¿Existe el bronceado saludable?: «Es un mito que si es progresivo y lento no es dañino para la piel»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Varias personas toman el sol en la playa de Salinas (Asturias),
Varias personas toman el sol en la playa de Salinas (Asturias), Paco Paredes | EFE

Los expertos explican cómo tomar el sol en verano de manera segura y cómo podemos detectar si un lunar es maligno

03 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En los meses de verano, lucir una piel morena pasa a ser prioritario para muchas personas. El tono dorado delata que hemos estado en la playa y le da al cuerpo ese toque de brillo que resalta los músculos, el secreto de los culturistas para una apariencia tonificada al máximo. Pero detrás de ese aspecto luminoso se oculta el daño que la radiación solar le inflige a las diferentes capas de la piel. Estos efectos negativos se van acumulando con el paso del tiempo, de modo que no se trata solo del corto plazo, sino de las exposiciones reiteradas al sol a lo largo del verano, durante años. Entonces, ¿se puede hablar de bronceado saludable? ¿Es posible tomar el sol de manera segura en verano? Lo analizamos junto a los expertos.

Lo que el sol le hace a tu piel

Hay dos maneras de adquirir un tono dorado en la piel. Están, por un lado, los bronceados por rayos solares o por lámparas artificiales, y luego aquellos que se generan por la aplicación de tintes autobronceantes. Desde un punto de vista dermatológico, la evidencia es clara y contundente: no existe ningún bronceado solar que se pueda considerar seguro o saludable. 

«Todos los que sean generados por radiación solar o de salón van a conllevar una exposición del organismo a la radiación y entonces este se va a defender. Hay efectos que derivan de esa defensa. El primero es el bronceado, la pigmentación que protege a la piel como un escudo y permite que entre menos radiación. Pero aún así, sigue entrando la radiación. Por eso, a nivel científico y dermatológico, no hay un bronceado saludable, porque la pigmentación es una respuesta biológica a una agresión», explica el doctor Josep González Castro, dermatólogo y miembro del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (Gedet) de la Academia Española de Venereología y Dermatología (AEDV).

A corto plazo, esto se traduce en las reconocidas quemaduras que dejan la piel enrojecida y reseca. Pero, cuando tomamos el sol de manera reiterada a lo largo de años, la acumulación del daño puede causar problemas más graves, porque altera nuestros genes. «Exponerse al sol produce mutaciones en la piel y no es algo que tenga utilidad salvo para la síntesis de vitamina D, que se puede conseguir con una exposición de diez minutos al día en brazos y piernas. Pero para conseguir un bronceado siempre estás perjudicando a la piel», señala la dermatóloga Cristina Ciudad. «El sol produce mutaciones aunque no te quemes, las induce dañando el ADN. A largo plazo, favorece al cáncer de piel y el daño estético. También produce elastosis, que es un estado en el que la piel se hace más finita a medio o largo plazo», detalla la experta.

Los riesgos de la radiación

La radiación ultravioleta que emite el sol es de dos tipos, A y B. «La B es la que pone roja la piel y la quema, y la A es la que broncea. Los protectores solares protegen de forma más eficiente frente a la radiación ultravioleta B, pero la A es la que se relaciona con el envejecimiento prematuro de la piel. La radiación ultravioleta A produce la pigmentación y el problema es que esto se relaciona con la aparición de las manchas, las arrugas, la pérdida de luminosidad en la piel, el aumento del riesgo de cáncer, tanto del melanoma como del carcinoma», advierte el doctor González.

Esta es la razón por la que el bronceado artificial con lámparas implica también un riesgo: este método utiliza radiación tipo A, que no quema la piel de manera inmediata, pero que la expone igualmente a mutaciones genéticas. «En los salones de bronceado la piel no se pone roja, pero se produce un envejecimiento prematuro y aumenta el riesgo de cáncer», observa el experto.

Mitos y leyendas

Si bien el bronceado funciona como una especie de escudo que produce el cuerpo para defenderse de la radiación, esto no significa que una piel bronceada esté a salvo de sufrir problemas. Al contrario, como hemos visto, el bronceado es, de por sí, causado por un daño a la piel. En este sentido, el doctor González señala que es falso que esa pigmentación sea protección suficiente. «Es un mito que un bronceado progresivo y lento no es dañino para la piel. Si hay un bronceado, aunque sea muy paulatino, eso significa que previamente ha habido un daño. Dermatológicamente, no es saludable y puede provocar problemas de salud», aclara el experto.

