Manuel Jiménez, doctor en fisiología humana: «Cuando un hombre gana, los accesos de testosterona, porcentualmente, son los mismos que los de una mujer»
VIDA SALUDABLE
El científico y profesor universitario aspira con su trabajo a acabar con una de cada tres lesiones en los equipos profesionales
26 may 2023 . Actualizado a las 10:46 h.Existen muchos casos de deportistas que aborrecen el deporte. Como en todas las profesiones, hay futbolistas que lo son, simplemente, porque se les da bien, pero que hubiesen preferido ser otra cosa. ¿Hubiesen ustedes renunciado a una vida millonaria por hacer lo que les guste? Manuel Jiménez López no ha tenido que plantearse este dilema. A este doctor en fisiología humana y de la actividad física y el deporte, investigador de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) su trabajo le apasiona. Y se nota. Actualmente se encuentra inmerso en una investigación apasionante. ¿Estar estresados nos provoca lesiones? Esta es la pregunta que se ha hecho él y su equipo. De momento no pueden dar una respuesta contundente, pero sí han encontrado una relación directa entre el cortisol (la hormona del estrés) y las dolencias musculares. A mayores niveles de esta hormona, más probabilidad de lesión. Esto lo han visto de manera clara, pero queda la segunda parte: ¿por qué pasa esto? Hay varias teorías sobre la mesa y una meta en el horizonte: lograr, a través de la suplementación y la dieta, reducir una de cada tres lesiones en los deportistas.
—Tendemos a ver nuestro cuerpo como una suma de órganos y no como un todo. Cuando uno piensa en una lesión muscular, piensa exclusivamente en un daño asociado al tejido. Ustedes, sin embargo, defienden que una hormona como el cortisol puede provocar que nos lesionemos más haciendo ejercicio.
—Pensemos en una lesión muscular o una fractura por estrés, cada una tiene su propia etiología y, evidentemente, es multifactorial. Pero hay algunos estudios que ya muestran relaciones interesantes en, por ejemplo, la fatiga que acusan los pacientes oncológicos. El impacto que el cáncer tiene en el organismo va generando a nivel periférico una serie de respuestas, entre ellas, la sensación final de fatiga por una retroalimentación de la fisiología sobre los procesos psicológicos del cerebro. Sucede exactamente igual cuando nosotros pensamos en un deportista. Ya no nos planteamos lo fisiológico por un lado y lo psicológico por el otro, sino que hablamos de un nuevo concepto que es el concepto de psicofisiología. Cómo aspectos de carácter psicológico inciden sobre la fisiología. Es algo que el neurocientífico portugués António Damásio expuso de forma brillante en su teoría del marcador somático. Él dice que cualquier cambio que se produce en los más de 200 tipos de células que tiene nuestro organismo va a tener, de manera inmediata, una irritación a nivel central, neuronal. Todo nuestro organismo está centralizado en nuestro cerebro y nuestro cerebro rige el funcionamiento de todo nuestro organismo. Esta dualidad de ida y vuelta existe de manera muy clara. El cortisol es una hormona del estrés, pero su función principal es la adaptación del sujeto a las situaciones de estrés. Soy una cebra, viene un león y tengo que huir. Y el cortisol aumenta mis posibilidades.
—Precisamente, si el estrés es una respuesta adaptativa que nos prepara para la supervivencia, ¿qué sentido tiene que cuando se active para que huyamos aumenten las posibilidades de lesionarnos?
—Hablamos de exposiciones prolongadas al cortisol. El mecanismo es el siguiente: yo huyo del león y esto va a producir un aumento de la adrenalina y la noradrenalina. Mi atención, mi presión arterial y mi frecuencia cardíaca van a aumentar. También se va a producir un cambio importante en los procesos inflamatorios. Vamos a disparar las llamadas citoquinas inflamatorias. ¿Con qué objetivo? El de recuperar los tejidos dañados por la huida del león. Cuando escapas, la fisiología entiende que hemos tenido que subir a un árbol, que he recibido golpes en los rodillas y codos y que se han producido distintas lesiones de las que debemos recuperarnos. El cortisol juega un papel fundamental en la activación de las citoquinas, que producen ese efecto de reparación de los tejidos. Pero al mismo tiempo hay una consecuencia, que es la reducción de las defensas naturales, especialmente de los linfocitos T y B y de algunos macrófagos produciendo un efecto de bajada generalizada de las defensas. Por eso, cuando estamos sometidos a altos niveles de estrés, somos más susceptibles a contraer un resfriado o a la gripe; tenemos las defensas más bajas. Viéndolo desde el punto de vista de la lesión muscular, hay dos caminos. Y en esta fase de investigación es en la que estamos ahora, en saber cuáles son los mecanismos subyacentes que hacen que un aumento del cortisol lleve aparejado un aumento de las lesiones.
