«Pórtate bien porque los Reyes Magos te vigilan»: el chantaje emocional a los niños en Navidad
SALUD MENTAL
Condicionar la calidad de los regalos de Reyes a un buen comportamiento es una estrategia muy común que puede acarrear consecuencias en el largo plazo
19 dic 2023 . Actualizado a las 13:17 h.«Tienes que portarte bien, que van a venir los Reyes». Esta frase que tantas veces se ha repetido a todos los niños de España es un chantaje emocional de Navidad. Ni es una frase inocua, ni tampoco debemos sentirnos mal por haber caído en esta dinámica en el pasado. No se trata de repartir culpas. Al fin y al cabo, hemos sido educados bajo estas fórmulas. Del mismo modo, es innegable que se trata de un chantaje a nuestros hijos: si te portas bien, vas a tener regalos; si te portas mal, no los vas a tener. Toca cambiarlo —esta y otras actitudes tóxicas con los niños en Navidad—, pero entendiendo primero la razón. Empecemos. ¿Por qué está mal esta forma chantajear a los niños con los Reyes Magos? Un argumentario en el que hemos pedido ayuda a expertos en salud mental infantil y crianza.
Lo primero de todo, y aunque suene extraño, será hacer una defensa del chantaje emocional. Porque hubo un momento en el que venía a sustituir actitudes mucho peores. «En defensa del chantaje emocional, diré que fue una herramienta de contrarrespuesta para evitar el uso la violencia física que se venía utilizando de forma habitual hasta, más o menos, la década de los noventa. Llegó un momento en el que los padres entendieron que había que dejar de usarla y se comenzaron a emplear otras estrategias que, en aquella época, parecían más respetuosas. Es ahí cuando toma tanta popularidad el chantaje emocional. En su defensa, es una estrategia que reemplaza a otra que claramente era peor», adelanta Emilia Aguilera, psicóloga especializada en infancia.
Pero la justificación termina aquí, los tiempos son otros y toca actualizarse: «Ya tenemos acceso a los conocimientos suficientes para darnos cuenta de que el chantaje, por regla general y no solo en navidad, no es muy recomendable».
Tomar consciencia, el primer paso
Sí, poco a poco vamos mejorando. Pero el utilizar la Navidad para condicionar el comportamiento de los más pequeños sigue siendo una estrategia demasiado habitual. «Vamos teniendo consciencia de que esta comunicación no es la correcta, pero seguimos usando mucho el chantaje y la amenaza. Es estas fechas, pero también el resto del año», explica Sara Tarrés, miembro del Grupo de Trabajo en Inteligencia Emocional del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña. ¿Por qué lo hacemos? Como apunta la psicóloga se debe a que la gran mayoría de personas que hoy son padres, «lo hemos aprendido así, así hemos sido criados».
Educar es complicado, puede resultar agotador y requiere tiempo y esfuerzo. Y de vez en cuando, nos ponemos en piloto automático y caemos en estas técnicas que son, indudablemente, efectivas a corto plazo. Pero ¿y en el largo?, ¿qué consecuencias tiene chantajear?
Portarse bien como un mal necesario
Imaginemos que su hijo o hija quiere tener un teléfono móvil de último modelo, el videojuego más deseado o el juguete estrella de estas Navidades. Y que, como padres, estamos dispuestos a regalárselo. Es ahí cuando caemos en la trampa: «Si haces tal cosa, tal vez te lo traigan los Reyes». ¿Qué mensaje estamos transmitiendo con esta frase?
«Cuando te chantajeo con algo, cuando te ofrezco un premio, cuando te digo que si te portas bien o sacas buenas notas te voy a regalar, por ejemplo, un iPhone, lo que estoy haciendo es tomar el teléfono y ponerlo en lo más alto, le doy la calidad del máximo deseable. El teléfono, el juguete o cualquier otra cosa pasa a ser lo más maravilloso a lo que puedes aspirar y todo lo que tú tienes que hacer para lograrlo —ya sea portarse bien, tratar bien a la hermana o sacar buenas notas—, es un mal necesario para alcanzarlo. Se convierte en un mensaje contrario a lo que la mayoría de padres y madres querríamos estar transmitiendo», explica Aguilera que apunta que lo esperable es que, como padres, busquemos enseñar a los niños que los regalos, los bienes materiales, no son lo máximo ni lo mejor. Como la maternidad y la paternidad no viene con libro de instrucciones, es normal fallar. «Queremos educar en que tratar bien a tu hermano, portarte bien o sacar buenas notas es algo que tiene un fin en sí mismo. Yo te trato bien porque quiero ser amable, porque quiero estar bien y quiero que tú estés bien, no porque quiera lograr esta otra cosa», apunta la psicoterapeuta.
