Bruselas ve caro e ineficaz un impuesto a los grandes patrimonios

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / LA VOZ

MERCADOS

LAURENT GILLIERON

El Club de los Multimillonarios estadounidenses pide que se aplique una tasa especial al 1 % de la población más joven más rico

21 jul 2019 . Actualizado a las 05:15 h.

«Gravar las riquezas extraordinarias debería ser una de las mayores prioridades antes que gravar el trabajo duro. Los más afortunados deberían contribuir más (…) Es un deber patriótico». Esto es lo que sostiene el bautizado como Club de los Multimillonarios estadounidenses en una carta que han hecho pública para pedir que se les obligue a pagar más impuestos. Las diez fortunas más ricas de Estados Unidos acumulan tanta riqueza como el 90 % del resto de la población. Una situación que consideran inaceptable mientras persisten enormes carencias en el sistema educativo o la sanidad por falta de inversión pública. Por eso 19 personalidades, entre ellos el magnate George Soros, la heredera del imperio Disney, Abigail, o el cofundador de Facebook, Chris Hughs, han mostrado su respaldo a la propuesta de la senadora de Massachusetts, Elizabeth Warren, de recaudar un 2 % del volumen de las fortunas que superen los 43 millones de euros y un 3 % a los patrimonios de más de 886 millones. No hay iniciativas similares en la UE. La mayor parte de los gobiernos y Bruselas consideran que los impuestos a la riqueza no son eficaces, mientras las multinacionales e imperios familiares siguen disfrutando de las enormes ventajas que les ofrecen para esconder sus ingresos y patrimonio.

Bajo la falsa máscara de patriotismo y magnanimidad, alguno de estos multimillonarios, como Soros, han recurrido a las trampas y la ingeniería fiscal para esconder sus fortunas a Hacienda. El húngaro es uno de los ricos protagonistas de los Papeles del Paraíso, revelados por el consorcio internacional de periodistas (ICIJ) en el 2017. Según estos documentos, el magnate empleó todo tipo de tácticas fiscales para eludir impuestos sobre su fortuna. Varios de sus fondos contrataron a expertos para desplegar una compleja y eficiente red de sociedades pantalla en países como Panamá, Islas Vírgenes y Bermudas. Así que su ejercicio público de autoflagelo y compromiso solidario se ha puesto en duda. De quien no constan cuentas es de la heredera del imperio Disney, Abigail, pero la compañía a la que le debe su fortuna se benefició en Luxemburgo de una carga impositiva menor del 1 %, ahorrándose miles de millones de euros en impuestos entre el 2009 y el 2013. 

Éxodo de ricos

La Comisión Europea reconoce que la relajación de la presión fiscal sobre las grandes fortunas es un asunto que debe abordarse de urgencia. Es difícil de explicar por qué en plena crisis (2010), los ingresos de las Haciendas europeas a través del impuesto de sociedades bajaron del 7,9 al 6,5 % del total mientras el volumen recaudado por los impuestos al trabajo ascendieron del 49,7 al 51,2 %. «La creciente acumulación de riqueza privada en Europa durante los últimos 40 años y el incremento de las desigualdades han desencadenando un intenso debate público sobre la equidad de los sistemas fiscales en vigor», subraya la institución antes de admitir que «existe margen para reorientar la tributación hacia otros impuestos distintos de los que gravan (con elevados niveles) las rentas del trabajo».