—¿Cuál es la hipótesis?
—Por un lado, existe una vía que sugiere que una alta carga de estrés va a hacer que las catecolaminas se disparen y que, con ellas, también se dispare la tensión muscular. Tener el músculo en un nivel más rígido en situación de competición lo hace más susceptible a recibir daños. La tensión energética es mayor y la tensión muscular también. Esta sería la primera hipótesis.
—¿Hay más?
—Sí. Que precisamente en ese mismo proceso de readaptación, el cortisol se comporta como una hormona cuyo objetivo principal es el catabolismo. Es decir, convertir sustancias de mayor tamaño en otras de menor tamaño para ser utilizadas a nivel mitrocondrial y central logrando producir energía a nivel celular. Eso se produce con el anabolismo, a través de una hormona que es la testosterona. Estamos analizando ambas hormonas (el cortisol y la testosterona) en su conjunto. Lo que vemos es que hay momentos en los que el proceso de readaptación de ese anabolismo no se completa en su totalidad porque, tras el esfuerzo, el descanso, la alimentación y la relajación muscular no son suficientes como para regresar a los niveles iniciales previos. A esto le llamamos carga alostática. Cuando el proceso es completo hablamos de una alostasis; se trata de un proceso de adaptación completo y que repercute positivamente en la salud del deportista llevándole a ser capaz de desarrollar niveles de exigencia superiores a los que inicialmente estaba preparado para asumir. Pero cuando se genera la carga alostática, se observa de manera muy destacada como el cortisol se mantiene alto durante cierto tiempo y la testosterona tiende a estabilizarse o descender. Cuando esto ocurre, el proceso de anabolismo y de catabolismo no se reequilibra y el jugador está más expuesto a nivel muscular y celular. No se obtienen todos los nutrientes necesarios para que el proceso de combustión se desarrolle en su totalidad, aumentando la probabilidad de lesión muscular. Esas son las dos hipótesis. Ahora mismo estamos analizando esos mecanismos.
—Es decir, tenemos un sistema natural para aumentar nuestro rendimiento que ha funcionado muy bien durante miles de años, pero que no está preparado para una exigencia máxima durante 90 minutos cada tres o cuatro días.
—Es que tú imagínate exponerte todas las semanas, tres o cuatro veces, al depredador. Cuando nuestro sistema de alerta se activa, el sujeto en cuestión tendrá que enfrentarse al león o huir y buscar otro ecosistema en el que se encuentre más cómodo. No hay más alternativas. Es eso o el agotamiento y la muerte. Porque activar este sistema de enfrentamiento continuo día tras día, semana tras semana... no hay ser vivo que sea capaz de soportarlo.
—Casi parece que los futbolistas estén siendo sometidos a un experimento cruel.
—Bueno, pero muy bien pagado, podríamos decir. Te voy a decir una cosa, y esto es muy interesante. Por norma general, el nivel de cortisol (estrés) de los futbolistas profesionales está bastante por debajo de la media normal. Tú y yo generamos más estrés que un futbolista profesional. De hecho, nuestra teoría es que esto es una condición sine qua non. O sea, o tienes la capacidad de enfrentarte a esos desafíos sin que el cortisol se te dispare o, si se te dispara el cortisol, nunca vas a ser jugador de fútbol profesional. Nosotros elaboramos un artículo en el que observamos esta tendencia. Analizamos 95 jugadores de fútbol de categoría amateur, semiprofesional y profesional; Primera División, Segunda División y lo que hoy es Primera RFEF. Entendimos que los de Primera RFEF son amateurs porque ganan dinero, pero que no son profesionales. En Primera RFEF hay jugadores que cobran 50.000 euros al año, es verdad, pero la gran mayoría está muy por debajo de ese dinero. Observamos que que estos jugadores de tercera división tenían más cortisol en los entrenamientos, en los partidos amistosos y en competición que los que jugaban en Segunda. Y los que jugaban en Segunda, mas cortisol que los que estaban en primera. Y con la testosterona, ocurría exactamente lo contrario.