Sara Tarrés, enriquece esta reflexión: «Chantajeando, estamos llevando la motivación hacia lo externo; no hacia lo interno. Acabamos condicionados siempre por el premio o el castigo, que es un elemento externo, no voy a hacer algo por los principios o los valores que he incorporado. No me van a importar otras cosas, como el hacer daño a terceros. Solo voy a perseguir una recompensa. Y la vida no es así, no nos recompensa».
¿Y si acepta el chantaje pero fracasa?
Las psicólogas se plantean otro escenario que no es baladí. ¿Y si el niño acepta el chantaje y se propone sacar buenas notas para complacer a sus majestades de oriente pero no lo consigue? Démonos cuenta de lo frustrante que puede ser condicionar el recibir un regalo de Papá Noel a aprobar todas las asignaturas, pongamos, con un 8. «Tú lo intentas, pero no logras el 8. ¿Qué va a pensar ese niño del esfuerzo?, ¿que no es lo suficientemente bueno?, ¿que no se esforzó lo suficiente?, y, en consecuencia, tal vez acabe por plantearse si merecerá la pena a sabiendas de que no logrará cumplir las expectativas», se cuestiona Emilia Aguilera.
Educar en el chantaje es acostumbrar al chantaje
Pero este riesgo de consolidar actitudes interesadas no es la única razón por la que el chantaje debería parecernos una mala idea. Si enseñamos a los más pequeños que el chantaje es una actitud normal, lo aceptarán como normal. Es probable que un padre se salga con la suya, ¿pero nos hemos parado a pensar que convertimos a ese niño en vulnerable a chantajes de otros adultos que no sean su padre o su madre?
¿Se lo harías a un adulto?
Con los niños rompemos las reglas que con el resto del mundo, no. Esto pasa siempre, pero en Navidad y ante la inminencia de regalos materiales la cosa se dispara. ¿Se te ocurriría decirle a tu padre que se porte bien porque si no no va a tener regalos el día de Reyes?
«A los padres nos cuesta mucho entender que cada estrategia tiene como objetivo una enseñanza en particular. Por ejemplo, una paga mensual tiene el objetivo de que aprendas administración financiera. Yo dejo de comprarte cosas para que tú aprendas a priorizar. Todo esos aprendizajes están asociados a la paga. Pero es muy común caer en una dinámica en la que cruzamos aprendizajes. Por ejemplo, si yo uso esta paga para otros fines educativos, estoy ensuciando la herramienta; va a dejar de ser efectiva porque abandono la educación financiera para hacer este chantaje emocional», advierte Emilia Aguilera.
¿Todavía no ven cómo se relaciona esto con los regalos de navidad? La propia psicoterapeuta lo aclara: «Si tomas una herramienta, mantenla siempre hacia el objetivo marcado. Si le das un regalo a tu hijo porque lo amas, mantén este objetivo; si le das una paga para que aprenda educación financiera, mantén ese objetivo». Pero claro, surge una pregunta. ¿Cuál es la alternativa? Si el niño o la niña suspende varias asignaturas y los Reyes o Papá Noel son generosos con sus regalos, ¿se están 'premiando' las malas notas? Aguilera responde: «Si saca malas notas, vamos a recorrer la escala que corresponde a las malas notas y que está relacionada con las malas notas. Primero conversaremos, a ver qué es lo que está pasando, averiguaremos por qué está desmotivado y, si es necesario, recurriremos a un profesional. Pero siempre debe estar relacionado, porque el cerebro aprende en la medida en la que los elementos que ponemos a su disposición están relacionados entre sí. Si yo a ti te digo que por sacar malas notas, no puedes ir al parque, al no haber una relación lógica entre las notas y el parque, el cerebro no va a relacionar un aprendizaje, sino que va a generar un condicionamiento de temor, sin entender cuál es la importancia de sacar buenas notas ni por qué no se está yendo al parque», argumenta.
Y lo mismo que pasa con las notas, sucede en otras escenas tan típicas como las de la hora de la comida. «Si no te comes las verduras, los Reyes se van a enfadar». Más allá de lo exageradamente susceptibles que puedan parecer sus majestades con respecto a un brécol, ¿qué podemos estar provocando? «A corto plazo, probablemente el niño se va a comer la verdura, pero en el largo, ¿cómo va a influir en sus conductas alimentarias?, ¿si no come no va a ser digno de aprecio?», plantea Tarrés, que recuerda el paladar se tiene que ir educando. «Esta amenaza solo tiene que ver con la necesidad del adulto de que el niño se coma el plato que le ha preparado y con estas creencias absurdas de que los niños tiene que comer de todo de forma inmediata», zanja.
¿Por qué recibimos regalos en Navidad?
