Las manifestaciones convocadas por la derecha, la ultraderecha y asociaciones civiles en Madrid, Barcelona y Valencia marcan la pauta de lo que va a ser la oposición callejera durante la legislatura. El artículo 21 de la Constitución garantiza el derecho a la reunión pacífica y sin armas. Aunque hace poco Abascal pedía que todos los españoles de bien pudiesen tener armas para defenderse, se da por hecho que por ahora acudirán a estas manifestaciones desarmados.
La gente bien se arreglará, se pondrá la corbata o el pañuelo de seda, cogerá la bandera, ensayará los eslóganes y se colocará detrás de la pancarta cabecera para defender a España y a la gente de bien; pues no es lo mismo la gente bien, de clase alta, que la gente de bien, de clase media aspiracional. Mientras los primeros acudirán en coches de alta gama, que dejarán en un párking cercano, los segundos serán transportados en autobuses fletados exprofeso.
Feijoo distingue entre gente buena, católica, tradicional y patriota, y gente mala, atea, progresista y separatista. Ya lo hacían Casado y Rajoy. Es más, la diferenciación entre españoles buenos y malos viene de la España caciquil de la Restauración, se refuerza durante el franquismo y es asumida ahora por un líder que dice ser centrista y moderado. La derecha actual defiende la igualdad territorial de los españoles, pero no la económica. La gente bien, que por algo es clasista, no quiere que la gente de bien ascienda de clase.
Ellos hacen negocios con la banca y las eléctricas y rechazan impuestos específicos para las mismas, justifican la deslocalización fiscal de las empresas, critican los chiringuitos públicos y viven de ellos, defienden la independencia de los jueces sin facilitar la renovación de los órganos judiciales, están en política por intereses particulares y presumen de una supuesta supremacía ética. Para ellos la gente de bien es la que madruga, la de los autónomos que rechazan la reforma laboral y la subida del salario mínimo, la que escolariza a sus hijos en colegios concertados financiados con dinero público, la que paga en negro las pequeñas chapuzas y los servicios domésticos. Antes no, pero ahora a las manifestaciones va buena gente.