Las hermanas Al Adib: hijas de un urólogo sirio y las mejores médicos de España en su especialidad
VIDA SALUDABLE
Miriam, Yasmin y Amira Al Adib nos cuentan su historia, la de una familia en la que la palabra 'medicina' está muy presente
12 dic 2022 . Actualizado a las 17:53 h.Suena el teléfono. En la pantalla, aparece el nombre de Miriam Al Adib. Hace casi un año, La Voz de la Salud conversaba con ella después de ganar por segundo año consecutivo el premio a la mejor ginecóloga de España, según Doctoralia. Al aceptar la videollamada, la pantalla se divide con otras dos participantes. A un lado Yasmin Al Adib, también galardonada por la plataforma como la mejor doctora en medicina estética por segundo año consecutivo (a la que también entrevistamos en su día). Y al otro, Amira Al Adib, que conocíamos por primera vez en esta ocasión y cuya profesión tampoco sorprende llegados a este punto: odontóloga.
Para contar bien su historia hay remontarse unos cuantos años atrás y hablar de un hombre: Alí Al Adib. De origen sirio, se trasladó a España para estudiar la carrera de medicina. La idea era volver a su país cuando terminara, pero el amor truncó sus planes. «Empezó estudiando en Valencia, después siguió en Sevilla... Pero ahí conoció a mi madre y se le jorobó el plan», comenta entre risas Miriam. Se casaron y al poco tiempo, ella llegó al mundo. «Siempre pensaron que estaban aquí de paso, que volverían a Siria. Me acuerdo que hasta que yo tuve nueve años, no se compraron una casa. Vivíamos de alquiler porque la idea no era quedarse. Pero de la forma más tonta, echamos raíces», añade.
Los ojos de Miriam brillan cuando habla de su padre. Recuerda que de pequeña, cuando disfrutaba de vacaciones en el colegio, se la llevaba con él a las consultas médicas. Comenta que eso sería impensable a día de hoy, si bien de aquella, «eran otros tiempos». Alí Al Adib trabajaba en el pueblo donde vivían, Villafranca de los Barros, y en otros dos que se encuentran cerca: Zafra y Almendralejo (Extremadura). «A todos los pacientes les hacía mucha gracia, me traían caramelos. A mi me encantaba ver cómo él pasaba consulta», confiesa la más mayor de las hermanas. Y añade: «Hoy en día, sería una locura. No te llevas al trabajo a una hija. Pero en aquellos años la vida era más sencilla y no había tanta separación entre lo privado y lo profesional. Uno era médico a tiempo completo».
Cuando Miriam cumplió diez años llegó su hermana, Yasmin, y al año siguiente, Amira. La familia se trasladó a Almendralejo. «Recuerdo que vivíamos encima de la clínica. Estaba todo conectado. Llamaban al timbre y sonaba en casa. Me acuerdo entrar en la clínica y haber un ambiente que no era típico de centro médico. La gente súper contenta y mi padre paseando con la bata de aquí para allá», cuenta Amira. «Él trabajaba un montón de horas. Era un súper trabajador y nunca, con lo que nos quejamos nosotras, que eso hay que reconocerlo, yo nunca le he escuchado 'qué cansado estoy de tanto trabajar'», apunta Yasmin.
Las hermanas empiezan a contar anécdotas de su infancia. De cómo su padre, aunque estaba especializado en urología, era todoterreno y trataba cualquier tipo de patología que estaba a su alcance. Cómo las familias lo recibían en casa como uno más. Cómo tiraba de humor para que sus pacientes se sintieran mejor y lo mucho que le gustaba su profesión. «Íbamos paseando y cualquier persona que le pasase algo nos paraba y nos decía: 'Doctor, me duele tal cosa'. Y él respondía: 'Vente mañana a consulta y miramos qué puede ser'», recuerda Miriam.