Otro buen motivo para entender por qué es una mala idea invitar a un niño que se porte bien pensando en los regalos de Reyes, es pensar en cuál es el motivo por el que se regalan cosas en estas fechas. ¿Tu pareja recibirá o no un regalo en función de cómo se haya portado últimamente? ¿Se imaginan que así fuese? Solo de plantearlo, la escena resulta bastante cómica. Y Aguilera lo deja claro: «Yo no te digo que tienes que ser un buen novio y llevarme al cine y que, si a final de año, no me has llevado las suficientes veces al cine, no vas a recibir regalos, porque yo a ti te quiero incondicionalmente».
Evidentemente, si nuestra pareja se convierte en algo negativo para nosotros, las medidas a tomar serán otras —desde la terapia de pareja a acabar con el vínculo—, pero no recurriremos a Papá Noel para solucionarlo. «El sentido del regalo es demostrar afecto —no entraremos en debates más profundos como el materialismo de esta práctica—. Solo con los niños nos tomamos la libertad de amenazarlos y manipularlos con el regalo», explica Aguilera.
Los Reyes Magos, adultos que se cuelan en tu casa y que lo ven todo
Además de los Reyes Magos y de Papá Noel, las Navidades han traído últimamente una nueva figura importada del mundo anglosajón que cobra cada vez más popularidad: el elfo que hace travesuras por las noches —surge del libro The Elf on the Shelf: A Christmas Tradition, de las autoras Carol V. Aebersold y Chanda Abell—. Se trata de un juego para, supuestamente, incentivar al buen comportamiento de los niños. El elfo, un ayudante de Papá Noel, amanece cada día en una localización de la casa. Durante la noche hace travesuras, a la par que 'vigila' cómo se portan los más pequeños ante la inminencia de la Navidad.
Hablamos de tradiciones. Muchos de los que hoy son adultos recuerdan de manera dulce sus infancias de diciembre y enero. ¿Pero podemos coincidir en que la figura de un elfo o de unos adultos que entran en tu casa el 6 de enero a los que no conoces de nada te estén vigilando las 24 horas del día puede ser, por momentos, un poco inquietante? Más si este Gran Hermano se produce con la complicidad y el beneplácito de los padres, figuras de referencia de los niños.
¿Quiere decir esto que jugar al juego del elfo está mal? La respuesta es clara: no. Ahora bien, como es lógico todo esto solo resultará positivo si todos los miembros de la familia incluidos en la dinámica disfrutan. Porque es demasiado habitual ver vídeos en redes sociales de niños y niñas desorientados, asustados o confundidos ante las carcajadas de sus figuras de referencia.
«Son conductas absolutamente desorganizantes. Cuando como niño yo no entiendo lo que está ocurriendo, lo que voy a hacer es girarme a mi figura de cuidado, a mi figura vincular principal, para que esa persona organice la realidad. Si yo escucho un estruendo que me asusta, miraré a mamá, papá o a quien sea, que me dirá que son los truenos, que está lloviendo y que hay tormenta. Eso es una organización de la experiencia que me permitirá vivir tranquilo. Pero cuando ocurre algo que me desorganiza, si estoy en una situación de estrés, llorando y cuando miro a mi figura de cuidado se está riendo sin que yo entienda nada, resulta muy desorganizante. Es el tipo de conductas que, cuando se cronifican, están detrás del desarrollo de psicopatologías», comenta Aguilera.
Por tanto, ante las dudas, el criterio para la familias es fácil y sencillo: si lo estamos pasando todos bien, entonces está fantástico y es una buena dinámica. «Si en algún momento, aunque sea momentáneo, una de las personas involucradas en las dinámicas se siente atemorizada, nerviosa, ridiculizada o molesta, eso deja de ser una broma y empieza a ser una interacción tóxica», remarca la experta.
Ante las cabalgatas: sensibilidad parental
Del mismo modo, las clásicas cabalgatas de Reyes pueden ser un territorio bastante hostil y, para lamento de muchos padres y madres, los niños pueden no disfrutar de esta experiencia en la que abundan demasiado las tensiones del mundo adulto por un puñado de caramelos. El objetivo de estas fiestas es disfrutar, por lo que deberemos desarrollar nuestra sensibilidad parental sabiendo interpretar las señales que nos den los más pequeños.
«Si te llevo a la cabalgata y veo que estás tenso, con la cara larga, llorando o retraído, una buena sensibilidad parental me permite decir que mi hijo o hija no se lo está pasando bien; me va a permitir responder de forma contingente: ¿quieres que nos vayamos a casa?, ¿quieres que dejemos de venir? Porque si yo me lo estoy pasando increíble, pero mi hijo está llorando, mi respuesta no puede ser: ''Pásatelo bien, si no pasa nada''», detalla Emilia. Si todo el mundo disfruta, daremos un salto de calidad a nuestro vínculo familiar.