Le está costando a Telecinco salir del pozo de las audiencias en el que lleva sumida varios meses. El pasado lunes planificó un nuevo intento de tomar aire apostando fuerte y aplicando medidas desesperadas. La cadena levantó su programación habitual del horario de máxima audiencia, GH VIP y La que se avecina, para trasladar desde Cuatro a la cadena grande de Mediaset el programa Código 10. La excusa era la promesa de una gran exclusiva. Generar grandes expectativas en televisión puede ser una herramienta eficaz para captar la atención, que puede volverse en contra cuando las perspectivas vuelan más alto que la realidad. El anuncio de un bombazo informativo hizo que el público elucubrara con asuntos como el caso Sancho, un imán de audiencias convertido en el comodín de muchos espacios, entre ellos este. Pero la primicia no versaba sobre el asesinato de Tailandia, sino sobre el caso Rubiales. Era la grabación íntegra, con imágenes, de las declaraciones ante el fiscal de Jennifer Hermoso, la presunta víctima de un caso abierto. Se escuchaba su voz, pero los argumentos ya eran conocidos. El juez de la Audiencia Nacional ha reaccionado anunciando una investigación de esta filtración y cerrando el grifo que daba acceso a los vídeos. Y encima Telecinco continuó bajo mínimos un día más, porque el público se fue a otro canal.