La economía china muta con la pandemia para recuperar el trono

MERCADOS

ROMAN PILIPEY

El gigante asiático busca vías para ser autosuficiente haciendo acopio de energía y materias primas. Los expertos anticipan un período de desglobalización. Tras la crisis de los michochips hay una guerra soterrada entre China y Occidente por la hegemonía tecnológica

28 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En apenas 30 años, el paisaje en Shenzhen ha cambiado radicalmente. Este antiguo pueblo de pescadores y campesinos se ha convertido en el Silicon Valley de China. Allí tienen sus sedes empresas como Huawei, ZTE o Tencent. Mientras en España todavía se debate sobre el reparto de ayudas para la instalación de puntos de recarga, por las calles de la urbe asiática, entre sus rascacielos, solo circulan autobuses y taxis eléctricos.

La ambición de Pekín ha dado la vuelta a tablero. Se acabó el made in China de los bazares, el de las fábricas con mano de obra barata. Los salarios no han dejado de crecer, encareciendo la producción en el país asiático, de la que se nutren empresas occidentales. Ha germinado una clase social media con capacidad adquisitiva sobre la que el Gobierno quiere hacer pivotar la transformación de la economía. China ya ha iniciado una nueva revolución tecnológica. Y será una revolución de puertas hacia adentro. El objetivo de Pekín es ser autosuficiente.

La pandemia, con todos sus cuellos de botella, ha acelerado el calendario y ha obligado al país a mutar ante la escasez de energía y semiconductores. La batalla por la hegemonía no ha hecho más que empezar. China quiere recuperar el trono que le arrebataron hace casi dos siglos. ¿Qué factores están impulsando esta vertiginosa transformación?

Mejores salarios

En los últimos años los salarios en China han ido creciendo a un ritmo medio del 10 % anual. La pandemia redujo ese alza al 5,3 %, aunque en sectores como el bancario, la energía o las TIC, las remuneraciones han crecido un 8, 7 y 6 % respectivamente. La industria del software y servicios de tecnología informática registraron el mayor alza (18,7 %). Esta tendencia se explica por la estrategia del Gobierno chino de dinamizar la demanda interna aumentando la capacidad adquisitiva y desplazando las importaciones occidentales como principal fuente de suministro de productos de alto valor añadido.

La gran terminal del transporte mundial

Para muchas mercancías, un retraso de un día en el transporte puede equivaler a imponer un arancel del 1 %, según el Banco Mundial. Por eso es tan importante que la gran terminal del mundo, China, funcione como un reloj. El país asiático ha salpicado su costa de colosos portuarios. Solo del puerto de Shenzhen, uno de los más eficientes del mundo, parten 130 rutas distintas. Pueden recalar en sus terminales más de 500 buques al mes. China alberga seis de los diez puertos más grandes del mundo. No es una casualidad. Entre el 80 y el 90 % de las mercancías se mueven en el mundo a través del transporte marítimo. Para un país tan volcado en la exportación, la logística ha sido la llave para su rápido desarrollo. La pandemia ha trastocado todo. Los rebrotes obligaron a confinar a muchos trabajadores y cerrar temporalmente las fábricas en pleno bum de la demanda. Las bajas se multiplicaron en los muelles donde se acumulan retrasos de hasta un mes. Este terremoto ha propulsado los precios de los fletes de contenedores, multiplicando las tarifas por siete y obligando a muchas empresas a buscar alternativas por aire y por tierra. Las consecuencias las notaremos en el bolsillo. Según un informa de Naciones Unidas, los cuellos de botella impulsarán los precios de los ordenadores y productos electrónicos un 11,4 %; un 10,2 % el de las manufacturas; otro 10,2 % los productos textiles; 9,4 % los productos plásticos; un 7,5 % los productos farmacéuticos básicos y hasta un 6,9 % el precio de los vehículos.

