Los efectos del enero seco: «Beber alcohol, aunque sea poco, intoxica el cuerpo de forma constante»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Muchas personas participan del «enero seco», un evento que consiste en no beber alcohol durante todo el mes.
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Cada año, miles de personas se suman al desafío del «enero seco» y reportan beneficios como la pérdida de peso o un sueño más reparador, pero ¿realmente se logra todo esto en solo un mes?, ¿qué pasa cuando volvemos a beber?

05 ene 2024 . Actualizado a las 14:07 h.

El enero seco es una iniciativa que consiste en no beber alcohol durante todo este mes. Popularizado a través de las redes sociales en los últimos años, el movimiento surgió a comienzos del 2011, cuando la británica Emily Robinson decidió abandonar la bebida en preparación para una media maratón. Para cuando el mes de enero llegó a su fin, la mujer había experimentado una serie de cambios que, al menos en parte, le atribuyó a su ruptura con el alcohol: bajó de peso, notó que dormía mejor y que tenía más energía al correr.

A más de una década de ese inicio, el enero seco se ha convertido en una tendencia con cada vez más adeptos. La organización británica Alcohol Change, que organiza el evento, contabilizó 175.000 participantes en el 2023 y, según datos de la American Association for Cancer Research, más del 15 % de los adultos en Estados Unidos se suman al desafío cada año. Pero ¿cuáles son, exactamente, los beneficios de un mes sin alcohol? Los analizamos desde una perspectiva médica.

Por qué hacerlo

Es tentador empezar este apartado hablando de todos los riesgos y las consecuencias negativas asociadas al consumo de alcohol. Después de todo, la lista es larga. Ni siquiera hay que mencionar la cirrosis. Basta con recitar la lista de los tipos de cáncer que tienen una relación comprobada con la bebida: de cavidad oral, de faringe, de laringe, de esófago, de mama, de hígado y colorrectal. No por nada la Agencia Internacional para la Investigación sobre Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) ha clasificado las bebidas alcohólicas como carcinógenos, esto es, sustancias que pueden causar o promover el desarrollo del cáncer en humanos.

Pero en el caso del enero seco, la organización Alcohol Change recomienda enfocarse en los beneficios de adherirse a este reto. «Una investigación del 2018 dirigida por el Royal Free Hospital y publicada en la revista British Medical Journal halló que un mes sin beber regula la presión arterial, reduce el riesgo de diabetes, disminuye el colesterol y reduce los niveles de proteínas asociadas con el cáncer en la sangre», sostienen desde la entidad.

Eso no es todo. «La verdadera magia sucede después del enero seco. Esta es una oportunidad para que las personas tengan un consumo más consciente a lo largo del año. Un estudio realizado por la Universidad de Sussex halló que a seis meses de haber completado el desafío, un 70 % de los participantes siguen teniendo conductas más saludables que antes con respecto al alcohol. Además, sus niveles de bienestar general han aumentado», explican.

Incluso, son muchas las personas que reportan haber mejorado la calidad de su sueño tras dejar de beber durante todo el mes. «El consumo de alcohol de forma sostenida, aunque sea poco, no deja de ser una manera de intoxicar el cuerpo de forma constante. Interrumpe el sueño normal, interfiere en el metabolismo y causa síntomas de los que podemos no ser ni siquiera conscientes. El hecho de que uno se encuentre mejor cuando deja de consumir es la comprobación de que, efectivamente, había un problema de salud, aunque fuera leve, detrás de él», explica Ignacio Novo, coordinador del Grupo de Alcohol y Otras Drogas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y médico internista en el Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (CHUS).

¿Cómo es posible obtener tantos beneficios con solo un mes de abstinencia? Desde Alcohol Change apuntan al aspecto social y psicológico de la bebida. «Estar libres de alcohol durante 31 días nos muestra que no necesitamos beber para divertirnos, relajarnos o socializar. Nos ayuda a adquirir las habilidades que necesitamos para no usar la bebida y sentirnos mejor. Esto quiere decir que durante el resto del año estaremos mejor preparados para tomar las decisiones correctas en cuanto a cuándo y cuánto beber, para evitar caer en un consumo excesivo», señalan.

Así actúa el alcohol en el cuerpo

Como depresor del sistema nervioso central, el alcohol inhibe la activación, lo que se traduce en la pérdida de los reflejos y en una postura más relajada, incluso al andar. En pocos minutos, los pensamientos y los procesos cognitivos se vuelven más lentos, se reduce el ritmo cardíaco y la respiración. Pero al mismo tiempo, el alcohol incrementa los niveles de dopamina en el cerebro, provocando esa sensación ilusoria de bienestar que asociamos a su consumo.

«Hay que diferenciar dos tipos de daño en cuanto a la toxicidad neurológica por consumo de alcohol. Uno es el daño agudo por la intoxicación puntual, que podría minimizarse no consumiendo, y otra cosa es el daño crónico causado por la adicción, en esos casos, el suspender el consumo de alcohol de forma brusca y sin pedir ayuda puede causar un mayor problema, porque puede haber síndrome de abstinencia», señala Novo.