A lo que Yasmin, añade: «Él siempre transmitía lo mucho que le gustaba su profesión. Le encantaba ser médico y no le costaba nada pasar consulta aunque tuviera que ver a 50 pacientes. En un pueblo pequeño como el nuestro, era súper conocido. Y después que él era una persona muy especial. Revolucionaba un poco el perfil de médico serio y distante. En aquella época aún había como un respeto a la figura del médico y él cruzaba un poco esa barrera».
«Papá, yo de mayor quiero ser como tú»
La primera en decir esa frase fue Miriam. Confiesa que su padre también le animaba a que estudiara medicina. Al igual que su madre, Francisca Mendiri, que «siempre nos dijo que teníamos que estudiar». El listón estaba alto. Las hermanas consideran que su padre era el ejemplo de superación. Alí llegó a España sin hablar español, se grababa las clases y las traducía primero al inglés y después al árabe. «Desde el principio no fue fácil. En esa época también existía mucho racismo y xenofobia. Tuvo algún problema en la Universidad de Valencia con una asignatura que se le cruzó», subraya Yasmin. Ella fue la siguiente en elegir la profesión.
—Yo te veía como un ejemplo a seguir también. Te veía tan estudiosa... —dice Yasmin a cámara mirando a Miriam—, yo sabía que quería parecerme a ti y a papá.
—Y luego nuestra madre también influenciaba un poco, las cosas como son —le responde Miriam.
Cuentan sus hijas que a Francisca le hubiera encantado estudiar medicina. Pero no fue posible. No obstante, siempre les inculcó la importancia de que ellas se formasen. Las hermanas cuentan que como su padre trabajaba a tiempo completo, era ella la que «se volcaba con nosotros». En esta parte de la historia cabe mencionar que las hermanas Al Adib tienen otro hermano, un varón, que fue el único que no se dedicó a la rama biosanitaria.
Miriam, la ginecóloga «rebelde»
La mayor de las hermanas confiesa que cuando acabó la carrera no tenía clara la especialidad que quería. Escogió ginecología porque le pillaba «cerca de casa, pero no porque fuera la de mis sueños ni nada. Luego ya que la aprendes, te gusta». Y tanto si le gustó. A día de hoy Miriam es considerada la mejor ginecóloga de España por segundo año consecutivo, según la plataforma Doctoralia. Ejerce como ginecóloga y obstetra en sus clínicas de Almendralejo, Mérida, Madrid y Marbella; de profesora en el Máster en Sexología de la Universidad de Extremadura y de divulgadora a través de sus redes sociales (en Instagram acumula más de 110.000 seguidores).
Pero también es escritora. De hecho, ha publicado (hasta la fecha) seis libros: Entender la endometriosis (2019), Conocer el síndrome de ovarios poliquísticos (2019), Hablemos de vaginas. Salud sexual femenina desde una perspectiva global (2019), Hablemos de nosotras. Reflexiones de una ginecóloga rebelde (2021), el poemario Mosaico. Rojo, negro, blanco (2022) y el último en sumarse a la lista, Hablemos de adolescencia. Y de sexo, de amor, de respeto y de mucho más (2022).
«Cuando acompañaba a mi padre a trabajar, justo al lado había una librería. Siempre que iba con él a consulta, después me llevaba a la librería y sacábamos libreta y lápices. Desde muy pequeña escribía cuentos y poesía. Obviamente, como escribe una niña de esa edad. Él siempre me ayudaba mucho con eso y me animaba a hacerlo», remarca Miriam. Y añade: «Él antes de morir dejó escrito un manuscrito que habrá que meterle mano algún día. Estaba con fiebre y la vía puesta, pero aun así, escribió toda su vida. Es un libro que él hizo para nosotros». Alí Al Adib falleció hace trece años a causa de una enfermedad.
