Brasil y Argentina han anunciado el proyecto de creación de «sur», una futura divisa común a la que desean invitar al resto de países latinoamericanos para ganar fuerza
26 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Si se lleva a cabo, el grupo de naciones conformaría el segundo bloque monetario del mundo, después del euro, y representaría el 5 % del PIB global, superando a otras divisas existentes como el Franco CFA, utilizado por varios países africanos. La moneda el «sur» se crearía para evitar las fuertes apreciaciones cíclicas del dólar estadounidense sobre las divisas regionales, lo que se traduce en mayores costes de vida debido a la gran dependencia de las importaciones, que se pagan en dólares.
Sin embargo, muchos políticos y analistas son escépticos sobre la viabilidad de la iniciativa en países con grandes desigualdades internas e inestabilidad política. La puesta en marcha de el «sur» plantea, sin duda, numerosos desafíos. «Una eventual unión monetaria es un proceso largo y difícil, que necesita acuerdos y coincidencias poco usuales. Implica compartir un mínimo de objetivos macroeconómicos específicos y medibles y tener un patrón similar de crecimiento económico. Sin embargo, en América y en particular en el caso brasileño y argentino, hay diferencias estructurales grandes que hacen que los ciclos económicos no vayan parejos y, por ende, haya pocos incentivos para que cada país sacrifique su autonomía e independencia monetaria», explica Germán Machado, profesor de Economía en la colombiana Universidad de los Andes.
En efecto, Brasilia y Buenos Aires temen sacrificar su autonomía monetaria y, de hecho, sus líderes ya han avisado de que el «sur» sería una moneda común pero paralela al real y al peso, que no desaparecerían, lo que, según buena parte de los expertos, afecta a la credibilidad del proyecto desde su concepción.
El sur sería exclusivamente utilizado para el comercio internacional. «Tener divisas paralelas implica dificultades prácticas, como las institucionales, porque tendría que existir a la vez un banco nacional con independencia monetaria en cada país y de un banco común con autoridad monetaria conjunta», asegura Machado.
El proyecto ha sido ideado, además, durante un período de gran convergencia ideológica entre los gobiernos de América latina en torno al progresismo. Sin embargo, esa coincidencia podría deshacerse pronto, especialmente en Argentina, uno de los países clave del proyecto. El Gobierno peronista lo va a tener difícil para ganar las elecciones deL 2023. La práctica totalidad de las encuestas otorga una ventaja considerable al macrismo centroderechista de cara a la cita de octubre. Una derrota peronista debilitaría el proyecto porque la comunicación no sería la misma.
El proyecto común se complica, asimismo, debido a la inestabilidad política de una región donde las revueltas han incendiado varios países en los últimos años, y que es propensa al golpismo y alberga países con marcado acento autoritario. «El sur también implicaría solidaridad económica, porque países como Brasil, más potentes económicamente, tendrían que prestar dinero o socorrer a los otros para armonizar políticas fiscales, lo cual es muy improbable que se concrete en el corto plazo», apunta, por su parte, Gabriel Orozco, experto en Relaciones Internacionales de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla.
Brasil, un territorio con grandes desigualdades internas, tendría problemas para vender en lugares como las favelas de Río de Janeiro que se están haciendo transferencias a otros países para el proceso de armonización que exige la creación de una divisa común. El sur mejoraría la competitividad de las empresas, facilitaría la comparación de precios, haría mejorar la estabilidad y la seguridad, promocionando el ahorro y la eficiencia, además de la integración de los mercados financieros, pero su creación e implementación tiene por delante importantes desafíos.