Muchos se han precipitado a interpretar la sorprendente comunicación de Pedro Sánchez sobre la posibilidad de que no siga al frente del Gobierno. Algo que es considerado un hecho metafísicamente imposible por la mayoría de quienes lo conocen bien. La realidad, no obstante, es que Sánchez se ha abierto a esa posibilidad, aunque solo sea de boquilla. Y todo ello porque, según el expresidente Rodríguez Zapatero, «lo está pasando mal». Otros han llegado a señalar que «sufre un crac emocional».
Desde el Partido Popular, el presidente Núñez Feijoo ha manifestado que Sánchez «intenta victimarse» y lo ha acusado de «dejación de funciones». El expresidente popular José María Aznar, ahora presidente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, lo ha acusado de preparar una «marea populista» para destruir «la democracia y la separación de poderes», anulando el Senado, neutralizando la oposición y atemorizando a los jueces que se atreven a investigar posibles indicios de corrupción.
La maniobra de Sánchez ha descolocado también a las instituciones europeas, con una imagen que ya se había deteriorado en Bruselas por la brusca gestión del reconocimiento de Palestina. Pero la prueba más contundente de que no quiere dimitir es que no ha dimitido. De hecho, el propio Sánchez ha asegurado que «ni mil palabras de lodo de Feijoo y Abascal van a tapar los éxitos del Gobierno».
Todo lo cual explica que el PSOE haya llamado a la «movilización» para que Pedro Sánchez siga al frente del Gobierno. Y de hecho va a seguir, según todos los indicios evaluables. Porque son claramente mayoría los que predicen que el presidente anunciará hoy, día de san Pedro mártir, que continuará al frente del Gobierno de España, por más que lo moleste la investigación judicial que afecta a su esposa. La realidad es que Sánchez necesitaba que se visibilizase un apoyo masivo a su labor como presidente del Gobierno, para que nadie se llamase a equívocos. Algo que, al parecer, ha conseguido exhibir finalmente.