Débora Palop salió de una relación abusiva: «¿Cómo demuestras que alguien está intentando confundirte hasta la locura?»
SALUD MENTAL
Su pareja aplicaba técnicas de manipulación como la luz de gas, que consiste en hacer dudar a la otra persona de lo que ha pasado para que se culpe a sí misma cuando hay un conflicto
20 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Salir de una relación con una persona narcisista es escapar de un laberinto diseñado especialmente para mantener a la víctima atrapada. La palabra «víctima» no es utilizada como una exageración: el abuso narcisista está reconocido a nivel psicológico y puede dejar marcas en la salud mental que van más allá del dolor de una ruptura. En muchos casos, tras cortar este tipo de vínculos amorosos, las personas sufren un trastorno de estrés postraumático (TEPT) que deben afrontar con un tratamiento de psicoterapia.
Esto fue lo que le ocurrió a Débora Palop (Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, 1984). La periodista y escritora padeció estos abusos en primera persona y, tras procesarlos con ayuda de su psicóloga, ha plasmado su relato en el libro Dejé de ser yo. Memorias de un abuso narcisista (Desclée de Brouwer, 2024), con el fin de ayudar a otras personas a dejar atrás a ese individuo tóxico que es incapaz de mantener una relación sana. Con la publicación, Débora se propone también derribar estereotipos que hacen daño a quienes tienen estas experiencias. «Siempre se habla del maltrato físico y parece que es el único tipo de maltrato, pero existen muchísimas formas de maltrato psicológico en todos sus niveles», dice a La Voz de la Salud.
Idealización y 'love bombing'
La primera etapa de una relación siempre está cargada de ilusión, expectativas y emociones que nos llevan a idealizar, hasta cierto punto, a la otra persona. Pero, a medida que transcurre el tiempo y la relación avanza, se pasa de esa fase inicial de enamoramiento a un sentimiento de intimidad más profundo en el que conocemos a nuestra pareja, vemos que es humana y que, al igual que todos, tiene defectos, y la aceptamos tal como es. Ahora bien, cuando estamos ante un individuo tóxico, la progresión del vínculo es diferente.
En septiembre del 2020, Débora se abrió una cuenta en una app para conocer gente y allí contactó a quien se convertiría en su pareja. «Estuvimos hablando un rato por el chat y después pasamos a WhatsApp. Nos gustaba la música electrónica, más o menos teníamos la misma edad, compartíamos gustos culinarios. Todo parecía encajar y yo estaba muy ilusionada», cuenta.
Esa misma tarde, él viajó a su ciudad para conocerla. Quedaron en una cafetería y, aunque ella no sintió atracción física, disfrutó de pasar tiempo con él, así que le dio una oportunidad. Para la segunda cita, él ya la había enganchado. «Sentía que había encontrado a mi hombre ideal (...) y aquella segunda noche que nos vimos, de repente sentí que me estaba enamorando», confiesa en el libro.
Sin embargo, por muy agradable que sea, esta sensación de amor intenso que surge demasiado rápido puede ser una señal de alerta. Es parte de lo que se conoce como 'love bombing', una técnica de manipulación que utilizan los individuos con personalidades narcisistas o psicopáticas para atraer a sus víctimas y hacerles caer en sus trampas. Para lograrlo, ellos adulan de manera constante y hasta excesiva a la persona y le hacen sentir especial. Pero todas estas muestras de cariño se detienen de pronto cuando el narcisista o el psicópata lo decide de manera arbitraria, dejando a su víctima en una situación de confusión y vulnerabilidad emocional.
Así le ocurrió a Débora. Tras esta segunda cita maravillosa, él se dedicó a enviarle mensajes cariñosos y atentos. Pero, al llegar al tercer encuentro, las cosas empezaron a cambiar de rumbo. «Quedamos para el siguiente domingo, llegó el día y casi no supe nada de él. Algunos días solo me escribía y por la tarde desaparecía. Eran los primeros signos del refuerzo intermitente: unas veces estoy, otras no. Unas veces, te doy un poquito de amor, otras desaparezco», describe ella.
