Utiliza el restaurante que cerró por la crisis en 2006 en la recta de Sabarei
14 mar 2018 . Actualizado a las 22:56 h.De conductor de autobús y profesor de autoescuela en la Barcelona de los años sesenta, a promotor de una residencia para la tercera edad en la recta de Sabarei en la actualidad. A Víctor Díaz Pin, no le frenan los 78 años. Sigue siendo todo un emprendedor que sabe reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos. Como el negocio de restaurante y hostal que condujo desde finales de los años ochenta empezó a perder fuerza, cambió de marcha. El local que construyó al lado de la vieja carretera de Monforte lo dedicará próximamente a un negocio que, seguro, le irá bien. En una de las provincias más envejecidas de España, abre una residencia para la tercera edad.
Víctor dejó su pueblo a principios de 1964 y se estableció con su esposa en la ciudad Condal. Llegó cuando funcionaban los tranvías y el metro únicamente tenía dos líneas. Por aquel entonces, había trabajo a patadas en una ciudad que comenzaba a crecer vertiginosamente. Llevaba en la mano algo que le abría muchas puertas, un carné de conducir de primera que consiguió en A Coruña cuando estuvo en la mili. El de segunda lo sacó en Lugo en una academia ya desaparecida, la San Cristóbal. Con el carné de primera, no tardó en tener trabajo en los autobuses urbanos de Barcelona.
Tener «choio» no le resultó complicado, pero nadie le regaló nada. «Foron 18 horas diarias de traballo. Pola mañá na empresa dos autobuses e pola tarde nunha autoescola», dijo. Eso, durante 22 años. Un amigo catalán le advirtió en una ocasión que si pretendía llevarse el dinero de los catalanes le iba a costar. Lo que le costó fue sudar la gota gorda en una Barcelona en la que las noches del cabaré El Molino eran muy picantes. Sus vedetes superaban los vetos que imponía el franquismo y se adentraban en los caminos del destape.
Condujo los últimos «Aclo» de dos pisos que circularon hasta 1968 en Barcelona. Uno de ellos, recordó, estuvo a punto de darle un buen susto porque en una ocasión casi vuelca. Después pasaron por sus manos históricos vehículos de marcas ya desaparecidas. Recuerda especialmente un «Hilda» al que, de vez en cuando, no le iban muy bien los frenos. «Frena ohhh», le dijo un día a Víctor un guardia municipal que había emigrado de Santa Comba, en las cercanías de Lugo.
Por aquellos años, la Ciudad Condal era la segunda provincia de Lugo. «Houbo momentos nos que nos autobuses traballabamos 126 persoas de Lugo», recordó el que después fue empresario de hostelería. En los ochenta, por ejemplo, el empresario lucense del transporte de viajeros Raúl de Sarria (Raúl López) triunfó con Ruacasa, la empresa que llegó a llenar diariamente dos autobuses para Barcelona y viceversa.
Víctor recuerda que su salario mensual era de 2.700 pesetas. Por aquel entonces, el billete normal de autobús costaba 80 céntimos y atravesar Barcelona de punta a punta suponía pagar tres pesetas.