«La medicina estética era un plan B»
Cuando Yasmin acabó la carrera no sabía muy bien lo que quería hacer: «Al final la especialidad va un poco relacionada con las notas que obtienes en el MIR. La medicina de familia era mi última opción, pero la acabé eligiendo por otras circunstancias sin llegar a imaginarme que me iba a gustar tanto después». La mediana de las hermanas es, a día de hoy y también por segundo año consecutivo, la mejor doctora en medicina estética según la plataforma Doctoralia. Sin embargo, «lo de la medicina estética fue un plan B que surgió porque como bien sabemos todos, en la sanidad pública vas encadenando contratos malos y hay mucha presión asistencial. Me di cuenta de que estaba bastante mal y probé a hacer un máster en medicina estética. Lo que nunca imaginé fue que después podría llegar a dedicarme a esto».
En un principio, compaginó ambas cosas: pasaba consulta en un centro de salud pública por la mañana y por la tarde, en un centro de medicina estética. En concreto, en una de las clínicas del doctor Esquivel, uno de los referentes en este ámbito. Hasta que llegó un punto en el que tocó elegir y a día de hoy, cuenta con dos clínicas, una en Ibiza y otra en Sevilla. «Aunque yo siempre digo que la medicina de familia la tengo en el corazoncito y que a veces me coge el gusanillo porque estoy muy apartada ahora mismo de la medicina tradicional. Vamos, de la medicina pura y dura», declara Yasmin.
—En la medicina de familia es una gran profesional, pero se metió ahí de lleno y ahí esta —interviene Miriam.
—Aquí estamos. Amira, te toca, cuenta. Tengo una paciente esperando fuera, me quedan cinco minutos —advierte Yasmin.
—Venga va, que yo soy rápida —contesta Amira.
«El amor me unió con otro médico»
Amira optó por estudiar odontología cuando «empezó todo el boom en España porque esta especialidad se separaba de la medicina». Su padre, Alí, empezó a abrir una red de clínicas dentales y Francisca, su madre, le ayudó en todo ese proceso. En realidad Amira, al igual que sus hermanas, también quería estudiar medicina. Pero la cosa se truncó con la nota de corte y debido a esa situación que se estaba dando, se lanzó a la odontología. Y al final, le acabó gustando. La pequeña de las tres ejerció durante diez años, pero el destino le puso un rumbo distinto.
Cuando su hermana Yasmin trabajaba en una de sus clínicas, Amira conoció al doctor Esquivel. «El amor me unió con otro médico», dice entre risas. Se mudó a Madrid, «dejé todos mis trabajos de Sevilla (como odontóloga) para empezar de cero. Pero la idea de tener hijos ya empezaba a rondar por mi cabeza. No le encontraba sentido empezar a trabajar cuando en unos meses tendría que darme de baja». Esquivel y ella acaban de ser padres hace unos pocos meses de una bebé que ha alargado un poco más de lo esperado ese parón profesional de Amira. Si bien ella recalca que se plantea volver a ejercer: «La maternidad ahora mismo me tiene a tiempo completo, pero tan pronto como pueda lo tengo que retomar».
Una tradición familiar que sigue
Amira no hizo medicina, pero la tiene muy presente: «Cuando alguien me dice la palabra medicina en lo primero que pienso es en mi padre en bata. Para mi es una palabra muy familiar porque siempre he estado en contacto con esa profesión. Primero mi padre, luego mi hermana mayor, luego mi otra hermana... He estado siempre rozando, en cierto modo, esa profesión. Ha estado metida en mi casa siempre».
«Para mí es tradición, algo que continúa entre nosotros, porque nuestra sobrina Nur (la hija mayor de Miriam), está en bachillerato y yo me derrito cuando dice que también quiere estudiar medicina. Es una profesión tan bonita y poder decir que se hereda y trasciende de unos a otros... es súper gratificante», considera Yasmin.
Por su parte Miriam, confiesa: «Para mí la medicina es un arte. No es solo ciencia. Por supuesto que tiene que tener rigor científico, pero ante todo, arte. El arte de la escucha y de poder sospechar qué está pasando dejándote llevar no solo por el rigor científico, también por la intuición, la atención, la escucha. Mi padre era un gran clínico, tenía un ojo y una intuición fuera de lo común. Cosas muy complicadas pero que él conseguía siempre. Era una persona que lo daba todo por solucionar cada cuadro que se presentaba».