—En su estudio destacan la influencia del cortisol en las lesiones musculares, pero también de creatinquinasa (una enzima) y de inmunoglobulina A (un anticuerpo). ¿Para qué?
—Medimos las inmunoglobulinas para saber si un proceso es psicológico o es fisiológico. Si es fisiológico, las inmunoglobulinas se van a ver reducidas de manera sistemática. O sea, bajarán las defensas naturales de nuestro organismo y esto querrá decir que el estrés es crónico. Si el estrés es crónico, significa que el jugador no solamente se ve sometido a las cargas de estrés por competir ante el público en un partido, sino que se lleva el estrés a casa. Cuando eso ocurre, las inmunoglobulinas nos lo van a contar. Si queremos ver si es fisiológico, también nos servimos de la creatinquinasa, que es la que nos va a confirmar que existe un proceso inflamatorio a nivel orgánico y que a nivel muscular ya está habiendo daño muscular derivado de ese aumento del cortisol. A través de la saliva, conocemos todas estas variantes.
—A los niños, cuando aprenden a esquiar, se les dice que si van con miedo se van a hacer daño. ¿Resume esta frase un poco su filosofía?
—Totalmente. De hecho, una de las cosas que observamos es que la probabilidad de que el jugador se lesione es directamente proporcional a la posición del equipo en la tabla. Es decir, cuanto más cerca se esté de las posiciones de descenso, más proporción de lesionados hay. Y eso es algo que se puede comprobar. No sabemos si es causa efecto; ¿porque el equipo está en esa posición el jugador se lesiona más o si tener más lesionados provoca que el equipo esté en esa posición? Pero sí esta relación está muy investigada y es muy estrecha. Si no se consiguen los objetivos para los que, supuestamente, me pagan, afecta al deportista. No te vayas a pensar que los jugadores de fútbol son seres extraordinarios. Son seres humanos como nosotros, perciben la misma presión y la misma sensación de inseguridad y de frustración. Esto es inevitable, es parte de nuestros sistemas, de nuestro cerebro emocional. Cuando nos acercamos al reforzador, los chutes son de dopamina, de acetilcolina y de betaendorfina y nos sentimos espectacular, no nos duele nada; del mismo modo, cuando me acerco al reforzador y no lo alcanzo, la emoción que se produce es de frustración, y detrás de la frustración viene la tristeza, y detrás de la frustración vienen la ira y la rabia. La famosa patada de la frustración en el fútbol, no es frustración. Es rabia.
—Esta relación entre cortisol y lesiones, ¿se produce solo a nivel muscular?
—Las que nosotros hemos encontrado sí: contracturas y roturas fibrilares de grado 1, 2 y 3. Esas son las más relacionadas con el cortisol. Es verdad que cuando el cortisol estaba alto, también ha habido otro tipo de lesiones, pero es más difícil de relacionar, porque han sido principalmente por impacto. Ahí es más difícil poder confirmar que hay un sustrato de base que lo está produciendo.
—Y la gran mayoría de las veces son lesiones en las extremidades inferiores. Pero es que claro, han analizado rugbi, fútbol y baloncesto. ¿Si viésemos el historial de lesiones de un nadador encontraríamos esto mismo en las extremidades superiores?
—Te voy a dar una primicia. Nosotros hemos analizado al equipo ciclista más laureado del mundo, no te puedo dar nombres. Lo que hemos observado es que, en un deporte tan fisiológico como el ciclismo, cuando el cortisol está alto, los corredores hacían menos kilómetros de entrenamiento, menos potencia de pedaleo y sus expectativas de resultados se veían afectadas. O sea, el cortisol se comportaba en los ciclistas como un limitador del rendimiento. Los ciclistas realizan movimientos cíclicos, por lo que no se van a lesionar tanto en cambios de dirección, de velocidad o por movimientos explosivos, porque la cadencia del pedaleo es más estable. Sin embargo, hemos observado que afecta a su rendimiento y a su potencia de pedaleo. Es fortísimo esto. Además, hemos detectado que, sobre algunos de los corredores sobre los que había más expectativas en estos últimos años en el Tour, tenían cierta dificultad para el control del estrés competitivo.
