Un proyecto financiado por fondos europeos ha permitido hallar técnicas de captura más sostenibles, lo que ayuda a los pescadores a la preservación de los ecosistemas del Adriático
06 mar 2022 . Actualizado a las 21:32 h.En el pasado, el Adriático, la parte del mar Mediterráneo que separa la península italiana de los Balcanes, era conocido como un mar rico en pescado. Los pescadores nacidos en los años 50 en ciudades costeras como Chioggia, unos 50 kilómetros al sur de Venecia, recuerdan que en la época de sus padres y hasta los años 70, la riqueza del mar parecía inagotable. El negocio iba tan bien que podían invertir en grandes y potentes barcos de pesca, y los turistas podían deleitarse comiendo sarde in saor (un aperitivo de sardinas y vinagre típico de Venecia) y frituras de pescado.
Hoy las cosas son muy diferentes. En todas partes los pescadores se quejan de que ya no consiguen pescar como antes, y las cifras parecen confirmarlo. Según la FAO, el pico de capturas en el Mediterráneo fue en 1985, con 406.000 toneladas. Desde entonces han descendido irreversiblemente, hasta las 164.000 del 2019. En la costa italiana del mar Adriático los barcos de pesca han disminuido un 40 % respecto a la década de los 70.
Aun así, según la Comisión General de Pesca del Mediterráneo — una organización creada por la FAO — el 75 % de las poblaciones de especies comerciales del Mediterráneo se explotan de forma insostenible y los ecosistemas marinos, incluidos los del mar Adriático, están dañados por la sobreexplotación.
Nuevos modelos
Cada vez se recurre más a las colaboraciones entre actores públicos y privados para encontrar soluciones que beneficien tanto a los ecosistemas como al mar y a los pescadores. Un ejemplo es Prizefish, un proyecto financiado por el programa Interreg de la Unión Europea para la cooperación transfronteriza, en el que participaron pymes y cooperativas del sector pesquero, ONGs, universidades y centros de investigación de Italia y Croacia. Concluido en diciembre, el proyecto tenía el objetivo de ayudar a las comunidades pesqueras locales a obtener productos sostenibles de alto valor añadido, y de desarrollar el comercio transfronterizo de estos productos.
«Nuestro enfoque era el de la ecoinnovación, para un uso más responsable de los recursos y la sostenibilidad a largo plazo», precisa Alessia Cariani, asociada de zoología de la Universidad de Bolonia y coordinadora del proyecto. «En otras palabras, pescar menos pero mejor, y sin perder ingresos. De hecho, posiblemente ganando más. Por eso intentamos trasladar innovaciones existentes a la pesca y la transformación de alimentos».
Por ejemplo, una máquina que ya se utiliza en acuicultura para trasladar los alevines de un tanque a otro, se ha adaptado para sacar los peces de las redes y mejorar la captura y el procesamiento de las sardinas. Cariani explica que cuando se izan las redes de cerco, muchos peces se dañan y resulta imposible venderlos. «Esta técnica ha multiplicado por cuatro la vida útil de las sardinas, llegando a casi 18 días. Así pueden venderse en toda Europa», afirma Cariani.
Las herramientas innovadoras adaptadas por Prizefish para la pesca de sardinas y almejas (entre otras) ya han sido adquiridas por pescadores que no participaron en el proyecto, no solo en Italia y Croacia, sino también en Portugal. Además, se ha desarrollado una certificación que garantiza que los productos se han capturado de forma responsable en el Adriático y por empresas que cumplen con determinados criterios de responsabilidad social. Por ejemplo, el empleo de mujeres.