Eva Gutiérrez, psicóloga: «Una relación tóxica empieza pareciendo sana y normal»
SALUD MENTAL
La experta insiste en que todo el mundo puede cambiar, «aunque es algo que requiere trabajo interno y puede ser duro»
09 ene 2024 . Actualizado a las 17:41 h.¿Cómo se construye el amor sano?, ¿de qué forma una persona puede acabar en una relación destructiva? Existen parejas que pasan de ser un sueño a una pesadilla. Eva Gutiérrez, psicóloga, lo sabe por experiencia personal y profesional. Precisamente, tras pasar por una relación tóxica, decidió especializarse en terapia de pareja, maltrato, trauma y dependencia emocional y así poder ayudar a quienes pasasen por experiencias similares. La experta publica Si es tóxico no es amor, editado por Somos B, un libro en el que hace una radiografía de este tipo de vínculos.
—Al comienzo de la obra, cuenta su propia historia. Dice que durante ocho años estuvo atrapada en una relación tóxica y que su expareja le hizo sentir muy pequeña. ¿De qué forma la persona que comete el abuso es capaz de anular a su pareja?
—Creo que lo importante y, una de las cosas más difíciles, es darse cuenta de los pequeños y sutiles signos de alarma que suceden al principio. Muchísimas veces pasan inadvertidos e incluso se llegan a normalizar. Una relación de pareja tóxica no empieza siendo dañina, porque realmente, nadie se quedaría en una dinámica en la que siempre se está mal. Al principio, parece una relación de pareja sana, pero se va volviendo tóxica y dañina muy poco a poco, con pequeños comportamientos, que muchas veces se normalizan. Por mi propia experiencia, y la que tengo ahora como psicóloga, es muy habitual escuchar: «Cómo no me di cuenta antes», «cómo ha podido cambiar de esta manera con lo bien que estábamos al principio» o «no sé decir cuando cambiaron las cosas, pero lo han hecho y han ido para mal». El peligro de estos pequeños comportamientos es que siempre van a más. El quid de la cuestión está en saber poner el foco y no normalizar estas actitudes, que de normales no tienen nada.
—Dice que llamar «tóxico» a alguien es algo muy serio. ¿Piensa que se banaliza esta palabra?
—Los seres humanos somos muy dados a poner etiquetas a las cosas, porque parece que lo que no nombramos no existe. Las redes sociales están plagadas con su uso: «Mi madre es tóxica», «mi ex el tóxico». Y cuidado con estas etiquetas, porque hacen que se ponga el foco en la persona, dando a entender que no puede cambiar su comportamiento. Yo no hablo de individuos tóxicos, sino de comportamientos que se pueden cambiar.
—¿Todo el mundo puede cambiar?
—Esto lo digo una y otra vez. Si algo me enseña mi trabajo en el día a día es que todos podemos. Aquí no hay una varita mágica. Cambiar de comportamiento requiere trabajo interno, que a veces es duro. No es fácil cambiar una conducta interiorizada desde hace mucho tiempo. Hay gente que llega a consulta y me dice: «El tóxico soy yo, exploto por nada y me doy cuenta». Es una de las cosas que se trabaja en terapia.
—Las relaciones tóxicas son un ciclo que se repite. ¿Por qué etapas pasa una pareja en esta situación?
—Como decía, una relación tóxica empieza pareciendo sana y normal. Hay una primera etapa que se llama de enamoramiento o de luna de miel. Y así es, una luna de miel en la que cada uno muestra su cara A, la mejor parte. A medida que pasa el tiempo, y como todos tenemos una cara B, comienzan a aparecer pequeños comportamientos que son muy sutiles pero dañinos. De hecho, a veces se pasan por alto. Después llega la segunda etapa, de acumulación de la tensión. Los comportamientos ya se vuelven menos sutiles, se incrementan tanto en frecuencia como en intensidad. Empiezan las discusiones por nada, los reproches, las malas caras y las voces aumentan de volumen. Esto siempre conduce a la tercera etapa, que es la de explosión, en la que las conductas se vuelven más tóxicas y graves. Por ejemplo, con insultos, humillaciones, agresividad e incluso violencia física. Y tras esta, en la que la persona ya ha explotado, viene una fase de reconciliación, en la que la persona pide perdón, siente que puede perder a su pareja e incluso promete un cambio. Claro, el otro miembro tiende a perdonarlo.
—Pero no acaba aquí, es un ciclo.
—Así es. En una relación tóxica, las fases se repiten una y otra vez hasta que la de enamoramiento, en la que la pareja está bien, dura menos, mientras que la de acumulación y tensión se extienden más y más. Llega un punto en el que están permanentemente mal y es necesario pedir ayuda. Todos metemos la pata, pero si mi pareja se está disculpando conmigo y luego, volvemos a lo mismo, se debería encender un piloto rojo que nos diga que esta forma de vincularnos no es la correcta.
—Indica que este ciclo llega a ser adictivo para la persona que comete el abuso. ¿Por qué?
