Iñaki Piñuel, psicólogo: «Hace falta un año para cerrar la herida de una relación tóxica, como mínimo»
SALUD MENTAL
El experto en relaciones con personalidades psicopáticas y narcisistas explica cómo salir de este tipo de vínculos en los que el cerebro genera una adicción a la persona amada
21 ago 2024 . Actualizado a las 17:05 h.Romper una relación tóxica puede ser tan difícil como recuperarse de una adicción. Así lo explica el doctor en psicología y profesor universitario Iñaki Piñuel, especializado en la evaluación y el tratamiento psicológico de las víctimas de los abusos psicopáticos y narcisistas en pareja y autor de numerosos libros sobre esta temática. El más reciente de ellos, Salir del infierno (La esfera de los libros, 2024), explora las características específicas de las relaciones que los individuos con perfil psicopático o narcisista establecen con sus parejas y propone estrategias para poner fin a estos vínculos para sanar las heridas emocionales que han provocado.
—¿Cuáles son las señales que nos pueden indicar que estamos en una relación tóxica en la que somos víctimas de maltrato?
—El primer signo es que no haya reciprocidad. Se da y se percibe que no vuelve nada desde el otro lado. Luego, puede que haya mentiras, traiciones que van creando un estado de malestar constante que es progresivo. Muy rara vez son grandes historias dramáticas, sino que suelen ser un continuado de situaciones que van llevando a la persona a no tener consciencia de que la relación es tóxica hasta que es demasiado tarde. Cuando la persona quiere darse cuenta de lo que está pasando, generalmente, se ha instalado un daño postraumático y hay un quiebre emocional. Normalmente, la persona no sabe qué le pasa, sabe que no va bien la pareja pero no entiende por qué, y son las personas de su alrededor las primeras en alertarle y decirle que esa relación no le conviene.
—¿Cómo se puede identificar un perfil narcisista o psicopático en una pareja?
—El caso del psicópata es uno especial. La víctima desarrolla un apego al perpetrador. Se genera una adicción al personaje tóxico. Este es el problema principal en la terapia que realizan estas víctimas. Cuando hay un maltrato físico, eso es evidente para todo el mundo, incluso para la víctima misma. Pero este tipo de abusadores narcisistas van seduciendo y enganchando a la víctima mientras le hacen daño. Es un problema, porque las personas esperan a que haya un maltrato físico o unas grandes broncas, y no siempre las hay. Es el desgaste constante el que va provocando al cabo de un cierto tiempo ese daño. Ese es el daño que vemos después en forma de estrés postraumático. Este es un trauma complejo, una herida que procede de una figura de apego de la vida adulta, que es tu pareja. Si esa persona te maltrata, te miente y te hunde, te va a provocar este trauma.
—¿Qué características tiene una personalidad narcisista?
—El narcisismo es una pared de seguridad que encubre una bajísima autoestima que el narcisista tiene de fondo. Esto le lleva a dudar constantemente de sí mismo, a sentirse profundamente inadecuado, a compararse con todos y encontrarse deficitario. Pero exteriormente, se genera una conducta compensatoria de arrogancia, prepotencia y la necesidad compulsiva de hundir, humillar y rebajar a aquellos que se le acercan, especialmente cuanto más cercanos son. Cuando en una pareja, uno de los miembros es narcisista, convierte a la otra persona en su enemigo. Entonces, si tú eres la víctima, en lugar de tener una pareja, tienes un competidor cuyos sentimientos profundos de vergüenza, inadecuación y poca valía permanecen ocultos, porque no los manifiesta de manera directa, sino que va a atacar y criticar constantemente a su pareja. No se alegra de tus éxitos profesionales ni de las cosas que te van bien, estos más bien son motivos de envidia, de resentimiento, y esto provoca una batalla constante.
—Señala que, cuando una persona se encuentra en esta situación, la respuesta es distanciarse por completo, lo que llama el contacto cero. ¿Por qué es importante romper tan drásticamente el vínculo?
—Primero, porque en cualquier interacción que tengas con esa persona vas a perder. Este es un juego de suma cero. La única forma de evitarlo es no jugar y eso solamente se consigue rompiendo todo contacto. Las víctimas muchas veces creen que el contacto cero consiste en simplemente hacerle el vacío o ignorarle a ver cómo reacciona. Esto es un error. El contacto cero tiene que ser una decisión de desconectar de manera absoluta con esa persona para siempre, al punto de ser exactamente igual que si se hubiese muerto. Nunca más queremos tener contacto con él o ella. Entonces, trabajamos con estas víctimas en el mismo régimen que con los adictos: hay que lograr un período de abstinencia completa para que el sistema de apego se desactive y la víctima pueda recuperarse y volver a vivir sin esa persona. Los perpetradores saben que en cuanto tengan contacto con la víctima, van a poder volverla a enganchar. Por eso hay que saber que no es contacto cero dejarse informar por amistades comunes acerca de lo que está haciendo la persona, de con quién está o de qué es de su vida. Esto vuelve a hacer retroceder a la víctima en su recuperación.
