¿Eres capaz de superar la prueba de la silla? Así mide este test el riesgo de padecer ciertas enfermedades

VIDA SALUDABLE

Aunque hasta hace poco solo se indicaba para personas mayores, ahora también se recomienda hacerla en jóvenes; los resultados están correlacionados con índices de aptitud funcional y calidad de vida

21 oct 2023 . Actualizado a las 13:33 h.

Se calcula que cada uno de nosotros se sienta y se levanta unas sesenta veces al día. Por eso, este movimiento se considera un indicador importante de la función física y la dependencia. Ya no solo para las personas mayores, que seguramente a todos se nos vengan a la cabeza en este momento por la dificultad que ellos puedan presentar, también para individuos jóvenes. De hecho, no conseguir hacerlo en unos rangos de tiempo determinados —que varían según la edad— se considera un indicador de disfuncionalidad. 

La sit-to-stand (STS) está validada y estandarizada como prueba de desempeño funcional de bajo coste, fácil, rápida y de uso común. Indica la rapidez con la que un individuo es capaz de sentarse y levantarse. Los primeros en introducirla fueron los investigadores Csuka y McCarty, en 1985, y, desde entonces, se ha aplicado a pacientes con gran variedad de afecciones médicas como enfermedades degenerativas, ictus, EPOC, párkinson, artritis reumatoide, operaciones en la rodilla, etcétera. 

«Básicamente, mide la fuerza y función muscular de las piernas. Son las que nos desplazan y las que muestran limitaciones en muchas patologías. Es donde tenemos el 60 % de la masa muscular del cuerpo y es donde primero se presenta la atrofia, pérdida de fuerza y función», apunta Felipe Isidro, catedrático de Educación Física y miembro del Instituto Internacional de Ciencias del Ejercicio Físico y Salud. El experto reconoce que para validar esta función existen diferentes pruebas, pero que esta «se acerca un gesto básico que tenemos en la vida diaria. Más que la propia fuerza, lo que medimos es la función, la aplicabilidad de esa fuerza». 

Cómo se realiza y las diferentes variantes que existen

Para realizarla tan solo se necesita una silla y un cronómetro. Con el fin de evitar caídas, lo ideal es que el respaldo de esta se encuentre apoyado en la pared. El objetivo es levantarse de la misma con un brazo cruzado en cada hombro, en forma de cruz. Es decir, utilizando solo la fuerza las piernas. Se debe repetir la acción cinco veces y, el tiempo que resulte, será la puntuación con la que se valore el test.

Sin embargo, dentro de esta modalidad también existen diferentes variantes. Otra muy popular consiste en contar el número de veces que esa persona puede sentarse y levantarse de la silla durante treinta segundos, un minuto e incluso tres. «Esto significa que se hacen muchas más repeticiones y, por lo tanto, entran como limitantes otros sistemas como puede ser el cardiovascular, porque el paciente tiende a fatigarse. Se desvirtúa el resultado porque ya no se está midiendo la fuerza y función muscular de las piernas, entran en juego otros factores que pueden dar lugar a confusión», comenta el catedrático de Educación Física.  

Hasta hace poco, la prueba solo se realizaba a personas mayores. «Esa es otra limitación que existía hasta ahora. Por eso nos encontrábamos puntos de corte de lo que llamamos sarcopenia, que es la pérdida de masa y fuerza muscular, solo en gente mayor de sesenta años. Pero estamos viendo muchas personas más jóvenes que se encuentran en ese proceso. Ya la están sufriendo con la edad que tienen», alerta Isidro. 

Por eso, varios equipos de investigadores han empezado a estudiar esta prueba en gente adulta, menor de 60 años. Concretamente, uno de Países Bajos reclutó una cohorte de 172 personas, mujeres y hombres, cuya media de edad se estableció en los 39 años, aproximadamente. De esta forma, presentaron unos valores de referencia teniendo en cuenta el sexo y la edad que pueden ser utilizados para evaluar la prueba. El aumento del tiempo que lleva hacer la prueba asociado a la edad es, según sus palabras, multifactorial. Uno, porque las personas mayores experimentan una pérdida progresiva de masa y potencia del músculo esquelético y, además, porque el sentido del equilibrio también puede verse mermado con los años. 

La versión 2.0 que mide la potencia muscular 

Julián Alcázar es profesor titular de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Castilla La Mancha, investigador adscrito al Grupo Genud Toledo, y Ciber sobre Fragilidad y Envejecimiento Saludable en el Instituto de Salud Carlos III. Junto a su equipo, ha desarrollado una versión 2.0, con la que son capaces de calcular la potencia muscular de la persona que la realiza. La aplicación se llama PowerFrail, es gratuita y está disponible tanto para Android como para iOS. 

«Básicamente, teniendo en cuenta la capacidad o el rendimiento físico de la persona en esa prueba, así como su peso y estatura, somos capaces de estimar su salud muscular. Es diferente a solo contar el número de repeticiones porque lo que obtenemos es un valor de potencia que nos está hablando, directamente, de cómo se encuentra la salud de nuestro músculo», explica. 