Cuando llega al hígado, el alcohol debe ser metabolizado. De manera general, este órgano tiene la capacidad de procesar unos 30 mililitros por hora, lo que significa que, si excedemos esa cifra, aumentará rápidamente la cantidad de alcohol en la sangre. Hay que tener en cuenta que, si bien los efectos de una copa se empiezan a sentir enseguida, el pico máximo de alcohol en sangre sucede entre 40 y 90 minutos después de haber bebido.

«A nivel interno, el daño al hígado es el efecto más conocido, así como el daño al tubo digestivo y al corazón. Esto, hasta cierto punto, puede ser reversible en personas que tienen un consumo importante de alcohol, pero se requiere un cese del consumo de forma definitiva», apunta el doctor Novo.

«No es dejar de beber un mes y entonces poder volver a beber libremente porque ya estamos libres de pecado. No funciona así. Hay estudios publicados sobre esto y, por ejemplo, en pacientes que tienen fibrilación auricular, con arritmia cardíaca, el cese en cualquier cantidad de consumo de alcohol hizo que tuvieran menos episodios. Pero para esto el cese tiene que ser permanente», insiste el especialista.

Los estudios que vinculan el consumo de alcohol con distintos tipos de cáncer son numerosos. El más reciente fue publicado en la prestigiosa revista The New England Journal of Medicine y señala que el principal mecanismo por el que el alcohol lleva al desarrollo de tumores es que, «al ingerirlo, el etanol se oxida convirtiéndose en acetaldehído. La exposición a niveles elevados de acetato, un potente metabolito genotóxico, es un gran determinante de la carcinogénesis relacionada con el alcohol».

Como detalla el estudio, el acetaldehído, producto de metabolizar el alcohol, incluso en bajas concentraciones induce cambios en la microbiota oral, daña el ADN, causando mutaciones, y altera la composición de la microbiota intestinal, desencadenando un estado de inflamación sistémica que incrementa el riesgo de cáncer. «En el cáncer orofaríngeo, digestivo y de hígado, entre otros, se vio una relación directa con casi cualquier tipo de consumo de forma crónica. Con cantidades pequeñas también hay riesgo», observa Novo, reseñando esta investigación.

Por último, pero no menos importante, cabe señalar que, a nivel nutricional, el alcohol representa una bomba de calorías vacías. Por ejemplo, dos copas de vino de 125 mililitros cada una incorporan un total de 228 calorías, mientras que dos latas de cerveza de 500 mililitros con un 4 % de alcohol aportan 364 calorías. Una unidad de licor, suponiendo que su contenido en alcohol sea del 40 %, contiene unas 61 calorías.

Consejos para el enero seco

Si te estás planteando hacer la prueba y dejar de beber alcohol durante un tiempo, lo primero que debes hacer es pensar en cómo bebes. «Diferenciaría el consumo social del patológico. A veces las dos cosas se juntan y uno no sabe que tiene un verdadero problema de adicción hasta que no consulta», señala Novo.

«Dejar de beber alcohol para una persona que tiene un consumo muy puntual en celebraciones o comidas puede ser relativamente sencillo, simplemente habrá que sustituirlo, en esas situaciones, por una bebida sin alcohol, y hoy en día hay hasta ginebra sin alcohol. Eso es fácil. Pero si uno no deja de asociar el consumo de esas bebidas con esos momentos de felicidad social, es difícil. Es importante, por lo tanto, tener la convicción personal de que eso no está aportando más que un deterioro para la salud», asegura.

En otros casos, puede ser necesario acudir al médico. «Lo primero es darse cuenta de que uno puede tener síntomas de adicción, un impulso irrefrenable de beber alcohol de forma compulsiva, que a veces está presente en gente joven y sana sin otros problemas. En segundo lugar, descartar que esa persona al dejar de beber no vaya a tener síntomas de abstinencia: temblores, dolor de cabeza, convulsiones, bajo estado de consciencia. En esos casos, dejar de consumir alcohol requiere tratamiento médico y supervisión, a veces, incluso, un ingreso hospitalario», advierte Novo.

«Si uno tiene la mínima duda, o consume de forma diaria más de tres bebidas, yo recomendaría que lo consultara con su médico», insiste el experto.

Cuando se deja de beber, uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta es qué hacer en aquellas situaciones en las que, normalmente, beberíamos. Los expertos recomiendan en este sentido hacer un plan de antemano para que esos momentos no nos tomen desprevenidos. Decidir qué vamos a pedir en el bar, o contactar antes del evento con alguna persona cercana a la que podamos pedir ayuda para distraernos si nos surge el impulso de beber son algunas claves.

Otro consejo que ofrecen desde la asociación Alcohol Change es mantener una mentalidad positiva. En lugar de pensar que estamos renunciando a algo divertido y agradable, es importante verlo como algo que nos va a traer beneficios. No se trata solo de reducir el riesgo de cáncer. Si saber que un par de cervezas aportan cerca de 400 calorías no es suficiente, puedes calcular cuánto dinero estás ahorrando al no pedirlas. Por último, como señala Novo, es fundamental tener claro el por qué dejamos de beber. Esta es la motivación que nos va a ayudar a erradicar ese hábito.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.