—Porque aprende a descargar toda su frustración en la otra persona, su ira se reduce y se queda tan a gusto. Claro, si yo vengo estresada del trabajo y descargo toda mi ira en ti, al principio me voy a quedar aliviando gritándote, pero las cosas no se van a solucionar. Al final, la persona aprende a canalizar sus emociones a través de su pareja y la convierte en su blanco.
—¿Cuáles son las primeras red flags o banderas rojas que aparecen en una relación de este tipo?
—Para mí, estas banderas rojas son como el piloto rojo que se enciende en el salpicadero del coche, que hace que la gente levante el pie del acelerador y frene porque entiende que algo va mal. Para mi la pregunta del millón es: ¿Cómo me hace sentir este comportamiento? En general, las primeras banderas, que yo les llamo naranjas porque suelen ser muy sutiles, son faltas de respeto que se llegan a racionalizar o justificar. Por ejemplo, una broma que no se siente como una broma porque te hace sentir mal; discusiones que no se solucionan y vuelven una y otra vez; que te oculte cosas y te diga: «Lo hago por tu bien», o que te suelte: «Quita, que no eres capaz». Por supuesto no te está llamando tonto o tonta, pero el comentario te hace sentir mal.
—Dentro de las distintas formas de maltrato, incluye el castigo de silencio. ¿Lo suele ver mucho en consulta?
—Es tremendamente cruel y habitual. Es un comportamiento que siempre ha existido, eso de dejar de hablar. Se suele decir: «Le dejo de hablar a ver si reacciona y se pone las pilas». Y hoy en día, en las relaciones de pareja, el móvil y las redes sociales juegan un papel muy importante. Dejar de hablar, no contestar los mensajes o no contestar las llamadas. Y es una conducta que está muy normalizada, y que en consulta se ve muchísimo.
—Dígame un ejemplo de chantaje emocional. Es algo que también es muy común.
—Lo describo como una táctica de manipulación en la que, la persona que la pone en práctica consigue que la otra diga, haga o sienta lo que quiere en su propio beneficio. Por ejemplo: «Si me quisieras, lo harías por mí». Me duele decir que está tan normalizado, y no solo en jóvenes, sino en relaciones de muchos años y de gente madura. Hay tantos tipos de chantaje emocional como relaciones tóxicas, porque es una forma de manipulación muy sutil en la que la víctima puede acceder a lo que quiere la otra persona sin apenas darse cuenta. Piensa: «Total, para no discutir, lo hago y ya está».
—¿Qué suele llevar a la persona que maltrata a hacerlo y, al revés, que hace que la víctima lo acepte?
—Siempre digo que en una relación de pareja sana, el objetivo es el amor; que quieran pasar tiempo juntos, tener un proyecto de vida y que se vean como apoyos. En una relación de pareja tóxica esto no pasa. Aquí el objetivo de la persona que emite estos comportamientos es el tener el poder del vínculo y del otro individuo. Con respecto a la víctima, al principio puede haber un afán de intentar ayudar a la pareja. Lo que pasa es que a medida que va avanzando en la relación, la autoestima se va reduciendo hasta que llega un momento en el que se juntan muchos factores: miedo a perder todo lo que se ha construido, los mitos sobre el amor que tanto daño hace, esa idealización de que el amor debe ser para siempre.
—Si le digo que el amor lo puede todo, ¿qué opina?
—El amor es necesario, por supuesto, para empezar y construir una relación de pareja, pero no es suficiente, porque solo de amor no vivimos. A la olla hay que echarle muchos ingredientes y el amor no puede con todo, ni con las faltas de respeto, la indiferencia ni las humillaciones. Este amor de película de Disney está muy idealizado. La vida real está compuesta de pequeñas rutinas en las que cada relación tiene las suyas.
—¿Los que se pelean no se desean?
—No deberían. Muchos de estos mitos se han convertido en refranes. Los que se pelean se desean es un refrán, pero si nos paramos a pensarlo es una barbaridad. Igual que las canciones de: «Sin ti no soy nada». Los tenemos muy normalizados, y no son ciertos, porque hacen daño. Normalizan unos comportamientos que no son normales.
—Cuenta que la situación en la que una persona se queda después de una ruptura es una montaña rusa. ¿Cuáles son las claves del contacto cero?
—Vaya por delante, que del contacto cero se habla muchísimo y yo pienso que no siempre es necesario. Hay que ver cada contexto. En una relación tóxica sí suele ser necesario, porque hace que el duelo por la ruptura sea mucho más llevadero. Con todo, no me gusta hablar de contacto cero, sino de consumo cero. Esto es desechar de mi vida cualquier pequeño o gran estímulo que me conecte con mi expareja, con la finalidad de que si yo he decidido romper la relación porque ha llegado un momento en el que he considerado que no era el camino a seguir, ahora voy a atravesar el duelo por la ruptura. Y digo atravesar porque el duelo se transita y pasa por una serie de etapas con un montón de emociones y sentimientos, con carga muchas veces negativa, como tristeza o melancolía. Hay veces que uno se pregunta: «¿Cómo he podido aguantar tanto?», «¿cómo he podido malgastar tanto tiempo de mi vida? Este consumo cero, de quitar de mi vida cualquier tipo de estímulo que me lleve a pensar en mi ex, hace que mi duelo por la ruptura lo atraviese de forma más sana.