La prueba de las cinco repeticiones suele tener una duración de entre 6 a 10 segundos. Si el individuo supera los 12, empieza a considerarse que hay problemas de movilidad. «Si quisiéramos hacer este test para evaluar en qué momento de tu vida estás, la edad biológica y cronológica de esa persona, podemos tener mucha información. Nos refleja muy bien en qué momento de su ciclo vital está», amplía el investigador. 

El gran problema: el sedentarismo

Isidro recalca que todas las patologías cursan con sarcopenia —pérdida involuntaria de masa muscular—. «Desde cáncer, hígado graso, obesidad, diabetes... Algunas causan que el paciente se mueva menos, como fibromialgia o fatiga crónica. Diría que el 90 % de las patologías cursan con esa pérdida de fuerza porque el paciente tiene limitación para moverse y, por lo tanto, ya no es que no haga ejercicio, es que se mueve muy poco incluso en su vida diaria». 

El problema es que se están dando casos de sarcopenia en jóvenes, que nada tienen que ver con sufrir este tipo de enfermedades. «Existen personas que no hacen ejercicio y que tienden a tener una pérdida de fuerza mucho más rápida, anticipada. Nos encontramos con jóvenes que no hacen nada de ejercicio y que tienen una composición corporal en la que, aún estando en normopeso, no es la ideal. Estamos viendo que, aun teniendo 20, 25, 30 o 35 años, cuentan con una fuerza muy baja en relación a lo que deberían de tener», indica el catedrático. «Incluso nos estamos encontrando con personas de 15, 16 o 17 que ya están mostrando sarcopenia», alerta.

La gravedad recae en que no solo la enfermedad lleva a sarcopenia, sino que la relación, también es la inversa: «El sedentarismo y, en consecuencia, la sarcopenia, tiende a un estado inflamatorio que conlleva a enfermedades. En medicina preventiva lo que tenemos que hacer es anticiparnos a lo que va a ocurrir porque si no frenamos eso, llegarán a tener fragilidad y limitaciones. Y ya no solo con 60, a lo mejor, ya con 40 o 45». 

El experto añade que, en este punto, también se debería de mencionar otra variable importante: la dinapenia —pérdida de fuerza muscular que no es causada por enfermedades musculares ni neurológicas—. «Al final, la fuerza depende del sistema nervioso y, aunque seas un adulto joven y tengas suficiente hormona de crecimiento y mantengas músculo, puede ser que este no esté inervado adecuadamente a nivel nervioso. No se utiliza y lo acabarás perdiendo. Se pierde antes la fuerza que la masa muscular. Con lo cual, por eso tenemos más razón en hacer este tipo de test, porque si veo que estás perdiendo fuerza para la edad que tienes, me estoy anticipando a que pierdas músculo. Tengo que intervenir indicando programas de ejercicio o derivándote con el profesional correspondiente». 

Dentro del músculo tenemos fibras lentas y rápidas. Las primeras, explica el catedrático, permiten acciones cotidianas como caminar mucho rato; mientras que las segundas permiten subir escaleras, levantarse rápido de la silla o hacer un sprint. «Las que primero se pierden son estas últimas. Por lo tanto, lo ideal sería hacer un test de fuerza de piernas y un test rápido, de cinco repeticiones, que indican qué tal estoy. Y no otros. A mi me puede salir muy mal este test y me puede salir muy bien el de seis minutos caminando. De hecho, mucha gente, manteniendo la fibra lenta, es capaz de hacer grandes volúmenes de actividad, irse a caminar una hora o dos, sin cansarse mucho. Pero es incapaz de subir unas escaleras o de hacer una sentadilla con su propio peso corporal. Por eso, nos tenemos que anticipar»

Las ventajas de esta prueba con respecto a otras 

La primera ventaja de esta prueba, es obvia: el bajo coste. Solo es necesario una silla y un cronómetro para llevarla a cabo. Pero, además de eso, no es necesario mucho tiempo. «Las baterías de pruebas están muy bien para hacer estudios, pero luego no son trasladables al ámbito clínico. El médico no puede estar haciendo una batería de pruebas. Necesita una o dos que le digan, rápidamente, cómo está el paciente. Y esta es una muy buena para que le diga cómo está de funcionalidad muscular el paciente por las piernas», subraya Isidro. 

Una de las que sí suelen hacer los médicos de atención primaria es la dinamometría manual. Consiste en coger un dinamómetro con las dos manos y apretarlo mucho. «Generalmente se correlaciona con la calidad de vida, pero se suele hacer en aquellos pacientes que no podían mover las piernas. Pero si puede hacerlo, esta prueba de cinco repeticiones te da una visión sobre cómo está. Si no puede levantarse de la silla, ya ves que está mal. Y si no puede llegar a hacer las cinco repeticiones, también. En ambos puntos, hay que intervenir», añade el catedrático de Educación Física.

Por su parte, Alcázar concluye diciendo que «cuando comparamos esas dos medidas, fuerza de presión manual y potencia en el test de levantarse de la silla, hemos visto que este segunda se relaciona mucho mejor con la calidad de vida, la fragilidad que tienen o no las personas mayores, su funcionalidad física, e incluso riesgo de muerte y hospitalización».  

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.