Carla Méndez, experta en microbiota: «Estamos acostumbrados al café por la mañana, pero lo primero que debemos tomar es un gran vaso de agua»

VIDA SALUDABLE

La especialista explica las claves para eliminar la inflamación crónica y potenciar la reparación celular con una alimentación enfocada en las frutas y verduras frescas
28 may 2024 . Actualizado a las 17:55 h.Carla Méndez Losi sabe lo que es sufrir dolor crónico. Su propia experiencia personal ha dado un giro radical a su profesión. «Atravesar el tratamiento contra el cáncer de mama y sufrir muchos síntomas crónicos me hizo buscar alternativas que ayudaran a mi cuerpo a repararse, buscar que mi sistema inmunitario funcionara mejor». Hasta ese momento ejercía como bióloga molecular, pero a partir de ahí, se especializó en epigenética y microbiota. Su objetivo es divulgar cómo eliminar la inflamación crónica y potenciar la reparación celular. Acaba de publicar Despídete del dolor (Zenith, 2024).
—Asegura en el libro que el dolor que sentimos tiene un objetivo.
—Sí, el dolor es una señal que nuestro cuerpo nos está enviando para decirnos algo, que debemos hacer cambios. Hemos pensado todo lo contrario, que es algo malo, pero queremos tener dolor. Es esa campana, esa señal, que nos manda nuestro cuerpo para avisarnos de que no nos estamos alimentando de la forma correcta o que sufrimos mucho estrés. Porque hay algo muy interesante: nuestras células están codificadas en su ADN para repararse al cien por cien, pero todas las cosas que hacemos en nuestro día a día, le impiden repararse.
—¿Las mujeres lo sufrimos más?
—A nivel estadístico, al menos hay el doble de prevalencia de dolor en las mujeres que en los hombres. Eso quiere decir que al menos por cada hombre con dolor, hay dos mujeres.
—¿Por qué?
—Tenemos más dolor en nuestro cuerpo a raíz de diferentes circunstancias. Por ejemplo, nuestras hormonas, nuestro ritmo infradiano...
—¿Ritmo infradiano?
—Sí, no es lo mismo que el circadiano. Al tener el período, las diferentes fases de nuestro ciclo, hace que tengamos fluctuaciones de hormonas y estas provocan que percibamos el dolor de una manera diferente. Nuestro cerebro funciona de forma diferente también y es una maravilla. Estamos hablando de hormonas, de nuestra mente, de nuestro cerebro. Pero también existe otra circunstancia, las mujeres desde muy pequeñas estamos en contacto con una carga tóxica mayor.
—¿Cuál?
—Hablamos de los productos de higiene íntima, del maquillaje, del esmalte de uñas, muchas cosas. También la contaminación que tenemos en casa o en la ciudad.
—En el libro presenta un método antidolor. Uno de los pilares es el que estaba comentando ahora, la eliminación de toxinas de nuestro entorno. Puede resultar un poco complicado si nos paramos a pensar en todas las que están presentes en nuestro día a día...
—Siempre aconsejo que la reducción de la carga tóxica se realice paso a paso. Lejos de agobiarnos lo que tenemos que tomar son decisiones. Podemos empezar por lo más básico, nuestro aseo personal. Podemos cambiar una pasta de dientes que tenga menos procesados y que no tenga flúor; nuestro desodorante por uno que tenga menos metales pesados, fragancias ni perfumes; nuestro perfume por aceites esenciales. Pero todo eso lo podemos hacer de forma progresiva. No se trata de volver a la prehistoria, sino de ir paso a paso.
—¿Qué es la inflamación?
—La inflamación es una respuesta de tu cuerpo ante un daño. Y este puede ser una quemadura, un golpe, una infección o incluso un daño emocional. Esa inflamación va a generar una serie de reacciones, entre ellas el dolor, pero también hinchazón, retención de líquidos, quemazón, que van a atraer a tu sistema inmune para que repare todo lo que ha sido dañado en ese momento y tú vuelvas al estado normal. El problema de la inflamación es que debería de ocurrir e irse rápidamente. ¿Pero qué sucede ahora mismo? Que la inflamación perdura más de tres meses y se vuelve crónica.
—Se interpreta que esa inflamación crónica no trae nada bueno a nuestro organismo...
—Efectivamente. Ahí es donde nuestros órganos empiezan a estar mucho más lentos y donde empiezan a aparecer los síntomas que tanto vemos: dolores de cabeza cronificados durante décadas, de regla, artritis, etcétera.
—¿Qué papel tiene la dieta en la lucha contra la inflamación?
—Me encanta decir que si hay algo que podemos cambiar para corregir esa inflamación es nuestra alimentación. Podemos eliminar alimentos que han demostrado que generan inflamación, como los ultraprocesados. Debemos comer más alimentos que sean lo menos procesados posibles. Hablamos de más frutas y verduras. Introducir alimentos que nos dice la ciencia que tienen la mayor cantidad de antioxidantes y antiinflamatorios naturales que nuestro cuerpo sabe entender y lo va utilizar para poder reducir la inflamación de manera natural.

