Conchi García, nutricionista pediátrica: «No debemos prohibir un alimento que no es sano ni forzar a que coman uno que sí lo es»
LA TRIBU
La experta, que actualmente dirige el Instituto de Estudios de Salud y Nutrición, señala que es muy habitual que los niños no quieran las verduras, especialmente, a partir del primer año y que «no debemos prohibir un alimento que no es sano ni forzar a que coman uno que sí lo es»
14 jun 2023 . Actualizado a las 16:56 h.«Obligar a comer, prohibir ciertos alimentos, premiar o castigar con ellos, hablar de comidas 'buenas' y 'malas', puede hacer mella en los más pequeños y tener consecuencias negativas en su salud física, mental y social. Así lo considera Conchi García, nutricionista especializada en nutrición pediátrica. Actualmente dirige el Instituto de Estudios de Salud y Nutrición ISNUT y la Escuela de BLW, divulga a través de redes sociales y ha publicado diversos libros: De la leche al bocadillo (MR, 2021) y los cuentos ¡Vamos al mercado! (TimunMas, 2022) y Tina disfruta comiendo (TimunMas, 2023).
—¿Es normal que a los niños no les gusten ciertos alimentos?
—Por supuesto, es normal que rechacen algunos alimentos y sabores durante la infancia. Por ejemplo, es muy habitual que los niños no quieran las verduras durante la infancia. Sobre todo a partir del primer y segundo año. A los adultos nos preocupa mucho que los niños no coman verdura, pero resulta que el rechazo a las verduras y a los alimentos poco calóricos, en general, es algo innato. Sucede porque los niños, por una parte, tienen una especial sensibilidad hacia los sabores amargos de algunos alimentos, como pueden ser las verduras. Por un propio mecanismo de supervivencia contra la posible ingesta accidental de sustancias tóxicas. Y además, porque nacemos con preferencia por los alimentos más energéticos que son los que nos proporcionan más energía y calorías. Algunos ejemplos son pasta, arroz, patatas, pasteles o dulces, en general. Estos son los que responden al deseo de nuestro cerebro de obtener calorías de una forma más rápida y así, satisfacen nuestro sistema de recompensa cerebral. Esto explicaría este rechazo innato de los niños hacia alimentos como las verduras.
—¿Cómo se puede actuar en estos casos en los que los pequeños rechazan las verduras?
—Lo más importante en estas situaciones es respetar tanto el apetito del niño como sus preferencias. Tal y como lo haríamos con un adulto. Al igual que este último puede rechazar un alimento y no le obligamos a que lo coma, tampoco deberíamos hacerlo con un niño. No deberíamos de utilizar estrategias como forzarle a comer, regañarle, insistirle o castigarle. Ni para que coma más cantidad, ni para que coma ciertos alimentos que está rechazando. Aparte de ser algo totalmente antiético, puede tener consecuencias muy negativas para ese niño o esa niña.
—¿Se debe seguir ofreciendo ese alimento?
—Sí, debemos seguir ofreciéndolo, pero sin presionarle. No porque lo esté rechazando tenemos que pensar: «Bueno, como no quiere verdura, no se la doy nunca más». Tenemos que seguir ofreciendo ese alimento, pero sin forzarle, en poca cantidad. Se lo dejamos a su alcance, pero sin insistirle. Un aspecto importante es comer en familia, por ejemplo. Porque si queremos que nuestros hijos coman determinados alimentos, tenemos que empezar por hacerlo nosotros, los padres y las madres. Y no solo que nos vean comer esos alimentos, también disfrutar de la comida en un ambiente agradable y sin presiones, sin forzar a comer.
—A la hora de cocinar ese alimento, ¿qué consejos proporcionaría?
—Funciona muy bien ofrecer ese alimento que está rechazando junto con otro que acepta muy bien. Por ejemplo, si está rechazando el calabacín, una estrategia que suele funcionar es si acepta muy bien las patatas, darle una guarnición en la que incorporamos unos trocitos de calabacín. Ofrecer el alimento que rechaza junto con uno que acepta muy bien.
