El problema de la vitamina D en España: «Los niveles de referencia son controvertidos»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Una mujer se protege del sol con un paraguas en plena ola de calor
Marta Pérez | EFE

La falta de este nutriente puede estar causada por el sobrepeso o por enfermedades digestivas

09 ago 2023 . Actualizado a las 18:38 h.

El déficit de vitamina D que sufre la población española es, a día de hoy, un misterio. Aunque el país es uno de los que más horas de sol recibe al año, si lo comparamos con otros vecinos europeos, lo cierto es que la mayoría de nosotros no conseguimos la exposición necesaria para mantener unos niveles adecuados de esta sustancia. A principios de este año, una investigación española publicada en Science lo confirmaba: alrededor de un 75 % de la población está en déficit. Datos llamativos a primera vista, pero que tienen su explicación si profundizamos. Porque para entender el problema de la vitamina D hay que conocerla de cerca. Comprender qué funciones cumple en nuestro organismo, cómo la absorbe nuestro cuerpo y dónde puede quedarse «secuestrada».

Qué es la vitamina D y cómo la obtenemos

En realidad, la vitamina D no es una vitamina en el sentido estricto de la palabra. Así lo explican desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN): «es mejor definirla como una prohormona, ya que, en su mayor porcentaje, se produce en la piel tras la exposición a la luz solar y, posteriormente, se originan cambios en su estructura en hígado y riñón para formar una hormona activa».

La vitamina D cumple múltiples funciones en el organismo. Principalmente, permite que el cuerpo absorba calcio. Es fundamental para la mineralización de los huesos en todas las edades, regula los niveles de calcio en sangre, se encarga de estimular la absorción de calcio a nivel intestinal y favorece la reabsorción de calcio a nivel renal. Además, este nutriente contribuye a la movilidad de los músculos y al funcionamiento del sistema nervioso. Por otro lado, apunta la SEEN, «en los últimos años, se ha producido un creciente interés por sus efectos extraóseos, como la capacidad para inhibir la proliferación e inducir la diferenciación de múltiples células, modular el sistema inmunológico o promover la secreción de insulina».

El cuerpo obtiene vitamina D a partir de la luz solar y, en menor medida, de la dieta. Para generarla mediante el sol, el organismo la sintetiza a través de la piel en una reacción química que requiere de la radiación ultravioleta de tipo B. El problema es que los rayos UVB representan alrededor de un 5 % del total de la radiación que recibimos del sol. Y cabe señalar que estos rayos no son los responsables de la pigmentación que se genera con el bronceado (de ello se encargan los UVA), por lo que el color de la piel tras la exposición solar no es necesariamente un indicativo de la absorción de este nutriente.

Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que la síntesis de vitamina D a nivel cutáneo puede verse afectada por múltiples factores, como la edad, el uso de protector solar, la zona geográfica y las condiciones climáticas.

Déficit de vitamina D

La falta de vitamina D a nivel poblacional en países mediterráneos como España o Italia es un fenómeno desconcertante desde el punto de vista del sentido común: incluso en los países nórdicos que reciben menos horas de radiación solar al año, los niveles de este nutriente no suponen un problema, mientras que aquí bastaría exponer la cara y los brazos durante unos minutos al día en las horas centrales para mantener esos valores en cifras adecuadas. ¿A qué se debe, entonces, el déficit?

«Hay varios motivos que contribuyen a la aparente paradoja del déficit de vitamina D en España. Por un lado, ya sabemos que la principal fuente de vitamina D es su formación a nivel de la piel por vía de los rayos UVB, pero para que esto ocurra de forma adecuada es importante que los rayos UVB incidan de forma correcta en la piel y esto, en España, que está por encima del paralelo 35, ocurre en los meses de verano, fundamentalmente. No es posible sintetizar adecuados niveles de vitamina D todos los meses, la formación de esta en invierno es mínima. Por otro lado, con la alimentación conseguimos hasta un 20 % de nuestra vitamina D, pero en España el aporte dietético es escaso y no hay alimentos suplementados con ella», explica María Cortés Berdonces, coordinadora del Grupo de Metabolismo Mineral y Óseo de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

Pero esta es apenas la punta del iceberg. Como señala la doctora Guadalupe Blay, responsable del grupo de Endocrinología y Nutrición de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), «también influye mucho la raza, las personas de piel morena son más deficitarias porque absorben menos la vitamina D a través de la piel debido a los melanocitos».

El huevo o la gallina

El gran problema de intentar cuantificar los niveles de vitamina D en el organismo de alguien es que, por sí sola, esa cifra no nos aporta suficiente información para saber lo que pasa. «Se están haciendo muchas analíticas de vitamina D que salen todas bajas y eso nos puede hacer pensar que habría que revisar los rangos. Pero, realmente, muchas veces, los niveles bajos de vitamina D pueden ser secundarios a alguna enfermedad, más que una causa», aclara el endocrinólogo Joaquín Puerma.