«Otro mito es que los ultravioletas de salón no son dañinos para la piel. Sí que lo son», advierte González. «Si quieres el efecto de un bronceado, prueba un autobronceador, que no tiene ningún peligro, pero ten en cuenta que los autobronceadores no protegen del sol, aunque pueden dar ese color», sugiere la doctora Ciudad.

En cuanto a los llamados protectores solares orales, no son otra cosa que antioxidantes que podemos utilizar como un apoyo para nuestra protección tópica, pero no son en ningún caso suficientes para evitar que los rayos UV causen daño a la piel. «A los antioxidantes se les llama la fotoprotección secundaria. Después de la protección física o química de la piel a nivel tópico, el segundo paso es este. Hablamos de medicamentos que damos a nivel oral y que son antioxidantes con principios activos demostrados. Una vez que los rayos ultravioletas han producido una oxidación de la piel, que es la que conlleva el envejecimiento o las manchas de la piel, los antioxidantes van a proteger de la oxidación causada por esos ultravioleta», explica el experto.

Cómo disfrutar del sol de manera segura

Aprovechar al máximo los días de sol de verano no significa que haya que quemarse la piel. Por supuesto, la herramienta más importante para protegernos frente a los daños de la radiación es la crema solar. Pero aunque sabemos que debemos aplicarla, muchas veces, no la usamos de forma correcta o en una cantidad suficiente. «Tiene que ser un protector solar de calidad, de farmacia, que lleve las sustancias adecuadas y en buenas proporciones. Hay que aplicar una capa generosa en la piel y hay que ocupar toda la piel del cuerpo. No solamente la cara, sino también el tronco, el escote, los hombros, la espalda, el abdomen, las manos y las piernas», explica en este sentido González.

«La recomendación es usar una crema de factor 50, renovarla al menos cada dos horas y de manera abundante», apunta Ciudad. La cantidad necesaria para proteger adecuadamente el rostro es equivalente al tamaño de una moneda de cinco céntimos, o bien, el largo de dos dedos. Si el protector es en espray, debemos aplicarlo hasta que aparezca una película brillante en la piel.

Para el cuerpo, si es una loción o crema fluida, el equivalente a una cucharada es suficiente para ambos brazos, mientras que cada pierna requiere una cucharada completa, una cucharada para la espalda y otra para la parte delantera del torso. Y dado que la mayoría de las personas no aplican suficiente protector solar, en caso de duda, es mejor que sobre y no que falte.

Tampoco debemos descuidar la zona del cuero cabelludo y las orejas, que suele quemarse y puede sufrir más debido a la exposición. Para protegerla, las gorras de colores oscuros son el elemento más útil, ya que las tonalidades claras no son tan efectivas para impedir el paso de la radiación.

Por otro lado, conviene evitar las horas de mayor intensidad de radiación solar. Es preferible ir a la playa a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde.

«Ya solo por el hecho de tomar el sol y bañarse, la piel se reseca mucho. Por eso se recomienda hidratar con una crema antes y después de la exposición solar. Y ojo con el retinol. Si lo estás usando es más fácil tener una quemadura, porque adelgaza un poquito la piel y se generan más manchas y pigmentación. Si los utilizas en verano y no te proteges bien, puedes ver ese efecto rebote», indica Ciudad. Además, señala González, «una piel hidratada tiene, de forma natural, un grado mayor de resistencia a los efectos dañinos del sol y se oxida menos. Cuanto más hidratada esté la piel, más protegida estará».

Cuándo preocuparse

Si nos hemos expuesto al sol durante años, es importante acudir a una revisión con un dermatólogo para revisar los lunares y las manchas presentes en la piel. Aunque no todas son peligrosas, los expertos pueden examinarlas y llevar un control adecuado. «Ante cualquier lesión nueva o cambio en los lunares es importante ir al dermatólogo a revisarlo. Incluso ir a hacerse una evaluación con un dermatólogo puede servir para que el especialista nos indique qué tipo de piel tenemos y cómo protegernos del sol en función de eso», indica González.

«Un posible cáncer cutáneo se puede advertir siguiendo la regla ABCDE, que significa asimetría, borde, color, diámetro y evolución. Es un lunar muy asimétrico, o que tiene unos bordes irregulares, que tiene varios colores, que mide más de un centímetro y que va creciendo rápido. Eso es motivo de consulta. Otros motivos por los que hay que acudir son lesiones que sangren o heridas que no acaben de curar, sobre todo en la cara, que es donde más frecuentemente se presentan», explica Ciudad.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.