También es importante variar las elaboraciones, no siempre ofrecer ese calabacín de la misma forma. Se pueden hacer diferentes presentaciones, cocinar de otra forma. Las texturas crujientes, por ejemplo, suelen funcionar. Se puede ofrecer rebozado, que esté crujiente, de esta forma va a ser más atractivo. Hacerles partícipes de su alimentación es algo fundamental. Me refiero a que nos acompañen a la compra, nos ayuden a elegir las verduras que vamos a comer durante la semana. Si se sienten partícipes de su propia alimentación, van a tener más interés por probar sus creaciones. Es una forma de que se vayan animando a probar esos alimentos que están rechazando. Y sobre todo, tener mucha paciencia, fundamental, porque es posible que tarde mucho en aceptar los alimentos. Incluso que nunca los acepte, pero como nos pasa a muchos adultos. Es muy importante tener mucha paciencia y acompañarles en este aprendizaje de forma respetuosa.
—Comentaba antes que entre los alimentos que sí le suelen gustar se encuentran los dulces. ¿Qué hacer si el niño los pide?
—Es un tema interesante. Nunca hay que prohibir alimentos que consideramos insanos. Es una estrategia que no es adecuada. Pero ojo, igual que tampoco lo es forzar a que coman un alimento sano. No debemos prohibir un alimento insano, pero tampoco deberíamos forzar a que coman uno sano.
Es normal que los niños pequeños pidan alimentos dulces. Ya sea porque ven a sus amigos del cole comerlos o porque nos ven a nosotros, al final somos sus referentes. También por el márketing alimentario que les incita a consumir ciertos alimentos. Y porque al final, la comida forma parte de muchas celebraciones y tradiciones. Es cierto que como adultos somos los responsables de la educación alimentaria de nuestros hijos, pero hay que tener en cuenta que la relación con la comida también se crea en la infancia y es muy importante llevarnos bien con ella para ser felices.
—¿Qué tipo de consecuencias negativas puede tener prohibir ciertos alimentos?
—Puede tener consecuencias muy negativas, como una mala relación con la comida y obsesiones alimentarias. Por eso, en lugar de prohibir ciertos alimentos, suelo recomendar poner en práctica tres principios que nos suelen ser de ayuda en estas situaciones. Serían: no ofrecer si no lo está pidiendo, no negar cuando nos lo piden y ser ejemplo de alimentación saludable.
—Repite en varias ocasiones lo de ser ejemplo.
—Sí, porque si no tenemos este tipo de alimentos en casa, si no los consumimos de forma habitual, es probable que los niños y las niñas los pidan de forma excepcional. Y cuando lo hagan, lo ideal sería ser flexibles y no negarlos. No pasa nada por comer un helado en verano mientras damos un paseo ni por comer tarta en un cumpleaños. De hecho, es importante que sepan que las tartas se comen en los cumpleaños y los helados se comen en verano. Distinguir la excepción de lo habitual. Por eso, no hay ningún problema si los ofrecemos de forma excepcional cuando los piden.
—¿Por qué no sería adecuado catalogar los alimentos como «buenos» o «malos»?
—Por el mismo motivo que estábamos comentando antes. Cuando son pequeños, en esta etapa tan sensible del desarrollo de su patrón alimentario, atribuir propiedades tanto positivas como negativas a ciertos alimentos les puede conducir a obsesiones alimentarias o a una mala relación con la comida. Nunca deberíamos hablarle de que este alimento es «bueno» o «malo». Está en una etapa muy sensible de su etapa de desarrollo alimentario. Puede tener consecuencias negativas.
—¿Cuándo finalizaría esa etapa en la que están desarrollando su patrón alimentario?