«El problema que tenemos con la vitamina D es que hay muchos estudios de laboratorio o en fase preclínica que nos hacen pensar que puede estar vinculada a ciertas patologías o enfermedades. Muchas veces se intenta suplementar con vitamina D a personas con diabetes o con ciertas patologías autoinmunes y no se ha llegado a obtener beneficios claros», señala el experto.

¿Qué puede significar en una analítica la vitamina D baja? «Muchas veces, los niveles bajos de vitamina D pueden ser secundarios a otros procesos que tenga el paciente, como, por ejemplo, inflamación, disminución a nivel de la absorción o a nivel de la asimilación por la luz. También puede estar baja por sobrepeso. La vitamina D es liposoluble y eso significa que se guarda dentro de las células grasas. Hay estudios en los que pacientes con una pérdida de peso de entre el 10 y el 15 % han recuperado sus niveles de vitamina D, porque estaba secuestrada dentro de la grasa. Luego, incluso, la grasa en esas personas pueden generar inflamación y esa inflamación puede hacer que la vitamina D disminuya», explica Puerma.

El problema también puede estar en la absorción del nutriente. Esto ocurre debido a ciertas cirugías y patologías digestivas. «En esos casos habría que iniciar la suplementación o favorecer la toma de sol a períodos cortos, siempre en horas que no sean las más peligrosas en cuanto a la radiación ultravioleta», indica Puerma.

Niveles en revisión

Los niveles de vitamina D de referencia para una adecuada salud ósea son, en palabras de la doctora Cortés, «controvertidos, con recomendaciones diferentes según distintas sociedades científicas». Esto tiene que ver con el hecho de que no siempre el método consiste en medir la vitamina D en sí misma, sino que en determinados casos, señala Puerma, se miden sus metabolitos.

De todos modos, a nivel general, se considera que por debajo de los 30 nanogramos por mililitro hay una insuficiencia leve y si esta cifra es menor a 20, se entra en déficit. «Pero para definir con claridad si hay un déficit marcado, hay que pedir en la analítica la hormona PTH. Cuando está elevada, hay un verdadero déficit de vitamina D. En esos casos, todas las sociedades médicas abogan por una suplementación con vitamina D. Porque esto indica que el cuerpo está identificando un déficit de vitamina D», apunta Puerma.

Suplementos, ¿sí o no?

En términos generales, suplementarse sin control ni indicación por parte del médico no es buena idea. «En población general, que no tenga ningún factor que predisponga al déficit de vitamina D, es suficiente con la exposición solar adecuada, unos 15 minutos al día, en los meses de marzo a octubre, con protección solar mayor o igual a 30. Esto se consigue con un simple paseo al sol. Además de una alimentación variada que incluya alimentos que contengan vitamina D como el salmón, atún, sardinas o caballa en lata, hongos o setas», apunta en este sentido Cortés.

La necesidad de tomar suplementos podrá surgir en aquellos que tengan factores de riesgo para llegar a un déficit, tales como las personas mayores, o aquellas que tienen enfermedades que perjudiquen su absorción, o ciertas condiciones médicas que predispongan a la osteoporosis.

Mejorar la absorción y los niveles

El problema que puede surgir cuando pensamos en nuestros niveles de vitamina D es que no hay forma de saber si los tenemos altos o bajos más allá de realizar una analítica de sangre. «No hay síntomas, salvo aquellos relacionados con los problemas que causen esa disminución de la vitamina D. Pero por lo demás, no hay un cansancio, una astenia, caída de pelo, no hay síntomas clínicos claros de ese tipo», señala Blay.

Por tanto, conviene actuar de manera preventiva cumpliendo con todas las pautas que permiten y facilitan la síntesis de esta prohormona. En este sentido, el tiempo al aire libre es fundamental. «En el contexto de una vida saludable, se recomienda siempre mantener contacto con la naturaleza y con el sol. Eso va a hacer que los niveles de vitamina D sean un poco más altos. Pero en esta época del año hay que procurar evitar las horas centrales del día, tanto por el calor como por el exceso de radiación ultravioleta», aconseja Puerma.

¿Y qué hay de la crema solar? Si bien es posible que el uso de protectores limite la absorción de vitamina D, esto no debería llevarnos a dejar de usarlos. «Este es un debate sobre riesgos y beneficios, sabemos que protegernos del sol ayuda a reducir la incidencia del cáncer de piel, que es un problema, pero algunos filtros químicos o físicos pueden reducir la absorción de vitamina D. Pero el beneficio de las cremas solares es superior respecto al perjuicio en la absorción de vitamina D», afirma Puerma.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.