Dudo si creemos en nosotros. Dudo si somos capaces de recordar el tiempo pasado y el que vivimos. Vamos a trompicones buscando recuperarnos de la crisis múltiple a la que nos ha llevado el covid-19 con un modelo económico frágil, una administración ineficaz, una productividad baja y un sector industrial abandonado desde hace años. Esto lo podemos repartir por naciones, regiones o autonomías, o por partidos, para todas hay.
La ministra Calviño propuso en abril la emisión de deuda pública europea para financiar un fondo de recuperación, lo que recuerda a Alexander Hamilton en los inicios de aquel EE.UU. federal. El 21 de julio se logra un acuerdo de reconstrucción europeo, sostenido tanto en el propio presupuesto ordinario de la UE como en el marco financiero plurianual con casi 1,1 billones de euros en siete años; y un fondo único de 750.000 millones de euros para la recuperación (Next Generation EU), sin menoscabo de los fondos para la política agraria común, y sin unanimidades ni vetos.
Algunos consideran todo esto un fiasco para España. Otros consideran que España tiene ahora la ocasión de europeizar su política económica, ya que los objetivos europeos coinciden con nuestras necesidades. Estos acuerdos nos permitirán transformar, si acertamos, el modelo económico de España. Aun partiendo de indicadores de eficacia desfavorables, como la ejecución -finales del 2019- de solo un tercio de los fondos europeos asignados para 2014-2020, ocho puntos por debajo de la media de la UE. Nuestra administración pública, la estatal y las autonómicas, necesita una profunda reforma nunca abordada. Solo se ha oído al presidente de Asturias elevar su voz proponiendo y exigiendo la reforma de la administración, al igual que a Sánchez Llibre de la CEOE y Fomento del Trabajo.
Sin esa administración eficaz y profesional, no trufada de clientelismo, será imposible priorizar los planes de modernización de la economía, donde la política industrial será ya inexcusable y el reparto de fondos, complejo. Imposible también la gestión adecuada de esos fondos que llegarán de inmediato. El diálogo y el consenso serán imprescindibles, por más que muchos los rehúyan, buscando quizá un provecho propio. Será necesario recordar que las políticas keynesianas, las que nos llevaron al estado de bienestar, son políticas capitalistas. Lejos de espíritus calvinistas donde, en gobernanza y dinero, anida también la doble moral. Se necesitará plantear el debate político e ideológico desde nuevas perspectivas, donde lo público ha de jugar un mayor protagonismo y donde lo común no debe dejarse en manos del mercado, como se ha visto en esta crisis del covid-19.
Una oportunidad para el futuro, nuestro y de Europa, ha logrado arrancar el 21 de julio. Más si piove, ¡porco governo! Central, claro. Con todo, atiendan la recomendación reciente de Manuel Castells, hoy ministro, y busquen en la TVG a Cristina Pato y Rosa Cedrón para escucharlas. Un mundo de emociones de una Galicia inteligente.