—Durante toda la infancia es cuando se va desarrollando el patrón y las preferencias alimentarias. Al final esta etapa es determinante de la alimentación adulta, digamos. Es decir, el patrón alimentario lo desarrollamos en la infancia y es muy difícil de modificar en la edad adulta. Los alimentos que consumimos en la infancia al final son determinantes para nuestra alimentación en la edad adulta.
—¿Qué importancia tiene para los niños que comamos con ellos en la mesa?
—Comer en familia es muy importante y siempre que tengamos la ocasión deberíamos de hacerlo. Entiendo que a veces es difícil reunirnos todos para comer, pero es una maravillosa actividad que va a hacer que los niños se alimenten mientras disfrutan. Cada comida es una fantástica oportunidad de aprendizaje para ellos. Como decía antes, son nuestros mayores imitadores. Lo que vean comer a los adultos es lo que les va a despertar más interés. Pero no solo eso. Cómo actuamos en la mesa, qué opinamos de la comida, lo que hacemos durante las comidas, si estamos con el teléfono móvil… Todo lo que hacemos en la mesa va a ser determinante para ellos. No solo es importante comer juntos, sino hacerlo en un ambiente agradable, sin distracciones, conversando, disfrutando de nuestra compañía y, por supuesto, siendo ejemplo de hábitos saludables.
—«Si te portas bien, te compro una chuche». ¿Es una buena estrategia?
—No. Utilizar alimentos como premio y ojo, también como castigo, no es una buena estrategia. Premiar con comida puede conducir a utilizar la alimentación como un mecanismo de recompensa en un futuro. Además, hacen que asocien ese helado, esos gusanitos, esa chocolatina, ese alimento que le estamos dando, con un gran valor. Es decir, le estamos otorgando un gran valor a ese alimento que le estamos ofreciendo. Si haces algo que yo considero que está bien, te voy a premiar con un helado. En ese momento el helado deja de ser ese alimento que consumimos ocasionalmente en el verano a una recompensa de la persona que más quiero por hacer algo que ella considera que está bien. La comida es comida. No es ningún premio ni un castigo.
—Supongo que si después el niño hace las cosas bien, es normal que vuelva a reclamar ese premio.
—Claro, eso es.
—¿Una propuesta saludable de almuerzo?
—Me gusta mucho que la pregunta haya sido por un almuerzo saludable y no por un almuerzo «ideal», porque no existe un patrón de desayuno o almuerzo que sea ideal de forma universal todo el mundo. Tienen que ser alimentos saludables que sean habituales en nuestra familia, porque no todos comemos lo mismo. Dicho esto, si me preguntas por un almuerzo saludable y que los peques puedan llevar al colegio, que a veces es una duda muy habitual en las familias, la primera opción que se me ocurre, por supuesto, es la fruta. Siempre es la primera opción. Fruta fresca, de temporada, la que más le guste. Ya sean albaricoques, fresas, fruta troceada, piña, melón, sandía, mango… Incluso se pueden hacer brochetas, macedonias, con un cortador de repostería, para darle formas divertidas y que sean más atractivas para los niños. Pero ojo, además de la fruta también se podría probar un bocadillo. Los bocadillos también pueden ser saludables.
—¿Cómo debe ser un bocadillo saludable?
—Para empezar, hay que elegir un buen pan. El pan elaborado con harina integral conserva todos los nutrientes. Hay que elegir un pan que sea integral y en vez de optar por embutidos y fiambres como jamón o chorizo, podemos rellenarlo con queso, atún, tortilla, untables como la crema de cacahuete o de anacardos. Lo que más le guste al niño. A veces nos quedamos en el clásico bocadillo de embutido, pero realmente hay muchas opciones.
Otras opciones saludables son los frutos secos, que también son una fantástica opción. Se debe tener precaución con los niños pequeños porque los niños menores de cinco años no pueden comer frutos secos enteros, pero si pasan de esa edad, frutos secos, uvas pasas u orejones, también podrían ser un almuerzo muy adecuado para el cole. Realmente hay muchas opciones. Lo que más le guste a nuestro hijo de nuestros hábitos familiares.