Se van, pero solo un poquito

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

Fernando Villar | EFE

15 jul 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni demos saltos de alegría ni descorchemos el cava. Porque no es para tanto. La decisión del partido del facherío de romper con el PP en las cinco autonomías en las que gobernaban en comandita no supone un vuelco decisivo en el crispado ambiente político que vivimos. Ni tampoco, consideremos, como propuso el presidente Pedro Sánchez, que «hoy es un gran día para España» porque «somos un país mejor». Somos igual.

Porque los ultras se van, pero solo un poquito. La retirada no es completa porque ya se sabe lo que duele despedirse del poder cuando se toca. Y de los despachos enmoquetados. Así que, se van un poquito nada más, pese a los pomposos anuncios de abandono general. Ocurre siempre que los bravucones anuncian grandes decisiones que luego se quedan reducidas a la mínima expresión. Salen de cinco gobiernos autonómicos, pero continúan teniendo poder en 140 ayuntamientos, cinco de ellos de capitales de provincia, parlamentos autonómicos e instituciones de todo tipo. Y desplegando sus políticas de enfrentamiento y sinrazón en los mismos foros que hasta ahora. También los tendremos representándonos en Estrasburgo, en el grupo Patriotas por Europa, comandado por Viktor Orbán, y defendiendo posiciones prorrusas.

El motivo aducido para el abandono, acoger a 347 menores extranjeros no acompañados, recluidos en Canarias, indica que los ultras no se movieron un milímetro de sus posiciones radicales. Y de desprecio a quienes más lo necesitan.

Así que el daño ya está hecho. Ahí quedan, además, si nadie se decide a revertirlas, las decisiones contrarias al respeto a las minorías o a los inmigrantes. Y a la memoria histórica, al pluralismo lingüístico o a políticas culturales. En definitiva, a la tolerancia a los que no piensan igual que ellos.

Cierto que la alianza de los xenófobos con los populares ha sido un cúmulo de problemas. De forma especial para los de Feijoo, que, tras llevarlos a la ruina el 23J, vivieron con el estigma de ir de la mano de la ultraderecha. A todas horas hubieron de soportar lo de «rompa usted con la extrema derecha». Pero llegados a este punto nada puede reprochársele al líder gallego y a los populares, algunos de cuyos cargos venían mostrando el hartazgo con la relación, llegando a declarar en los últimos días que, si se quieren ir que se vayan, cuanto antes, mejor porque hemos aguantado muchos insultos.

El gran reto lo tiene ahora Núñez Feijoo, liberado de las presiones y chantajes ultras, a todos los niveles, a cuenta del apoyo que fue más bien un aplastamiento, en autonomías y ayuntamientos. Porque en esta nueva etapa ha de certificar la imagen de moderado y dialogante con la que se presentó en Madrid y de la que en su momento se jactó. Y hacer buenas sus propias palabras de que «la política no puede ser el engaño sistemático, debemos recuperar el valor de la palabra dada y el valor de las palabras». Comienza el tiempo de demostrarlo.