Pero estas señales solamente son fáciles de detectar desde fuera. «Como ocurre en la mayoría de las relaciones con una persona narcisista o, en este caso, según mi psicóloga, psicópata directamente, al principio no te das cuenta porque es todo idílico. Él cumplía con un perfil que en mi cabeza era el idóneo, un chico guapo, médico, con su piso y su coche. Era a priori la persona ideal que yo iba buscando, pero luego fueron apareciendo detalles», cuenta.
Maltrato psicológico
«Yo siempre tenía la sensación, cuando quedaba con él, de que no iba a venir. Era algo instintivo, no era algo que yo supiera, simplemente siempre pensaba, hoy no va a venir, me va a dar plantón. Él no me transmitía seguridad. Y empezaron a pasar más cosas extrañas. Me enteré de que, cuando nosotros ya estábamos saliendo, él seguía contactando con chicas a través de aplicaciones de ligue. Esa fue una señal de que no estaba implicado en la relación», recuerda Débora.
Pero, cuando ella intentaba hablar del tema y pedirle que fuese sincero si lo que buscaba era una relación abierta, él le aseguraba que no era el caso y le insistía en que era yo la celosa y controladora. Esta es una de las técnicas típicas utilizadas por los individuos de perfil psicopático y se conoce como 'gaslighting' o luz de gas. Consiste en negar que está ocurriendo algo, incluso frente a las pruebas de ese hecho, con el fin de provocar confusión en la víctima y sembrar dudas. «Sabes que algo raro está pasando, pero es posible que no tengas la certeza», observa en este sentido Débora.
«En mi caso, era curioso, porque lo intentaba hacer con comentarios que había realizado él mismo por WhatsApp, así que yo recuperaba las conversaciones y se las enseñaba o se las leía, pero a pesar de eso, insistía. Es una situación frustrante que te lleva al cansancio extremo. Yo vivía agotada, con una nube negra en la frente», relata.
Esta táctica, además, es peligrosa por su naturaleza difícil de explicar y de entender. Como señala Débora, es fácil identificar el maltrato cuando este adquiere formas físicas: en esos casos, habrá marcas o heridas que demostrarán de manera fehaciente lo que ha ocurrido. Pero cuando hay una manipulación psicológica, señala, «¿cómo demuestras que alguien está intentando confundirte hasta la locura?».
Poco a poco, los maltratos fueron escalando. Otra técnica que suelen utilizar los individuos con personalidad psicopática en sus relaciones es la devaluación. Si, mientras se estaban conociendo, él cubría a Débora de elogios por su forma de vestir, su personalidad y su apariencia, en cuanto percibió que ella estaba enamorada, no solo dejó de hacerlo, sino que empezó a meterse con su aspecto físico.
«Al principio él no se metía ni con mi forma de vestir, ni con mis amistades, ni nada de eso, al contrario. Pero luego sí que se fue molestando. Él era muy aficionado al crossfit y estaba muy obsesionado con la dieta, no consumía productos que no fueran fit. Y se empezó a fijar en cómo comía yo, que tenía una alimentación más variada, pero seguía manteniendo mi línea. Entonces empezó a decirme que igual me vestía demasiado provocativa, cuando ni siquiera era así, nunca me he vestido efectivamente provocativa», cuenta.
Cuando había un desacuerdo o conflicto, él se mostraba distante y aplicaba la ley de hielo. Ignoraba a Débora y fijaba su vista en la pantalla del móvil. Si ella le decía que la mirara, él respondía: «No, no hace falta que te mire mientras me hablas». «Al principio de conocernos, todo eran atenciones, pero después eso cambió. Salíamos a algún sitio bonito que muy probablemente había buscado yo e iba contenta, pero, al llegar, él empezaba a ignorarme», recuerda.
«Mi día a día era un sinsentido en el que él decidía un día no llamarme, un día cortar la comunicación. De repente estábamos hablando y apagaba el teléfono y yo ya no sabía nada de él hasta el día siguiente. Tu vida se convierte en un sinvivir y llega un día que dices, "No puedo más"», describe.
Con el tiempo, tras cada conflicto, él comenzó a vengarse de ella intentando humillarla. Le proponía salir a dar un paseo, solo para hacerla caminar durante horas hasta que ella quedara agotada y negarse a volver a casa o a parar para beber agua. «Otras veces, cuando volvía a casa empezaba a cocinar sus malditas lentejas con picante. A todo le echaba guindillas picadas para fastidiarme. Esto lo hacen muchos abusadores, he hablado con varias mujeres y me han contado lo mismo: le echan picante a la comida para que sufras. Cogía los chiles, los mezclaba con el tomate y las verduras y los picaba en un molinillo. Era imposible separar el picante del sabor, te las tenías que tragar sí o sí», cuenta.
