa, por ejemplo. De manera consciente o inconsciente, las circunstancias me hacen elegir una determinada línea de conducta.
—Teniendo eso en cuenta, divide a las personas, a grandes rasgos, en cuatro tipos de personalidades que van a tener comportamientos distintos según esos tipos de personalidad. ¿Cuáles son los puntos débiles y fuertes de cada grupo?
—Los cuatro colores, rojo, amarillo, verde y azul, tienen características positivas y negativas. Los rojos serían normalmente muy ambiciosos, muy rápidos de pensamiento, de carácter fuerte, dedicados a las tareas y los objetivos. Pero también pueden ser percibidos como impacientes, agresivos, intolerantes, bruscos. En el caso de los amarillos, son excelentes comunicadores y muy optimistas, pero también pueden ser percibidos como que no escuchan, o que son muy centrados en sí mismos, charlatanes, que no prestan atención a los detalles. A los verdes, su orientación hacia las personas les lleva a escuchar muy bien, les gusta trabajar en equipo. Pero tienen problemas con los cambios, sobre todo si son rápidos. Y tienen aversión al conflicto, entonces, muchas veces no sabemos lo que piensan porque no lo dicen, no confrontan. Los azules, enfocados más en las tareas, como los rojos, son personas muy amantes del orden, del largo plazo, de los detalles. Pero pueden llegar a parecer pedantes, pueden ser demasiado perfeccionistas o pueden quedarse demasiado estancados en esos detalles.
—¿Qué podemos aprender de este modelo para mejorar la comunicación?
—Lo planteo en términos de percepción. La comunicación se produce en los términos del oyente, es decir que hay que adaptarse a él. Tener un sistema de clasificación de los rasgos según colores evidentemente no lo explica todo, pero es una herramienta que funciona en el 80 % de las situaciones habituales. ¿Cómo aplicarlo? Por ejemplo, si estamos ante un rojo, que a nosotros nos puede parecer impaciente pero él simplemente va directo al grano, podemos adaptarnos quitando la palabrería y dejando el 25 % de nuestro mensaje, aquella parte que transmite las cuatro ideas principales. Eso le va a llegar mucho más y vamos a tener una comunicación mucho más fluida. Vamos a ahorrar tiempo y evitar conflictos. A fin de cuentas, estas herramientas nos pueden orientar para evitar malentendidos.
—¿Cuáles son los factores que pueden causar estrés en cada tipo de personalidad?
—Lo que estresa al rojo sobre todo es la pérdida de control, porque les gusta tenerlo y quieren retomarlo. Hablamos de control sobre las personas, lo que les puede llevar a ser agresivos y mostrarse enfadados; pero realmente la cuestión va con ellos, no con la persona sobre la que proyectan su enfado. Los amarillos se sienten mal cuando son criticados; en concreto, públicamente. Si se sienten rechazados o no apreciados, entonces pueden llegar a comportarse de manera infantil, hablando demasiado, buscando confirmación externa. Los verdes sobre todo se ven estresados por los cambios rápidos. Manejan mal el estrés y pueden caer en depresión, porque hay que tener en cuenta que el verde y el azul están del lado introvertido o pasivo del esquema. Los azules se estresan sobre todo con la pérdida de calidad. Tienden a sentirse responsables de los problemas y quieren retomar el control, pero en su caso no se trata de un control sobre las personas sino sobre los procesos, las cosas, los detalles. En ese sentido, pueden llegar a echar el freno para encontrar de nuevo ese control y eso acaba estresando al resto de las personas.
—¿Cómo podemos usar esta información para la resolución de conflictos?
—Estas herramientas son una base para evitar los errores más obvios, que vienen de pisar a los demás sin darnos cuenta. Cuando entendemos las diferencias que hay entre las personas y sus necesidades, nos hacemos más conscientes y eficientes y tenemos una mejor comunicación. Si hay una ganancia de tiempo y una ganancia al evitar conflictos innecesarios, al final hay una ganancia de bienestar.
—¿Qué errores cometemos frecuentemente en la comunicación con otros?
—El principal problema es que nos tomamos a nosotros mismos como modelo y referencia. En otras palabras, partimos de nosotros mismos. La mayoría de la gente pasa demasiado tiempo dentro de su cabeza y eso no le permite observar y detenerse a ver el entorno. Como ejemplo de esto, pensemos en un estudio que se hizo en Estados Unidos. Se tomó a 3.500 personas y se les preguntó sobre su propia autopercepción, cómo se situarían, en qué nivel con respecto a los demás. Lo curioso es que el 95 % de ellos se ponía por encima de la media, se creían mejores, cosa que es matemáticamente imposible que sea real. Esto significa que, como mucho, a lo mejor un 10 o un 15 % de las personas tienen una autopercepción correcta y se dan cuenta de que sus comportamientos afectan a su entorno, que ellos pueden ser el problema y no los otros.
—¿Estamos desacostumbrados a interactuar con personas diferentes de nosotros?
—Efectivamente. No nos lo han enseñado en el colegio, ni en el instituto ni en la Universidad. Incluso aunque estudies psicología, aprenderás sobre enfermedades mentales, pero no te van a hablar de las diferencias normales entre personas, que somos diferentes pero a la vez somos iguales, porque todas tenemos necesidades para nuestro bienestar en una determinada situación. Si se conociesen estas diferencias entre las personas y se las tuviese en cuenta, se evitarían conflictos, aumentaría la comprensión y el mundo sería un lugar mucho más agradable para vivir. Estas son herramientas sencillas de aplicar, pero hay que conocerlas y es necesario avanzar en esta vía si queremos que todo vaya mejor.
—Su trabajo se focaliza en líderes mundiales y CEOs de compañías multinacionales, pero muchas personas ocupan roles de liderazgo en organizaciones o incluso en su familia. ¿Qué consejos daría para ser un mejor líder en la vida cotidiana?
—Un líder tiene que trabajar para siempre aumentar su capacidad de comunicación, con el objetivo de que las personas que trabajan con él o ella den lo mejor de sí mismas, que voluntariamente hagan sus tareas y lo hagan de forma consciente y placentera. Esto, fundamentalmente, se trata de prestar atención. Todos los líderes a alto nivel que he conocido tienen un gran nivel de autopercepción, de autoconsciencia, son personas generosas, aprecian y valoran el feedback, se trabajan a sí mismas. Si no tienen estas cualidades, será difícil que sean líderes y sus proyectos serán unipersonales. Entonces, es importante prestar atención al entorno para poder adaptarse. Yo estoy constantemente adaptándome a mi esposa, que es de color rojo. Y nos metacomunicamos mucho, hablamos de cómo queremos comunicarnos para que sea más eficaz, que es un trabajo que es necesario hacer si queremos avanzar.