—¿Qué estrategia propone para sostener ese contacto cero si la persona insiste en reaparecer?
—El tratamiento debe dirigirse a superar la herida invisible del estrés postraumático. Estamos ante personas que sufren las mismas secuelas que si hubieran pasado por un terremoto, un ataque o un accidente. El problema aquí es que ese trauma no se debe a un evento solo y grave, sino a eventos de mediana intensidad, continuos y dentro de una relación de pareja. Esto configura esos cuadros de estrés postraumático que requieren unas herramientas terapéuticas específicas.
—¿En qué consiste la terapia para este tipo de casos?
—No vale hacer la terapia clásica y tradicional de hablar. Hay que desactivar ese estrés y permitir que pase el tiempo suficiente en contacto cero para que se sane esa herida y la persona vea que la vida puede tener sentido sin esa persona en ella.
—¿Qué desafíos aparecen en este proceso?
—Las recaídas son muy habituales. Salir de este tipo de relaciones a la primera es prácticamente imposible. La media es de siete intentos antes de salir definitivamente, porque estas personas saben bien las vulnerabilidades que tiene la víctima, saben que han creado un vínculo de dependencia y apego, y se las ingenian para dejarse caer en su vida nuevamente. Hacen escenas, se victimizan, todo con tal de volver a establecer el contacto.
—¿Cuál es el rol del perdón tras una relación con una persona narcisista?
—Estoy profundamente en contra del perdón como herramienta terapéutica. Me parece que no sirve de nada exigirles a las víctimas que perdonen a personas que no se han arrepentido, que no han pedido perdón y que, si tienen la oportunidad, volverán a hacer lo mismo. El perdón es una mala recomendación si hablamos de víctimas de relaciones tóxicas. Es cierto que las personas que se recuperan, sacan de su vida a esos depredadores, no vuelven a pensar en ellos, y a esto se refieren quienes dicen que el síntoma de esa recuperación es el haber perdonado. Pero este es el efecto de la curación de esas heridas emocionales, no la causa. El perdón, por sí solo, tarde o temprano solo lleva a la reconexión y a la recaída. Del perdón viene la reconciliación y el recontacto. Entonces, hay que tener cuidado con esas recomendaciones.
—¿Cómo se puede atravesar el duelo de manera saludable tras esta relación?
—Lo que hay es una traición de alguien en quien habíamos confiado y que ha resultado ser todo menos buena. Muchas veces, la persona intenta eludir el dolor, y entonces aparece la ira, el resentimiento o cualquier otra estrategia que le lleve a no experimentar la tristeza. Por eso, la tarea pendiente suele ser conectar con esa tristeza y atravesarla para salir por fin del mecanismo que mantiene activo el daño postraumático. Esto es lo que llamamos elaborar el duelo. Eso puede llevar un tiempo y se necesita la aplicación de técnicas terapéuticas específicas. No basta con dejar pasar el tiempo si existe un cuadro postraumático. De lo contrario, la persona seguirá sepultando esa tristeza debajo de adicciones, de conductas compulsivas y de disociación.
—¿Qué se debe tener en cuenta a la hora de intentar iniciar una nueva relación tras este duelo?
—A veces, la persona se vuelve desconfiada y ve psicópatas por todos lados, que es un síntoma postraumático que se llama hipervigilancia y es una especie de paranoia. O bien, las víctimas, después de haber estado años en hiperactivación, encuentran que los candidatos que se les acercan son aburridos o sosos, porque no les dan la mala vida que les daba esa pareja tóxica. Entonces, buscan otras relaciones tóxicas porque esto hiperactiva los circuitos neuronales del cerebro, y se pierden a candidatos estupendos.
—¿Cómo se trabaja para poder relacionarse de manera sana después de un vínculo tóxico?
—Hace falta que pasen entre uno y dos años para cerrar la herida de cualquier relación tóxica. Yo no recomiendo a nadie que busque otra pareja antes de ese tiempo. Necesitamos que el sistema de apego se calme y que por tanto la persona pueda entrar en una calma emocional. Hasta entonces, no es conveniente intentarlo, porque vas a proyectar ese daño postraumático y vas a comparar a ese candidato con el anterior, encontrándole defectos que no tiene, porque lo que buscas no te lo va a dar sino otra persona tóxica. Creer que un clavo saca a otro clavo es un error.