La radiografía del tipo medio del impuesto sobre la renta en la UE deja un mapa muy desigual. Hay países como Luxemburgo que tienen hasta 23 tramos distintos con un tipo medio del 29,5 %. Eso sí, el impuesto de sociedades es del 18 %, y con el suficiente margen discrecional para adelgazar la factura hasta el 1 %. La diferencia es especialmente sangrante en países como Hungría, donde las rentas se gravan con un 33,5 % mientras las multinacionales solo pagan el 9 %. Algo similar pasa en Alemania, donde las rentas medias tributan un 39,7 %, mientras las empresas lo hacen al 15 %. Bulgaria prefiere no complicarse la vida y aplica el mismo tipo del 10 %, sin tramos ni progresividad. Hay muy pocos gobiernos que se atreven a exigir más a quien más tiene. Tan solo dos países en la UE pusieron en marcha un impuesto a la riqueza y solo uno lo sigue aplicando. Aunque el país galo impone un gravamen del 33,3 % a las compañías frente al 28,7 % de las rentas del trabajo, el Gobierno de Emmanuel Macron suprimió el pasado año el impuesto adicional sobre las fortunas, similar al que se intenta impulsar desde el otro lado del Atlántico. Según sus cálculos, unos 15.000 ricos abandonaron el país porque no querían hacer frente al abono de una tasa del 0,5 % de sus activos entre los 800.000 euros y los 1,3 millones, y de un 1,5 % a las fortunas de más de 10 millones de euros. Personajes como Gerard Depardieu prefirieron hacer las maletas antes que arrimar el hombro.

Esa tasa en España corrió una suerte similar. El ex presidente Zapatero la suprimió en el año 2008, pero la tuvo que reflotar en el 2010 por la caída de ingresos que provocaron la crisis y el desempleo masivo. El tipo medio efectivo gravaba con un 0,42 % las fortunas (bienes inmuebles, seguros, rentas...) de más de 700.000 euros y con un 10,5 % a quienes poseían más de 10,5 millones. El impuesto acabó resucitando este año de la mano del Ejecutivo de Pedro Sánchez, con una recaudación estimada de 1.000 millones de euros para las arcas públicas. Los gobiernos de los países del Este y los centroeuropeos son los que menos apetito tienen por meter la mano en la cartera de los multimillonarios. En Chipre, tan solo tienen que abonar a Hacienda una cuota exigua por la posesión y transferencia de patrimonio inmobiliario.

¿Qué razones alegan los gobiernos europeos para seguir apretando la soga al cuello de las rentas medias y bajas y aligerar el peso a los ricos? La primera excusa a la que se han abrazado es el supuesto alto coste de poner en marcha este tipo de tributos: «Son considerados particularmente distorsionadores y son complejos de administrar, dadas las dificultades de rastrear la propiedad de la riqueza y tasarla (…) Además, a menudo fallan a la hora de alcanzar sus objetivos de redistribución», justifica la Comisión Europea. En uno de sus informes admite que la mayoría de los estados miembros que se aventuraron con esta tasa la acabaron aboliendo porque los ingresos obtenidos «no justificaban los altos costes de aplicación y sus efectos colaterales negativos», como el éxodo de ricos.

Bruselas es consciente de que parte del problema de ese éxodo se debe a la competencia desleal que practican algunos paraísos fiscales dentro de la propia UE. No solo las multinacionales escapan de las garras de Hacienda; las fortunas personales también. En la mayor parte del territorio solo pasan por caja para abonar el impuesto periódico por los bienes inmuebles, una tasa que la Comisión Europea considera «un buen medio para compensar los recortes en la fiscalidad del trabajo». El problema es cómo se aplica. Hay familias con propiedades de gran valor, pero no cuentan con rentas altas para hacer frente a una tributación elevada. También resulta especialmente difícil poder localizar y reconocer la propiedad de todos los activos susceptibles de ser gravados.

Con este panorama, solo queda saber qué países están más comprometidos con la equidad. «Irlanda, Francia, Reino Unido y Países Bajos cuentan con los sistemas fiscales sobre las rentas del trabajo más progresivos, mientras que Hungría, Bulgaria y Letonia van a la cola», apunta la Comisión, pero obvia intencionalmente que tanto irlandeses como holandeses son extremadamente laxos a la hora de recaudar impuestos de las grandes corporaciones y fortunas. El esquema de redistribución de la renta es equitativo, pero su esquema fiscal es injusto, adelgazando la factura de multinacionales y gigantes digitales (en algunos casos al 3 %), mientras las rentas medias del trabajo lo hacen entre el 25,4 y el 30,5 %. Las brechas más grandes en términos de riqueza se pueden hallar en Letonia, Alemania, Austria e Irlanda, según cifras del propio Ejecutivo, que pone a España en decimocuarta posición en la UE.