—Los carbohidratos, ¿enemigos o aliados en este cambio de alimentación?
—Los carbohidratos, hay que diferenciar entre los naturales y los procesados. En realidad son maravillosos porque es el único alimento que da energía a nuestra microbiota; un órgano extrahumano que vive en nuestro intestino y que genera compuestos antiinflamatorios si les damos carbohidratos. Estamos hablando de la fruta, verdura, legumbres y cereales de grano entero. En cambio, las harinas refinadas, provocan inflamación. Si añadimos los conservantes, siropes de fructosa y azúcares procesados que llevan este tipo de alimentos… Todo eso ya ni siquiera nuestro cuerpo y microbiota lo entiende y se genera inflamación.
—¿Qué es la disbiosis?
—La disbiosis nos avisa de que no hay balance en esa microbiota, en esa unión de microorganismos como virus, parásitos y bacterias. Cuando empezamos a sufrir estrés, ya sea porque no estamos comiendo la comida nutritiva, porque tenemos mucha toxicidad en el cuerpo, vivimos en un ambiente tóxico o estresante, perdemos ese equilibrio. Es lo que se conoce como disbiosis. Empiezan a crecer más parásitos y virus que empiezan a inflamar mucho más al cuerpo.
—¿Podemos sentir de alguna manera que sufrimos disbiosis?
—Lo primero que podemos observar a nivel digestivo es, por ejemplo, que tengamos reflujo gástrico o la lengua blanca. Si padecemos el primero, podemos tener un sobrecrecimiento de helicobacter pylori, eso ya indica disbiosis. Podemos tener mucha acidez, diarrea, estreñimiento. A nivel de digestivo, incluso hinchazón abdominal. Pero también lo podemos observar si vamos a hacer ejercicio y nos empieza a picar todo el cuerpo. Cuando nos sentimos deprimidos y tenemos ataques de pánico. Tiene mucho que ver nuestra microbiota con nuestro sistema nervioso central y emociones. Cada vez que hay un desbalance de nuestra microbiota podemos observar cómo afecta a nuestro cuerpo, con algún dolor o alguna inflamación en el resto de los órganos.
—Para controlar ese balance en nuestra microbiota, ¿recomendarías tomar probióticos en cápsulas?
—Si no existe un cambio de alimentación previo, el funcionamiento del probiótico se vuelve inefectivo. Es como querer tener una solución rápida a un problema sin haber trabajado la parte de la raíz. El probiótico original viene de los alimentos crudos. Estas bacterias que están alrededor de la manzana, de una remolacha, o de una zanahoria, es el probiótico que queremos estar comiendo de los vegetales crudos.
—¿Es normal que no nos sienten bien los lácteos?
—Sí. El 70 % de la población humana es intolerante a la lactosa. No es una condición médica, es una condición natural. Sucede con todos los animales mamíferos y nosotros, al final, también lo somos. Hay personas que tienen una mutación que hace que puedan tolerar de adultos la lactosa, pero no sucede para la mayoría porque la leche es un alimento diseñado para los pequeños. Ya seas un ternero o un bebé humano. Lo que sucede es que, tal vez antes, los lácteos eran utilizados como un alimento de supervivencia cuando no había disponibilidad de otras comidas. Gracias a esa tolerancia, nosotros pudimos sobrevivir en algunas poblaciones.
—¿Como humanos no la toleramos bien?
—A día de hoy estamos intoxicados. Después de los 20 años, no obtenemos la producción enzimática de lactasa en nuestro sistema digestivo. Esa mala digestión empieza a generar disbiosis, desbalance de otras bacterias que empiezan a «comer» cosas que no deberían. Ahí es donde vemos a estas personas que tienen la típica barriga de embarazada, empiezan a tener inflamaciones e incluso tienen migrañas.

—¿Cómo sería una mañana antiinflamatoria ideal?
—Lo principal son las estrategias que van a hidratar el cuerpo. El protocolo de la mañana antiinflamatoria básicamente aborda el primer problema que tienen las mujeres con dolor o síntomas crónicos, que es estar deshidratada. Hablamos de ingerir más frutas, que tienen un alto componente de agua, y hablamos de hojas verdes, que también lo tienen. En el momento en el que nosotras cocinamos esa fruta o esa verdura, básicamente perdemos la composición eléctrica de esos electrolitos que necesitamos o de esa agua que vamos a beber.
Todos estamos muy acostumbrados a tomarnos el café a primera hora, pero lo primero que tenemos que tomarnos es un vaso grande agua. Puede llevar aloe vera si tenemos problemas digestivos, puede llevar un poco de limón si lo toleramos. Pero básicamente, hay que beber agua.
—¿Cuándo debemos comer la fruta?
—La gente lo suele dejar como postre, pero si empezamos nuestro día con fruta ya le estamos dando a nuestro cerebro glucosa para que se nos quiten los antojos por la tarde. Nos está, por así decirlo, hidratando. Pero hay muchas estrategias. Una de ellas, los zumos de verduras. Básicamente si unes pepinos, jengibres, cúrcuma, apio, hinojo… Todas contienen mucha agua y componentes antiinflamatorios.
—El último pilar de tu método antidolor: la elevación emocional.
—No podemos superar el dolor y la inflamación si no miramos hacia adentro y no sanamos nuestras emociones. Lo primero que tenemos que hacer es identificar aquellas que nos hacen caer. Suele tener que ver con la vergüenza, el miedo, frustración, ansiedad… Por los traumas que hemos tenido en nuestra vida. Yo los tuve, seguramente tú los tienes y todas las personas los tienen. La única forma de sanar a nivel emocional es darle voz a las emociones que eran tóxicas. Una vez que lo hemos sacado y sabemos de dónde viene ese problema, la elevación emocional básicamente consiste en sentir emociones elevadas. Estas se resumen en tres: sentir gratitud por lo que nos pasa y nos ha pasado, sentir amor pleno y perdonar. Si empezamos a sentir amor, abrazamos más y estamos más en contacto con las personas, ya nuestra señal neuronal empieza a mandar señales al cuerpo de desinflamarse.