Olalla Otero, experta en microbiota: «Cada vez más psiquiatras y psicólogos están incorporando los probióticos a sus tratamientos»
VIDA SALUDABLE
Esta gallega, doctora en Biología, nos habla del revolucionario mundo de los probióticos y asegura que «todo el mundo, y más los niños, deberían tomarlos junto a los antibióticos»
07 may 2022 . Actualizado a las 11:37 h.Seguro que alguna vez has tomado un probiótico, si no es así, probablemente sí habrás oído hablar de ellos. Hay personas que ya han comprobado su fuerte poder terapéutico, aunque todavía son muchos los que los tachan de inútiles. Para hablar de probióticos tenemos que hablar también de microbiota y comprender por qué es primordial que esté equilibrada.
Olalla Otero es doctora en Biología por la Universidad de Vigo y una de las mayores expertas en microbiota y prebióticos de nuestro país. Su libro, El revolucionario mundo de los probióticos (Alienta Editorial 2022), es una verdadera guía para aprender cómo funcionan y para qué sirven estos «microorganismos vivos que, cuando se administran en las cantidades adecuadas, confieren un beneficio para la salud de quien los consume», según la Organización Mundial de la Salud.
—Microbiota. Cada vez escuchamos hablar más de ella y de la importancia que tiene mantenerla «en buen estado» para nuestra salud, pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de microbiota?
—La microbiota, que realmente son billones de microorganismos que tenemos en nuestro cuerpo (bacterias, virus, hongos, protozoos), lleva a cabo funciones primordiales, aunque a veces solo nos viene a la mente esa salud intestinal. Nuestra microbiota produce vitaminas, nos ayuda a digerir algunos alimentos, nos protege de patógenos, tiene una acción comunicándose con el sistema inmunitario e, incluso, hay una comunicación entre nuestra microbiota intestinal y nuestro cerebro. Es decir, la microbiota es fundamental también para la salud extraintestinal.
—En tu libro dices que somos 50 % microbio y 50 % humanos. ¿Le damos a la microbiota la importancia que tiene?
—Yo creo que la investigación científica ha demostrado totalmente el papel de la microbiota en nuestra salid. También creo que, cada vez más, los pacientes empiezan a interesarse en cómo mejorar la microbiota y ellos mismos son el motor. Son muchas veces esos pacientes empoderados que leen, investigan… los que hacen que los profesionales de la salud también introduzcan la microbiota en la ecuación. Pero es verdad que nos encontramos con que no todos los profesionales de la salud están actualizados en este ámbito y no saben cómo tratar la microbiota y cómo cuidarla. Estamos en el camino pero falta ese paso, que por ejemplo el médico de cabecera, también ponga el foco en el cuidado de la microbiota.
—¿Cómo sabemos si nuestra microbiota está bien, si está equilibrada?
—Realmente no es tanto una combinación concreta de microorganismos, porque podemos tener una composición de la microbiota muy distinta a otra persona, pero sí es funcional si nos ayuda a tener un buen estado de salud. Cualquier síntoma intestinal, que estamos estreñidos, tenemos diarrea, nos sentimos hinchados; si tenemos trastornos de la piel como eccemas… Todos esos son síntomas de que nuestra microbiota no está bien. Yo siempre animo a la gente a que no normalice esa situación, esos problemas. El desequilibrio de la microbiota puede reflejarse en síntomas intestinales, alteraciones en la piel, salud oral, síntomas como cistitis o candidiasis. Todo eso refleja desequilibrios en la microbiota. Son síntomas muy diversos que confunden.
—Una vez que vemos eso y nos damos cuenta de que podemos tener una microbiota desequilibrada, ¿qué podemos hacer?
—Lo cierto es que todo lo que hacemos influye en nuestra microbiota. Hay cosas sencillas, como puede ser mejorar la alimentación , en la que incluyamos alimentos prebióticos, el descanso, el ejercicio. Pero cuando tenemos un desequilibrio muy grande, mejorar todos estos aspectos de nuestra vida no es suficiente. Por eso, en muchos casos hay que recurrir a la microbioterapia, que es la terapia con probióticos, usamos los microorganismos probióticos con un fin terapéutico. Muchas veces llega con mejorar esos aspectos de alimentación, sueño, movimiento, no abusar de fármacos y cuando no queda otra opción recurrimos a esa terapia para volver a equilibrar la microbiota.
—¿Qué son los prebióticos?
