Por qué los nacidos en la Segunda Guerra Mundial sufrieron menos enfermedades que las generaciones posteriores

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Un tendero de Reino Unido cancela el cupón del libro de racionamiento de una ama de casa.
United States Office of War Information - Overseas Picture Division

Un nuevo estudio publicado en «Science» apunta a que la restricción de azúcar llevada a cabo en esa época por las cartillas de racionamiento derivó en una menor incidencia de diabetes e hipertensión en esos adultos

04 nov 2024 . Actualizado a las 16:42 h.

Los bebés tienen preferencia por el sabor dulce, pero las recomendaciones dietéticas actuales confirman que no deben consumir azúcares añadidos. Así, el Comité de Nutrición de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (Espghan) aconseja que la ingesta se limite a menos del 5 % de la ingesta energética para niños y adolescentes (de 2 a 18 años), pero recalca que en el caso de bebés y niños menores de dos años debe ser incluso sea menor. Los estudios científicos llevados a cabo hasta ahora reafirman cada vez más esta recomendación. El último se ha publicado en la revista Science y resulta curioso porque aprovecha los datos del racionamiento de azúcar que se implantó en el Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial: todos los bebés que se sometieron a esa medida redujeron su riesgo de contraer varias enfermedades crónicas en la edad adulta. 

Los investigadores de la Universidad del Sur de California, en Estados Unidos, analizaron si los descendientes de madres que sufrieron una restricción de azúcar durante la posguerra de la Segunda Guerra Mundial tenían un menor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 e hipertensión en comparación con los descendientes que nacieron tras ese período de restricción. Y después de analizar a más de 60.000 personas, los resultados mostraron que, además de disminuir el riesgo de sufrir estas enfermedades crónicas, si estas llegaban a darse lo hacían más tarde: en el caso de la diabetes tipo 2, una media de dos años; en la hipertensión, cuatro. 

«Estos hallazgos parecen indican que limitar la ingesta de azúcar simple y sus derivados en la infancia podría prevenir o retrasar de alguna manera el desarrollo de problemas de salud crónicos», afirma Jesús Francisco García-Gavilán, investigador en CIBERobn y profesor asociado de la Universidad Rovira i Virgili, a Science Media Center. 

Rafael Urrialde de Andrés, profesor de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid, explica en Science Media Center: «Aunque no exista una causalidad directa demostrada entre la restricción de azúcar durante los primeros 1.000 días y la reducción de prevalencia de diabetes e hipertensión, lo que sí se ha visto es que esta restricción, no solo con azúcar añadido sino también con los libres, ejerce un efecto positivo sobre la reducción del sobrepeso y obesidad infanto-juvenil y la posterior aparición de determinadas patologías ligadas tanto al sobrepeso como a la obesidad». 

Con todo, ambos expertos remarcan las limitaciones del estudio. García-Gavilán menciona que solo se consideró personas nacidas en Reino Unido y que los datos de salud utilizados fueron autorreportados. «También que hace referencia a personas que nacieron entre los años 1951 y 1956, donde el tipo y disponibilidad de productos ultraprocesados podría ser muy diferente a la actual», amplía. 

«Debe quedar claro que, si existe correlación, en este tipo no significa causalidad. Lo que sí permite es sentar bases para otros estudios y posteriormente a partir de revisiones sistemáticas o metaanálisis poder llegar a conclusiones más sólidas, pues en muchos casos en los estudios observacionales pueden existir otras variables que pueden distorsionar los resultados o conclusiones», comenta Urrialde.

Las recomendaciones actuales para lactantes y niños de corta edad

Hoy en día, las recomendaciones son reducir al máximo la adición de azúcar y el consumo de azúcares libres en los lactantes y niños de corta edad (de cero a tres años de vida). La Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica destaca que, siempre que sea posible, debe consumirse en su forma natural a través de lactancia materna, leche y productos lácteos sin azúcar (como un yogur natural). 

«No solo hay que tener en cuenta el azúcar que se adiciona a los productos alimenticios, sino también los azúcares libres. Es decir, el que se aporta a través de determinados productos alimenticios. Por ejemplo, en el caso de la frutas, mejor que sea a través de piezas enteras y no zumos porque su digestibilidad es más lenta y su absorción también, lo que implica un menor índice glicémico», indica Urrialde. 

El abecé de los azúcares

  • Se habla de «azúcares añadidos» cuando nos referimos a los refinados que se utilizan en la preparación de los alimentos y como azúcar de mesa.
  • Los «azúcares libres» incluyen los añadidos y aquellos que están presentes naturalmente en la miel, el almíbar, zumos de frutas y verduras y los concentrados de zumo.
  • Los «azúcares totales» son todos los que están presentes en la dieta, incluidos los presentes de forma natural en frutas, verduras y leche. 

Preferencias innatas y aprendizaje del sabor 

Los recién nacidos prefieren las soluciones dulces al agua. De hecho, la leche materna tiene este sabor. Pero además, expone al bebé a diferentes sabores y aromas, dependiendo de la dieta que lleve a cabo la madre. Y en el caso de aquellos que son alimentados con leche de fórmula, en esta predomina el sabor dulce. Por eso, la aceptación de los sabores básicos durante el período de alimentación complementaria puede ser diferente en niños amamantados que en los alimentados con fórmula, según la Espghan. 

De esta forma, la elección y preferencias de los alimentos no solo están influenciadas por la genética, también por la disponibilidad de alimentos e influencias culturales. Sin embargo, «los pequeños también capacidad de aprender y esta preferencia innata por el sabor dulce puede modificarse por la experiencia con los alimentos, incluso en la infancia temprana», exponen desde la sociedad.