Es 2 de mayo y la presidenta de Madrid y el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática (sic) posan para la posteridad como si fuesen la señora Agua y el señor Aceite. La celebración del día grande de la comunidad en la capital del reino tiene siempre su aquel, que le pregunten a Félix Bolaños. De ahí que no sea difícil imaginar a Pedro-enamorado-de-Sánchez en la víspera, repartiendo palitos a su constelación de ministros: «El que coja el más corto, a aguantar a la Ayuso». Lo cogió Víctor Ángel Torres, este que no sabe ni dónde meterse él ni dónde meter sus manos. A su lado aunque en las antípodas, Isabel-algo-trama-Ayuso cruza su mirada con alguien. Ella sonríe, ergo no hace falta ser detective para intuir que ese alguien no es inspector de Hacienda. Por una vez, la sangre no llegará al Manzanares, pero está escrito que esta tregua es pasajera. Que si Goya y Pérez Galdós levantaran la cabeza no habría dinero suficiente en este país para pagarles a estos dos genios de la pintura y las letras tantas horas extras.