Despersonalización, desrealización, disociación: síntomas de la ansiedad que no conoces
VIDA SALUDABLE
Las taquicardias, los sudores fríos o los problemas de respiración son síntomas de ansiedad fácilmente reconocibles, pero existen otras manifestaciones del problema no tan conocidas que pueden resultar perturbadoras
29 nov 2023 . Actualizado a las 13:51 h.Según cifras del Ministerio de Sanidad de diciembre del año 2020, más de un 10 % de la población española experimenta o ha experimentado síntomas relacionados con la ansiedad. Pese al triunfalismo en el que a veces se cae, la salida del armario de los problemas de salud mental no ha sido tanto por una cuestión de progreso, sino porque en ese armario ya no cabía nada más. Y ha acabado abriéndose porque esa puerta no aguantaba más. Ya se pueden imaginar que la pandemia no ha servido para reducir estas cifras de prevalencia. Sea como sea, en el año 2023 reconocemos los síntomas ansiosos mucho mejor. Sabemos que esa taquicardia no se debe a un problema cardíaco, sabemos que esos sudores que nos invaden en épocas de estrés alto no se deben a un problema endocrino, sabemos que esa falta de aire no es un problema en nuestros pulmones. No, es la ansiedad; es nuestro cerebro que encuentra formas fisiológicas de decirnos que algo está pasando. Sin embargo, siguen existiendo manifestaciones de la ansiedad que aún no logramos reconocer. ¿Saben lo que es la despersonalización?, ¿y la desrealización?, ¿han disociado alguna vez? Seguro que sí, pero lo más probable es que no se hayan atrevido a decirlo en voz alta. Nos asusta, pensamos lo peor —¿será un episodio piscótico? O peor aún, ¿puedo tener un tumor cerebral?—, entramos en pánico. Porque seguimos sin conocer a fondo lo que la ansiedad es capaz de hacer. A continuación les presentamos una serie de síntomas relacionados con episodios de estrés agudo y ansiedad que seguro que alguna vez han sentido, pero que no sabían ponerles nombre.
Despersonalización: cuando tu 'yo' pasa a tercera persona
«Ocurre más a menudo de lo que podríamos pensar y, en ocasiones, está asociado con episodios de estrés agudo o de ansiedad extrema», explica Carol Palma, profesora de la Blanquerna (Universidad Ramon Llull) y vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña. Pero, ¿qué es la despersonalización?
«La despersonalización es un fenómeno por el que uno empieza a verse desde fuera de su cuerpo, a estar lejos de su propio yo, a desconectarse. Darte cuenta de que estás viviendo esto es una sensación muy extraña», explica la profesional. Si ustedes no lo han sentido nunca, tal vez les cueste entenderlo, pero pregunten en su entorno y verán lo común que es que alguien cercano haya sentido esta experiencia. El nombre es muy acertado, porque el afectado siente que sale de su cuerpo y empieza a verse en tercera persona y da la sensación de que estuviera viviendo en un sueño.
«Es un fenómeno que apenas dura unos segundos, un par de minutos a lo sumo», explica la docente que advierte de que, si dura más o se padece de manera muy frecuentemente, deberá consultarse con un profesional para descartar problemas orgánicos. En ocasiones, está asociado con determinados trastornos de la personalidad u otros trastornos psiquiátricos, sobre todo si se acompaña de otros síntomas. Pero, descartado todo esto, es un síntoma relativamente común ante «episodios de estrés agudo o de ansiedad elevados». «Son fenómenos por los que la gente se asusta mucho. Te dicen: ''Por dos minutos, estuve así''. Evidentemente, asusta mucho no ser tú, ¿cómo vives sin ser tú en tu propio cuerpo?», se pregunta Palma.
La despersonalización es un trastorno de la percepción, más en concreto, de la autopercepción. Y es habitual que no se comparta cuando se padece, de ahí que sea más desconocido. «Lo asociamos erróneamente a la locura», se lamenta Carol Palma. Es cierto que parece un síntoma extraño, pero les podemos asegurar que lo ha vivido más gente de la que creerían. «Cuando uno tiene muchísima ansiedad, siente taquicardia y no se corta en decirlo porque es de lo más común. Pero tener una sensación de no ser yo es más raro o, sobre todo, más desconocido. Deberíamos conocerlo más, para que cuando la gente lo experimente durante un minuto o dos y de una manera puntual, no lo interprete como un síntoma alarmante», asegura.