—Habla de la importancia de la testosterona, ¿han analizado solo a hombres o han incluido en el estudio a mujeres? Entiendo que habrá diferencias.
—Pues no. Yo fui premiado por la mejor investigación en Medicina del Deporte de Andalucía en el 2012 por, precisamente, destrozar un mito que existía desde el año 1980 y que aseguraba era que hombres y mujeres no competíamos con el mismo vigor y la misma firmeza. Lo desmentí analizando la testosterona; analizando que, cuando un deportista masculino gana, los accesos de euforia y de testosterona, porcentualmente hablando, son exactamente los mismos que en el sexo femenino. Insisto, porcentualmente. Otra cosa es que los hombres producimos mucha más testosterona que las mujeres. Los hombres la producimos, principalmente, en los testículos y en la glándula suprarrenal; las mujeres producen su testosterona en la glándula suprarrenal y algo en los ovarios. Pero a pesar de que producimos entre tres y siete veces más testosterona que las mujeres, cuando ganamos, tenemos los mismos accesos de euforia y el mismo efecto sobre el sistema de la recompensa.
—¿Qué cambios fisiológicos produce la testosterona?
—Retroalimenta el sistema de la recompensa. Proporciona un 'chute' de dopamina endógeno. Sentimos mucho placer por vencer a nuestros rivales y, además, ese acceso de dopamina nos proporciona una mayor motivación por querer superar desafíos de mayor envergadura. A esto lo llamamos efecto ganador y está muy bien estructurado, diseñado y explicado por muchos de los que nos dedicamos a esto. Cuando tú vences en un partido, tienes una mayor probabilidad de vencer en los partidos subsiguientes; si pierdes en un partido, también tienes mayor probabilidad de perder en los partidos subsiguientes. Esto sin olvidar nuestro proceso de adaptación se ve nublado por otros muchos factores. Otra cosa que hemos observado en nuestras investigaciones es que los jugadores de ajedrez, cuando competían con alguien que le superaba en más de 200-300 puntos Elo, incrementaban su testosterona precompetitiva, cometían menos errores en las aperturas y pensaban mejor. Esto lo vemos cuando el Racing de Santander se enfrenta con el Barcelona; no necesita motivación porque se dispara la testosterona y van a competir al 100 %. Al Racing, con quien le cuesta competir, es contra el Espanyol, que es de su mismo nivel y le cuesta encontrar motivación.
—Entiendo que la meta de su investigación pasa por poder encontrar algún tipo de pastilla que compense este exceso de cortisol y reduzca la capacidad de lesionarnos a causa del estrés.
—Lo que investigamos es que a nivel fisiológico, cuando el cortisol está alto, se producen un montón de cambios a nivel orgánico. Generalmente, nuestro organismo funciona como un todo, de tal manera que si hiperactivamos un sistema va a haber otros que también aumentarán su actividad o que la deprimirán para reequilibrar la homeostasis evolutiva. Todas esas comunicaciones que hace nuestro organismo entre sistemas se producen a través de mensajeros químicos, que son las hormonas, los neurotransmisores y las proteínas. Son estas proteínas las que se dirigen hacia los tejidos diana. Igual que detectamos un cáncer analizando ciertas proteínas a través de una PCR, podemos también analizar esas proteínas a través de un método que estamos investigando junto al hospital Albert Einstein de Sao Paulo. Utilizamos una nueva técnica de diagnóstico que se lleva utilizando un tiempo en Houston para el análisis de la recuperación de los tumores aplicado al mundo del deporte. Esta técnica es la proteómica salival. Ahora queremos analizar, en esos jugadores que tienen elevados niveles de cortisol, qué pasa a nivel orgánico. Qué proteínas se están dirigiendo a los tejidos diana y, por lo tanto, qué alteraciones proteicas ha habido entre el momento A y B. Cuando lo detectemos, podremos llegar a la conclusión sobre cómo actuar a nivel metabólico. En esta caso con la introducción, principalmente, de nutrición y de algunos fármacos como vitaminas o proteínas que corrijan o reequilibren ese balance interno para que se reduzca la probabilidad de que esos tejidos musculares se vean limitados en su contractibilidad. Este es el siguiente paso. Nuestra esperanza está en detectar ese mecanismo subyacente. Si lo logramos, podremos reducir en los equipos profesionales una de cada tres lesiones.