—El prebiótico, de forma muy simple, sería ese alimento de la microbiota. Por ejemplo, la fibra fermentable, el omega 3 que incrementa especies beneficiosas para nuestra microbiota, los polifenoles de los frutos rojos... Una alimentación prebiótica debe estar basada en alimentos de origen vegetal. Es la dieta pescomediterránea que se dice ahora. En Galicia hay un entorno ideal para alimentarnos bien.
—Hablas de la dieta pescomediterránea, ¿en qué consiste?
—Esta es una nueva propuesta que cambia un poco la pirámide tradicional, que tenía los cereales en la base. Aquí en la base nos encontramos frutas, vegetales, setas, aceite de oliva y la proteína de calidad del pescado. La carne roja está en la cúspide de la pirámide porque sería más de consumo ocasional. Lo más importante: frutas y verduras, cuanta más variedad de colores mejor para aportar distintos nutrientes.
—Pasemos a hablar en profundidad de los probióticos, primero debemos entender qué son.
—Son microorganismos vivos que confieren un beneficio a nuestra salud, normalmente son bacterias de los géneros lactobacillus, bifidobacterias y algún hongo. Es importante que estén vivos, porque si no están vivos no los podemos considerar probióticos. También es fundamental que estén en una cantidad suficiente. Otro punto importante es que esté demostrado su efecto beneficioso sobre la salud porque encontramos en el mercado multitud de formulaciones probióticas que realmente no tienen una acción demostrada en nuestro cuerpo.
—No es lo mismo un probiótico con acción terapéutica confirmada que un alimento probiótico en el que muchos, seguramente, estamos pensando.
—Claro, de forma coloquial denominamos muchas veces probiótico a alimentos fermentados y, es cierto que algunos alimentos fermentados pueden tener microorganismos, pero no van a cumplir las características para poder llevar a cabo la microbioterapia de precisión, que es un cambio muy concreto en la microbiota. Seguramente sí vaya a aumentar la composición de la microbiota y eso es siempre beneficioso, por eso, es recomendable incluir en nuestra alimentación alimentos fermentados, pero no conseguiremos una acción terapéutica. Por otro lado, actualmente, los alimentos fermentados , por seguridad alimentaria, muchos van pasteurizados por lo que ni siquiera tienen esos microorganismos vivos.
—Ahora que ya sabemos qué es un probiótico con acción terapéutica, ¿cómo sabemos si necesitamos tomar un probiótico? Es difícil siquiera saber a quién acudir o preguntar.
—Es el gran problema con el que nos encontramos porque la ciencia respalda totalmente el uso de probióticos en muchos trastornos de la salud, pero los profesionales de la salud no están del todo actualizados y realmente se encuentran con que no saben qué probiótico recomendar. Poco a poco vamos cambiando esta situación, y yo siempre repito que es mejor acudir a un profesional, no hacer una automedicación aunque los probióticos no requieren de una receta. A veces es muy sencillo, si tomamos un antibiótico, a la vez que ese antibiótico hay que tomar un probiótico, porque sabemos que los antibióticos alteran la parte bacteriana de nuestra microbiota. Suelen usarse Saccharomyces boulardii, en esos casos sí que puede hacerse una recomendación general.
—¿Siempre es recomendable tomar probióticos a la vez que los antibióticos?
—Sí, por supuesto. Mejora los efectos secundarios de los antibióticos, como puede ser una diarrea, y ayuda a que no haya ese desequilibrio de la microbiota. El caso es que no todos los probióticos se deben tomar con antibióticos por lo que hay que seleccionar esos microorganismos que no van a ser atacados por los antibióticos. Para este tipo de usos, la mayor parte de los médicos, e incluso en las farmacias, saben cuál se recomienda.
Es decir, mínimo hay que tomarlos en esos casos e, incluso, si no los tomamos a la vez que el antibiótico se pueden tomar después. Por ejemplo, en los niños es primordial tenerlo en cuenta porque la configuración de la microbiota se establece en los primeros tres años de vida, por lo que todo lo que le hagamos para ayudarla repercute en la salud futura. Si a un niño tú no le das un probiótico a la vez que el antibiótico, por lo menos, después de esa terapia antibiótica sería recomendable aportar algo de bifidobacterias, que son las bacterias asociadas a los niños pequeños. De esta forma pueden recuperar su población porque sabemos que disminuye con esta toma de antibióticos. Esta es otra recomendación general. En otras patologías será el profesional el que debe recomendar la cepa concreta de probiótico que hay que dar. Pero en resumen, a la vez que el antibiótico o después, siempre deberíamos tomar un probiótico, para reequilibrar esa población de microorganismos que se ven afectados.