Desrealización: cuando te desconectas de la realidad
Nos quedamos en los trastornos de la autopercepción para bajarnos en la siguiente parada de este recorrido: la desrealización. «Hablamos de un fenómeno parecido», comenta Palma, que precisa: «Esta vez no hablamos de esa sensación de verte desde fuera o de no estar en tu cuerpo, sino de la sensación de que la realidad está cambiando. Y da mucho miedo. Está asociado a lo mismo, a picos de estrés o de ansiedad. Se trata de un fenómeno que nos provoca la percepción de no estar en la realidad, de estar desconectándonos». En la guías psicológicas podrán leer diferentes descripciones de lo que se siente ante una desrealización como «la sensación de estar separado del resto por un cristal» o «sentirse aislado como si se viviese dentro de un sueño». También se pueden presentar distorsiones en las distancias, los tamaños o la forma de las cosas que nos rodean.
La metáfora es quizás muy peliculera, pero funciona bien para describir una sensación que es complicada de entender si nunca se ha experimentado. ¿Saben cuando en las películas alguien desconecta un gran ordenador y va apagándose poco a poco, perdiendo de manera progresiva sus capacidades y 'cortocircuitando'? Pues esto es algo parecido. «Prácticamente, sientes que tu planeta es otro», dice Palma, que de nuevo llama, ante todo, a descartar cualquier problema orgánico. Pero si les ha pasado alguna vez, sospechen de la ansiedad o el estrés. ¿Son capaces de relacionarlo con algún episodio estresante por el que estén pasando? «Si solo sucede durante unos segundos o minutos, habrá que darle la importancia que tiene y se buscará asociarlo a lo que está pasando contextualmente en ese momento. Si esto se da con otro tipo de frecuencia, hay descartar todo lo orgánico y lo relacionado con el espectro psicótico para poder orientarlo. Pero no es que sea más grave que una despersonalización. Ante un episodio de estrés agudo, no es extraño que durante un instante te veas sintiendo que tu planeta es otro».
Disociar: un término muy de moda en las redes sociales
«Hace tanto calor que estoy disociando cada dos minutos en el gym», «No me hable señor, que no ve que me estoy disociando en cada rutina», «no sé si es porque estoy disociando, pero ni ponerme a llorar he podido». Son tres mensajes elegidos al azar publicados por usuarios de la red social X en los últimos días. ¿Pero sabemos realmente qué es disociar? El término se ha vuelto tremendamente popular en internet, pero no es un fenómeno tan común como un vistazo a esta red social —o a cualquier otra por la que pulule gente joven— podría dar a entender.
La disociación es un fenómeno adaptativo, nos ha servido para sobrevivir y superar dificultades a lo largo de nuestra historia como especie, pero en ocasiones esta disociación se vuelve crónica. Y ahí empieza un problema muy relacionado con el trauma. «La disociación es un síntoma que hace referencia a una desconexión emocional. Es un síntoma de alarma que tenemos todos los humanos; es, en realidad, un mecanismo adaptativo a la supervivencia», adelanta Carol Palma, que comienza a desgranar ejemplos: «Imaginemos que nos toca enterrar a la persona que más queremos del planeta, durante este tipo de situaciones nuestro cuerpo desconecta de la emoción que, se supone, deberíamos estar sintiendo y actuamos con la mayor de las racionalidades. Nos desconectamos de lo que no está pasando. Lo normal es que esa persona estuviese muy triste, pero para salvar esa situación, uno es capaz de compartimentar emociones, las ponemos en un cajón para atender a la demanda más inmediata; y luego ya volveremos. Eso es una disociación natural que hacemos todos para sobrevivir».
Como se ha dicho, esto es una actitud adaptativa, necesaria. La disociación se vuelve un problema cuando se cronifica. ¿En qué casos sucede esto? «Hay personas que, por no poder procesar un impacto emocional, quedan disociadas de forma cronificada. Cuando esto sucede, esa persona no puede conectar con su dolor. Y es claramente un problema: si el dolor no existe, no lo voy a poder procesar. Esto les pasa mucho a personas que han atravesado eventos traumáticos en la infancia o en la adolescencia, eventos que no son capaces de ni recordar de manera completa; olvidan parte del evento traumático o hablan de ello con una racionalidad extrema», comenta la psicóloga asegurando que, en ocasiones, llega a resultar incomprensible la falta de emocionalidad con la que el afectado describe los hechos, adoptando un rol de observador externo y no el de protagonista. «Es como si, en vez de a ellos, le hubiera pasado a otro en una película», recalca. Sin embargo, la disociación no es un evento tan común como se expone en redes sociales.
