Da igual lo que diga el acuerdo entre los socios del Gobierno. Da igual lo que diga el proyecto que se apruebe en Consejo de Ministros. Da igual el debate, las enmiendas y las modificaciones que introduzca el Parlamento. Da igual el texto definitivo que se plasme en el BOE. La non nata ley de la vivienda es -será- una ley comunista. Es -será- un atentado contra la propiedad privada. Es -será- inconstitucional. No será aplicada donde gobiernan los míos. Todo eso dice Pablo Casado, quien aboga por un aborto terapéutico: la hidra comunista hay que extirparla incluso antes de la cópula. En esta nueva guerra todo vale, también la falacia o engaño burdo: hacerle decir al proyecto en ciernes lo que el acuerdo no dice:
«Si tú tienes un piso con una hipoteca porque has ahorrado durante toda tu vida para dejárselo a tus hijos», no puede ser que «el Gobierno te diga a qué precio lo puedes alquilar».
Casado hace trampas de trilero. La cuestión que plantea el pacto bipartito sobre la vivienda es otra radicalmente distinta:
Si tú tienes diez pisos o más -el líder escamoteó nueve-, eres una persona jurídica -un banco, una sociedad, un fondo de inversión...-, y además los tienes en zonas que las comunidades autónomas consideren «tensionadas» por la incesante subida del alquiler, ¿deben regularse o no los precios para poner freno a su escalada?
Si tú eres un casero que a golpe de hipoteca y de ahorro compró su vivienda y hasta una segunda residencia en la playa, puedo afirmar y afirmo que no tienes diez pisos a mayores para arrendar. Y si tienes tres, siete o nueve, porque los heredaste o te tocó la lotería, nadie te impedirá alquilarlos al precio que los inquilinos estén dispuestos a pagar. Rige la ley del mercado. La ley non nata se limita, en tu caso, a aplicar incentivos fiscales: mayor bonificación si congelas o bajas la renta, menor o ninguna bonificación si la subes desmesuradamente. Lo propio de todo sistema fiscal que se precie: pagan más los que más ingresan.
Otra muestra del carácter comunista del acuerdo: recargar el IBI de las viviendas vacías supone «un ataque a la propiedad privada». Traduzcamos ese ataque al estilo casadiano: si tú tienes, además de la vivienda habitual y de tu segunda residencia, cuatro o más inmuebles desocupados en zona «tensionada», excluidos los puestos a la venta o los que no encuentran arrendatario, el ayuntamiento -no Lenin ni Sánchez- podrá recargar el IBI que los grava hasta un 150 %. Algo que los ayuntamientos ya pueden hacer con la legislación vigente. El «impuesto a las casas vacías», que así lo llama Podemos, no resulta especialmente innovador.
«Esto es el comunismo», resume Casado. El comunismo que campa a sus anchas por Alemania, Francia, Suecia, Suiza y Austria, donde los alquileres están topados en mayor o menor medida. Con desiguales o pobres resultados, hay que decirlo, porque también yo dudo de la eficacia de la ley non nata. Pero de ahí a tildarla de comunista, manda carallo. O, por si ofendo a espíritus beatos, válgame Dios.