Estas experiencias no son fáciles de compartir con las personas del propio entorno. Es así como los abusadores alejan a las víctimas de sus redes de apoyo familiares y sociales. «Me fui alejando de mis amigas porque él realmente no era nada agradable. Si no hablabas de un tema que le interesara, no participaba de las conversaciones y te hacía saber que no le interesaba. No hacía nada por integrarse y al final te ibas alejando de todo el mundo. Mis padres también lo vieron un par de veces y me pidieron que no venga más», recuerda Débora.
Salir del laberinto
El detonante que llevó a Débora a romper su relación tóxica fue descubrir objetos de otra mujer en la casa de él: un rizador y una goma de pelo que no eran suyos. «No sé si fue una infidelidad real o no, porque él siempre lo negaba, pero empezó a hablar mucho de esa amiga y ella ya dirigía mi vida», cuenta.
Los dos apoyos clave con los que contó tras tomar la decisión de separarse fueron sus amigas y su psicóloga. «Yo mantenía comunicación muy fluida con amigas y amigos, tengo amigas que son psicólogas y me hacían un seguimiento. Muchas veces me escribían: "Débora, ponnos la cámara, que te veamos, qué estás haciendo"». Esta comunicación fue crucial para ella, así como la psicoterapia para superar el trauma de esta relación.
«La ayuda psicológica es esencial en estos casos. Fue un trabajo muy minucioso de ir analizando situaciones e ir viendo que eso no era aceptable. Y el ponerle el nombre a las cosas, cuándo es maltrato, cuándo es abuso, qué tipo de perfil tiene esa persona y por qué te ha escogido a ti, es importante para sanar. Tú te preguntas siempre por qué te ha pasado a ti, pero es que ellos eligen a personas que tienen una luz brillante para apagarla, eso es lo que buscan», dice Débora.
A raíz de esta experiencia, reflexiona acerca de cómo ha cambiado su perspectiva sobre las relaciones amorosas. «Es muy duro, tú partes de haber tenido relaciones con personas normales que te han tratado muy bien, relaciones bonitas que han acabado porque tenían que acabar, pero normales. Y este tipo de relaciones te cambian, te hacen ver los vínculos de pareja de otra manera, con más cautela, con más análisis, con más sosiego, con más cabeza y no tanto corazón», explica.
Cuando piensa en otras personas que puedan estar pasando por situaciones similares a las que ella vivió, su principal consejo es «que escuchen a su intuición, que se escuchen, porque a veces la respuesta está en el interior. Cuando algo no te cuadra o no te parece bien, intenta observar si te sientes incómodo, si tienes un malestar constante o ganas de llorar todo el tiempo, eso no es normal».
«La dependencia, que es lo que ellos generan, es muy difícil cortar, porque es una adicción al final. Entonces, es difícil, pero escuchándonos y poniendo atención a cómo nos sentimos, ya es un paso muy importante y de ahí podemos ir tirando del resto de herramientas», recomienda.
En cuanto a cómo apoyar a alguien que está en una relación de estas características, señala que es importante no aislar aún más a la víctima, que ya se encuentra de por sí en una situación vulnerable. «Hay que tener paciencia y perspectiva de la situación, porque cuando uno está en una relación sana, actúa desde ahí y cuesta entender por qué el otro sigue en ese lugar. Entonces tendríamos que bajar un escalón y tener empatía con ellos, entender que mi amiga o mi amigo ahora mismo no puede dejar a su pareja».
«Sobre todo, no aislemos a las personas que están sufriendo un abuso, no les obliguemos a hacer cosas que no pueden en ese momento. Cuando presionamos a la gente para que hagan cosas, lo que conseguimos es que se marchen, que no nos cuenten lo que está pasando y al final se vayan aislando. Porque si yo te cuento a ti algo y me vas a echar la bronca, no te voy a contar nada más. Entonces es paciencia, escucha y poco a poco, ayudarle a salir», concluye.