Burbuja inmobiliaria

China acumula algunos esqueletos del pasado, grandes ciudades fantasma que quedaron a medio construir. Hay 1,4 millones de viviendas inacabadas y el 20 % del parqué inmobiliario chino en propiedad está vacío, por pura especulación. Ha sido tal el crecimiento y la demanda de inmuebles, que 5 de las 10 ciudades más prohibitivas del mundo ya se sitúan en este país. Son cifras que ponen de relieve la magnitud de una burbuja inmobiliaria que se podría llevar por delante el 30 % del PIB del país —incluyendo las actividades vinculadas—. La caída en desgracia de Evergrande ha sido el primer aviso.

 Guerra de los microchips

¿Dónde están los microchips? Son el nuevo petróleo, pero no de China, sino de Taiwán. El 60 % de estos componentes, que se utilizan en paneles solares, vehículos, videojuegos o en instrumentos médicos, se fabrican en Asia. Aunque la compañía detrás de uno de cada cuatro microchips (TSMC) está ubicada en esta pequeña isla que Pekín reclama para sí. ¿Con fuerza militar? No, por ahora. Taiwán resiste con un escudo de silicio, el material con el que se fabrican los semiconductores de los que dependerá el éxito de la revolución tecnológica china. Como apunta la investigadora de Bruegel, Alicia García Herrero, para ese país ya son más importantes los microchips que el crudo: «Son el artículo número uno en la cesta importadora de China, que está atrasada en la producción de semiconductores de alta gama», explica la experta en un informe. Por eso ha hecho acopio durante todo este tiempo. No por la fuerza. Una intervención en Taiwán desencadenaría un enfrentamiento con Estados Unidos, que no quiere que China acapare el suministro. Ha convencido a TSMC para abrir una fábrica de procesadores y semiconductores que alimentará a Apple y ha desplegado fuerza militar alrededor de la isla, aumentando la tensión en los últimos meses con los chinos.

Acopio de energía y materias primas

China fue en el 2020 el tercer mayor consumidor de gas del mundo y el segundo importador de petróleo. Mientras los occidentales se entretenían con sus nuevos ordenadores en el confinamiento, el país asiático estuvo importando hidrocarburos a precios irrisorios y haciendo trabajar a toda máquina a sus refinerías. Hasta el 2021. Con la reapertura, los precios del crudo se dispararon un 62 %, así que Pekín redujo las importaciones un 7,2 %. Para compensar el déficit energético acudió a Rusia y compró gas, incluso de urgencia. Los problemas de autosuficiencia energética han obligado al Gobierno chino a racionar el consumo y asumir cortes de suministro, de forma que un buen número de fábricas han tenido que producir de forma intermitente. A diferencia de otras potencias, China no hace ascos a ninguna tecnología: tiene cuatro grandes refinerías en construcción y planea levantar 150 reactores nucleares en 15 años para alimentar la transición. Pero hay otra pata por asegurar: el abastecimiento de materias primas. Su escasez —por la alta demanda y la especulación en el mercado— ha dificultado el acopio. ¿El resultado? Inflación y menos crecimiento. China avanzó menos de lo esperado en el tercer trimestre (4,9 %). Eso sí, lo tendrá más fácil que sus competidores porque domina todo el mercado minero. Extrae todo tipo de materias críticas que transforma para la fabricación de mercancías de alto valor añadido. Ya en 2016, Bruselas le abrió un expediente por restringir el acceso de los europeos al grafito, cobalto, cobre, tántalo, estaño etc. esenciales para las industrias.

 Lucha por la primacía tecnológica

A China le falta el Santo Grial para hacerse con la primacía tecnológica: el conocimiento. Ha impulsado la Ruta de la Seda (red de infraestructuras terrestres y marítimas para conectar sus puertos y ciudades hasta Europa, pasando por Asia central y África) para ganar influencia. EE.UU. ha cerrado la puerta a cualquier transferencia de conocimiento, prohibiendo a sus gigantes dar servicio a Huawei o prohibiendo las adquisiciones en empresas estratégicas. Washington y la UE batallan a golpe de arancel para aplacar la voracidad de Pekín, que se guarda en la manga una última carta: la deuda estadounidense. Un billón de dólares están en sus manos. Una venta acelerada podría hundir el dólar.