—Hablas de la importancia de los primeros años de vida para la microbiota.
—Nuestra microbiota se puede modificar cuando somos adultos, pero es mucho más estable y, realmente, son esos mil primeros días de vida cuando se configura. Influye todo, desde el tipo de parto, puesto que si es vaginal tendremos una microbiota y si es por cesárea otra, el tipo de alimentación, la lactancia materna sabemos que hace que los bebés tengan más bifidobacterias que si no la reciben; la toma de antibióticos, si un niño tiene que tomarlos eso repercute en su microbiota, que será distinta, aunque la podamos reequilibrar. Todo esto tiene consecuencias en la salud futura. Por eso, es especialmente importante cuidar nuestra microbiota desde el embarazo y en esos mil primeros días de vida. Sabemos incluso que en muchas patologías inmunomediadas -como eccemas o alergias- tiene una influencia muy grande la microbiota.
—Cuando hablamos de cuidar esa microbiota en estos primeros días, ¿qué pautas le daría a los padres que nos están leyendo?
—Hay factores como el parto que no podemos controlar, lo mismo con la lactancia. Pero todo influye, una dieta basada en alimentos y no en productos es primordial. Sabemos que las mascotas tienen un efecto positivo, también los contactos sociales. Los niños burbuja no tienen una microbiota bien configurada. Cuantos más contactos sociales tengamos, más diversidad en nuestra microbiota. Eso siempre es positivo, al igual que el contacto con la naturaleza. Adquirir esos microorganismos que están en la naturaleza es una forma de entrenar a nuestro sistema inmunitario.
—Volviendo a los probióticos. La microbioterapia que tanto has estudiado, ¿en qué otras patologías pueden ayudarnos?
—Por ejemplo, infecciones del tracto genitourinario, ya sea una cistitis, una candidiasis, una vaginosis… El tratamiento, si solo damos el antibiótico, se queda muy corto porque después hay que aportar lactobacilos, que son los microorganismos propios de ese tracto, para evitar que se repita. Ese tipo de trastornos tienen una solución muy sencilla cuando aportamos probióticos porque al final se trata de un desequilibrio de la microbiota. En infecciones por rotavirus, lo que se llama una diarrea vírica, nos ayuda muchísimo aportar probióticos como el lactobacillus reuteri, que está muy estudiado. Hay muchos trastornos donde hay sobrada evidencia. Estoy pensando en la enfermedad inflamatoria intestinal, algunas cepas ayudan a mejorar el resultado de los antiinflamatorios que se suelen usar. En muchos casos no es la única opción terapéutica pero sí es coadyuvante a otros tratamientos. Incluso en trastornos del humor hay muchos psiquiatras que tienen esa evidencia con sus pacientes, que solo los fármacos no consiguen mejorar al paciente si no se trata esa microbiota y se mejora esa comunicación entre intestino y cerebro. En muchos casos puede ser un tratamiento único y en otros ayuda a mejorar los tratamientos farmacológicos tradicionales
—Salud mental, ¿pueden los probióticos ser también de ayuda en este tipo de problemas?
—Cada vez más psiquiatras y psicólogos están incorporando a sus tratamientos los probióticos porque sabemos que, sobre todo la parte bacteriana de nuestra microbiota, produce un montón de sustancias activas que pueden ser incluso neurotransmisores o ácidos grasos de cadena corta con una acción antiinflamatoria, esto se traduce también en una acción antiinflamatoria en el sistema nervioso central lo que hace, a su vez, que la neuroinflamación que puede estar detrás de muchos de estos trastornos se pueda mejorar. Hay ya muchos estudios con probióticos porque el eje intestino cerebro es fundamental.
—¿Qué pasa si elegimos mal el probiótico que tomar?
—Es cierto que las consecuencias de tomar un probiótico no son graves, claro, lo que puede pasar si elegimos mal un probiótico es que nos sintamos mal a nivel intestinal, con gases o alteraciones en el tránsito, o que no suceda nada. Sería una forma de tirar el dinero. Es mejor elegir bien el tipo de probiótico porque cada trastorno puede tener un papel distinto en el desequilibrio de la microbiota y es mejor seleccionar de forma específica qué microorganismo aportar. Muchas personas que toman probióticos a la ligera lo único que consiguen es apoyar esa creencia de que «los probióticos no sirven para nada». No, sí que sirven, pero hay que aplicarlos bien.