Visión borrosa: cuando las preocupaciones nublan, literalmente, la vista
El sistema parasimpático es el encargado de, en situaciones de inminente peligro, ponernos a punto para huir o pelear. Ya saben: acelerar el corazón, dilatar los vasos sanguíneos, detener momentáneamente la digestión, etcétera. También puede provocarnos lo que conocemos como visión en túnel. Literalmente, perdemos visión periférica con el objetivo de tirar hacia adelante sin distracciones. «La sensación es de que no ves nada hacia los lados, que no puedes calibrar otros elementos que están alrededor del objetivo que tú necesitas. Nos centramos y dirigimos al objetivo. Nos hace ir, por así decirlo, muy rectos y no podemos estar valorando, ni gestionando ni controlando las variables moduladoras del entorno. Por eso lo llamamos visión túnel, porque el campo cognitivo se reduce a una línea», explica Palma.
Pero tranquilo, no te está dando un ictus —los síntomas de un ictus son otros— ni estás teniendo un brote epiléptico. Simplemente, la ansiedad es capaz de provocar esta reacción fisiológica, al igual que es capaz de acelerar nuestro corazón sin motivo aparente. «La visión borrosa un síntoma, a diferencia de los anteriores, más fisiológico. Provoca que no veamos de forma clara el entorno en el que nos movemos, movemos la cabeza y vemos todo nublado. Con la visión borrosa, nos sentimos perdidos, percibimos falta de control y de gestión. Algo que no ocurre con la visión en túnel», puntualiza la especialista.
De nuevo, hay que resaltar la importancia de descartar cualquier otro problema. Una hiperglucemia, por poner un ejemplo cualquiera, puede provocar también problemas de visión borrosa. Pero descartada una causa orgánica, de nuevo sospechen de su cerebro. «Nuestro cerebro es muy complejo y es capaz de provocar en nosotros sensaciones sorprendentes. La relación entre sus neurotransmisores, sus hormonas, sus vías y sus orgánulos es muy compleja. El cortisol, que se altera por el estrés, va a incidir en el resto de hormonas y neurotransmisores. Esa máquina de pensar, sentir, percibir y procesar funciona con esas sustancias. Cuando alguna hormona o neurotransmisor se estropea, hay que ver qué está pasando».
Fugas disociativas: ¿me han abducido los extraterrestres?
Muchísimo menos común e infinitamente más preocupantes son las fugas disociativas. Seguramente nunca las han padecido, pero merece la pena mencionarlas por lo extraordinario del fenómeno y porque da a entender hasta qué punto nuestro cerebro es capaz de jugarnos una mala pasada. ¿Saben cuando cogen por la mañana su coche y, como quien no quiere la cosa, llegan al trabajo?, ¿esa sensación de haber llegado en piloto automático? A casi todos nos ha pasado esto. Desde luego, el estrés puede hacer que esta sensación de «¿cómo he llegado hasta aquí?» se acentúe, pero las fugas disociativas son harina de otro costal. Atención a uno de los eventos más fascinantes que puede provocar un cerebro humano.
«Hablamos sin duda de eventos muy curiosos. Debido a una fuga disociativa, una persona aparece en un sitio muy lejano, un lugar en el que no debería estar, y no sabe cómo ha llegado allí. Existe una verdadera pérdida de memoria del proceso y de la intención que le ha llevado allí. A veces, también está asociado a algún trastorno más grave y, normalmente, las personas se asustan un montón», comenta Carol Palma, que insiste en diferenciarlo de esos automatismos por los que llegamos al trabajo sin apenas darnos cuenta del camino, nada tiene que ver con las fugas disociativas. «Tú has llegado a tu trabajo porque cada día vas a tu trabajo, pero si un día apareces en Figueres y no sabes cómo has llegado allí y tendrías que estar en tu oficina en Barcelona. De hecho, hay gente que lo resignifica y dice que los extraterrestres los han abducido en una carretera y lo han dejado en otro sitio», explica la psicóloga. La fuga disociativa, por extraña que sea, es algo más común que los secuestros perpetrados por extraterrestres.