Pablo Casado se arremangó, cogió la pala y comenzó a remexer -que no a quitar- la nieve que bloqueaba «tres o cuatro» centros de salud. Su pose duró lo que tardaron sus amanuenses en grabar el vídeo e inmortalizar la foto. Las chanzas se abatieron, como un alud, sobre las redes. «Hernia de populismo», dicen los de siempre: los populistas. Pero tampoco escasean quienes alaban el patriótico gesto. Exégetas como Cuca Gamarra: «Pala en mano al servicio de los españoles». Otra diputada del mismo color puso la posdata: «Y mientras, Sánchez se arropa con la mantita...».
¿Hizo el ridículo o ganó puntos el líder popular? Yo no sé qué pensar. Seguro que, antes de blandir la pala, Casado realizó un análisis de coste-beneficio. Y examinó los precedentes más notorios. El de Schröder, que se calzó las botas de agua y marchó a las inundaciones de Sajonia a luchar contra las encuestas y ganar una cancillería. O el de Núñez Feijoo, que agarró la manguera de jardín para apagar los incendios de Touriño y, aunque desconfío de que existiera relación causa-efecto, lo cierto es que ganó las elecciones.
Reconozcamos, en honor de Casado, que no es el único que se derrite por la foto. La nueva hornada de políticos asume como principio irrefutable la estúpida máxima de que una imagen vale más que mil palabras. Y no le quito valor al lenguaje no verbal: una oportuna pedorreta o un corte de mangas pueden ser más eficaces que un discurso. Dependerá del gesto, de las palabras y del contexto. Lo que me parece estúpida es la comparación. Usted puede pensar, y quizá con razón, que las 525 palabras de esta quilla valen menos que la foto del líder pala en mano. En ese caso le propongo seis palabras indiscutiblemente más valiosas, que certeramente podría dedicarle a Pablo Casado el operario municipal que se afanaba en retirar la nieve: «Échese atrás, por favor, no estorbe».
Las mentiras se fabrican con palabras. Pero las imágenes también mienten, como advierte Susan Sontag en sus ensayos Sobre la fotografía. Aunque lo hacen de forma más sibilina, porque envían mensajes subliminales. El mensaje implícito en la foto de marras parece fácilmente descifrable: «Aquí me tienen, currando en el barro para superar los efectos de Filomena, y no como otros que solo predican en televisión». El éxito de la imagen depende, en cualquier caso, de que no se perciba la impostura para no caer en el ridículo. El alcalde Almeida lo hizo mejor: su coche quedó atrapado, se bajó y ayudó al conductor a empujarlo. Si había programado el incidente y la foto, lo disimuló con salero. Casado, fatal. Tanto que tuvieron que salir sus acólitos a explicarnos el truco -el servicio a los españoles, la mantita de Sánchez-, lo que significa disparo fallido. Si te tienen que explicar el chiste, no hay chiste. Quizá a estas horas su director de comunicación ya habrá recibido la merecida regañina.
De todas formas, visto lo visto y escuchado lo escuchado, he de confesar que prefiero la imagen de Casado pala en ristre a más de mil de sus palabras. Me parece mucho menos dañina.